Justificación: Las técnicas de imagen, en especial la ecocardiografía transesofágica (ETE), juegan un papel primordial en el diagnóstico y manejo de la endocarditis infecciosa (EI).
Objetivo: Analizar la utilidad del ETE en predecir el desarrollo de complicaciones específicas de la EI y el pronóstico de los pacientes (p).
Método: Incluimos todos los casos de p hospitalizados por EI confirmada entre mayo de 2009 y febrero de 2017. Un observador experimentado y «ciego» para los resultados clínicos evaluó retrospectivamente las imágenes del ETE, evaluando la presencia, tamaño y movilidad de las vegetaciones, presencia de insuficiencia valvular izquierda grave (IVIG) y de complicaciones perianulares (PCA). Posteriormente, los datos ecográficos se correlacionaron con la evolución clínica.
Resultados: Obtuvimos un total de 52p, en los que se realizó un ETE en el 81% de los p (en un 95% previa realización de un ecocardiograma transtorácico [ETT]). La rentabilidad del ETT y del ETE para el diagnóstico de EI fue del 65 y del 90%; la rentabilidad del ETT aumentó hasta el 80% con vegetaciones de al menos 1cm (V≥1cm) frente al 33% con V<1cm, p=0,040. La mediana del tamaño de las vegetaciones fue de 14mm (7-20mm) y un mayor tamaño se asoció con la infección por S.aureus (en el 90% de los casos cursó con V≥1cm). Las V≥1cm se asociaron a una mayor incidencia de insuficiencia cardiaca (IC): 83% vs 46% (p=0,018), así como a una tendencia a mayor tasa de embolismo cerebral y de shock séptico (29% en V≥1cm vs 8% en V<1cm, en ambos casos sin significación estadística). Respecto a la movilidad de las mismas, el 46% se definieron como muy móviles (pendulantes o al menos ángulo de movimiento >90°) y esto se asoció a una mayor incidencia de embolismo cerebral (37,5% vs 5% del resto, p=0,018). La presencia de IVIG se detectó en 28/52p (54%), en 15p en forma de IVIG aórtica, en 10p como IVIG mitral y en los 3 restantes, insuficiencia de ambas válvulas. La IVIG solo se asoció significativamente a una mayor incidencia de insuficiencia cardiaca (82% vs 46%, p=0,006). Por último, la presencia de CPA se observó en 11 de los 52p (21%), siendo la más frecuente el absceso paravalvular (8/11p). Las CPA no se asociaron significativamente con la ocurrencia de ninguna complicación clínica específica pero sí con la mortalidad hospitalaria (46% si CPA vs 17%, p=0,047).
Conclusiones: En nuestro medio, la rentabilidad diagnóstica del ETT fue adecuada y el ETE resultó ser una herramienta muy útil para predecir complicaciones específicas como la IC o los embolismos cerebrales, e incluso la mortalidad hospitalaria en el caso de las complicaciones perianulares.