Introducción. Los tumores óseos benignos constituyen, en el ámbito de la atención primaria, una causa relativamente infrecuente de dolor crónico localizado en las extremidades en pacientes de edad adulta. Entre ellos, el tumor de células gigantes (TCG) supone aproximadamente el 5% de todos los tumores óseos primarios y el 20% de los tumores óseos benignos1.
Caso clínico. Varón de 47 años sin antecedentes familiares de interés, con antecedentes personales de tabaquismo, hiperlipidemia y cardiopatía isquémica, que sigue tratamiento con atenolol, atorvastatina y antiagregantes plaquetarios.
Varias semanas antes de la consulta comenzó a sentir dolor de características inflamatorias de moderada intensidad en el tercio distal del antebrazo izquierdo. No relataba antecedente traumático alguno ni sintomatología acompañante.
En la exploración física destacaba únicamente la presencia de una discreta tumefacción dolorosa a la palpación sobre el tercio distal del cúbito izquierdo.
La radiografía simple mostró una lesión lítica abombada en la región epifisiometafisaria distal del cúbito (fig. 1) y la resonancia magnética confirmó la presencia de la lesión lítica sin afección de las estructuras vecinas.
FIGURA 1. Tumor de células gigantes.
El hemograma y la bioquímica general no mostraron alteraciones significativas.
El paciente fue sometido a cirugía para confirmación diagnóstica y resección, con evolución favorable y sin evidencia de recidiva hasta el momento.
El diagnóstico anatomopatológico fue de TCG.
Discusión y conclusiones. El TCG supone el 20% de todos los tumores óseos benignos y la sexta neoplasia ósea más frecuente1. Alcanza su máxima incidencia en la tercera década de la vida y es ligeramente más frecuente en las mujeres (1:1,3)2.
Su etiología y patogenia son desconocidas3.
Los síntomas suelen estar en relación con la afección de la articulación, así como el dolor y la restricción de movimientos que este produce. Rara vez se presentan como una fractura patológica4.
Aunque cualquier lugar del esqueleto puede resultar afectado por un TCG, más del 75% se localiza en la proximidad del área articular de un hueso tubular. La más frecuente (50%) es la epífisis de los huesos de la articulación de la rodilla, seguidos de la porción distal del radio, la porción proximal del fémur y del húmero y la tibia distal4. La localización multicéntrica se observa en menos del 1%5 y es muy escasa la forma sincrónica de presentación6.
Se trata de un tumor localmente agresivo pero con un potencial de extensión limitado, por lo que son infrecuentes las metástasis a distancia (1-3,5%). El lugar más frecuente de aparición de metástasis es el pulmón7.
La radiografía simple es fundamental en el diagnóstico: la imagen radiográfica típica es una lesión claramente lítica sin anillo esclerótico circundante, hecho característico de este proceso que lo distingue de otros tumores óseos. Cuando la lesión alcanza la cortical, a menudo provoca su adelgazamiento y abombamiento, y puede erosionarla y llegar a afectar a los tejidos blandos vecinos4.
La resonancia magnética es útil para el estudio de la extensión del tumor en la preparación para la resección quirúrgica4.
El diagnóstico definitivo se realiza mediante biopsia por punción y aspiración con aguja fina8, o bien en el acto quirúrgico.
Aunque son histológicamente benignos, los TCG tienen una tasa de recurrencia que varía entre el 30 y el 50%.
El tratamiento sigue siendo controvertido debido a la alta tasa de recurrencia de la lesión tras el curetaje. Se ha sugerido que el uso de sustancias esclerosantes durante la cirugía o la radioterapia posterior puede reducir las recurrencias9.
Consideramos que el TCG deber ser un diagnóstico a tener en cuenta entre las causas de dolor crónico localizado en las extremidades de pacientes en edad adulta.