Hemos leído con mucho interés el artículo publicado por Villalbí et al. sobre los cambios en la prevalencia de consumo de tabaco entre los jóvenes españoles1. Los resultados muestran que en el periodo 1993-2008 se ha producido un descenso anual en la prevalencia de fumadores diarios entre los chicos y las chicas. Si bien la prevalencia de consumo diario entre jóvenes se aproxima en España, según las últimas estimaciones, al 15%.
Conscientes de que la evolución de distintos factores de riesgo varía entre comunidades autónomas, en Galicia se implantó en el año 2005 un Sistema de Vigilancia sobre Conductas de Riesgo en adultos y 2 años después otro centrado en jóvenes, el SIX. Estos sistemas tienen entre sus objetivos estimar y monitorizar la prevalencia de diferentes factores de riesgo, identificar su distribución poblacional y analizar el impacto de medidas de prevención primaria y secundaria. A finales del año 2007 se realizó el primer estudio enmarcado en el SIX, aplicando en el aula un cuestionario autocumplimentado a 2.041 escolares de 4.° de ESO, 910 chicos y 1.119 chicas. La prevalencia de fumadores diarios se estimó en 11,0% (IC 95%: 9,2-12,9), similar en chicos (10,7% [8,2-13,2]) y en chicas (11,3% [9,1-13,6])2. Esta prevalencia es similar a las prevalencias más recientes publicadas por Villalbí et al.
Pero al analizar estos datos en detalle surge una pregunta: ¿y los fumadores ocasionales? Los autores dan una respuesta que, aunque no sorprende, es en cierta medida desalentadora. Dicen que no se ha podido analizar, sobre todo porque «la forma de recoger el consumo habitual pero no diario varía entre las distintas series». Pues bien, analizando los resultados del SIX-2007, en Galicia los fumadores ocasionales entre los estudiantes son casi tantos como los diarios. Así, al analizarlos en conjunto la prevalencia aumenta en 10 puntos porcentuales, pasando a ser del 21,3% (18,9-23,7) en global (del 19,6% [16,3-22,9] en chicos y del 22,6% [19,5-25,6] en chicas). Esta prevalencia global es similar a la de los adultos gallegos (23,8% [22,8-24,8]) aunque las diferencias en función del sexo son mayores en los adultos, donde fuman el 29,1% (27,6-30,6) de los varones y el 18,9% (17,7-20,2) de las mujeres. Esta diferencia se debe principalmente a que entre las cohortes de mujeres de 65 y más años el consumo de tabaco es anecdótico, con prevalencias inferiores al 2% (1,6% [0,8-2,4]).
En comunidades autónomas como Galicia, en las que no se dispone de datos sobre tendencias, las estimaciones puntuales de las que disponemos no nos permiten conocer en qué fase de epidemia tabáquica nos encontramos. Por eso no sabemos si entre los escolares el consumo de tabaco está disminuyendo o si aún no ha alcanzado techo y sigue presentando el retraso epidémico que se observa entre las mujeres adultas, en donde se espera que la prevalencia aumente en los próximos años.
Estos resultados invitan a la reflexión. Primero, sobre la importancia de no haber podido incluir a los fumadores ocasionales. No tenerlos en cuenta diluye, en parte, el impacto de este importante problema de salud pública ya que incluyendo a los fumadores ocasionales la prevalencia de fumadores podría duplicarse y además el riesgo de transición a consumo diario es elevado. Segundo, debemos reflexionar sobre la importancia, demostrada en este trabajo, de disponer de un conjunto de indicadores que permitan la comparabilidad entre encuestas.
Trabajos como este publicado por Villalbí et al. son muy necesarios, ya que las conductas de riesgo entre los jóvenes deben estar bajo observación constante desde el marco de la salud pública.