La enfermedad renal crónica, con deterioro de la función renal, se encuentra asociada a un incremento del riesgo cardiovascular en una proporción muy considerable. Este hecho, que ya fue constatado hace ahora unos 15 años1,2 es debido a una constelación de distintos factores, de los cuales la dislipidemia es uno bien conocido. De hecho, la dislipidemia es un factor de riesgo muy frecuente en estos pacientes con deterioro crónico de la función renal, a pesar de lo cual se encuentra infradiagnosticada, infratratada y, consecuentemente, infracontrolada.
Esta situación ha generado que la insuficiencia renal crónica sea considerada de alto o muy alto riesgo, y se señalan objetivos de CLDL inferior a 100mg/dl o a 70mg/dl, dependiendo del grado de deterioro de la filtración glomerular3,4. Conocido, como es, el efecto beneficioso del tratamiento con fármacos hipocolesterolemiantes (particularmente estatinas) en la población en general, y muy especialmente en la población de alto/muy alto riesgo5, la pregunta que cabe formularse es si en los pacientes con insuficiencia renal crónica son, asimismo, eficaces los tratamientos con estatinas.
A este respecto es preciso señalar que un primer metaanálisis publicado en el año 20086 ponía de manifiesto la evidencia disponible sobre los resultados satisfactorios del tratamiento con estatinas en estos enfermos. No obstante, el estudio de los diferentes ensayos clínicos no resulta fácil, porque son pocos los realizados en poblaciones originariamente con insuficiencia renal, mientras que la información más abundante queda recogida en el análisis de subgrupos con insuficiencia renal crónica dentro de las poblaciones sometidas a intervención con tratamiento hipocolesterolemiante.
Recientemente se ha publicado un nuevo metaanálisis7 que incluye 18 ensayos clínicos en adultos. De ellos, 5 ensayos se han realizado exclusivamente en población con insuficiencia renal ceónica, mientras que los otros 13 son análisis de subgrupos poblacionales de grenades estudios de intervención. Por otra parte, 16 del total de los estudios se refieren a tratamiento con estatina aislada, mientras que 2 incluyen tratamiento con estatina y ezetimiba. Los resultados demuestran que es posible detectar un beneficio clínico evidente en los pacientes con insuficiencia renal crónica tratados con estatinas, en los que se evidencia una reducción del 18% en la mortalidad de origen coronario, una reducción del 22% en los accidentes cardiovasculares y –paralelamente- un descenso del 26% en la aparición de infarto de miocardio. Todo ello sin incremento en los efectos adversos con respecto a los grupos no intervenidos, y con una muy escasa incidencia de efectos adversos graves. En consecuencia cabe señalar que el tratamiento con estatinas en los enfermos con insuficiencia renal crónica es eficaz, en términos de beneficios clínicos cardiovasculares, y segura.
Una cuestión adicional es si este beneficio es dependiente o no del grado de deterioro de la función renal. Merece la pena destacar un metaanálisis en pacientes en hemodiálisis8 y otro en pacientes trasplantados9 en los que se pone en duda dichos beneficios. También recientemente se ha publicado un nuevo metaanálisis en el que se demuestra que el beneficio potencial es dependiente del estadio clínico del deterioro del filtrado glomerular, a pesar de que se produzca de manera sistemática un descenso significativo de las cifras de colesterol10. En efecto, en los pacientes que no recibieron diálisis (se analizaron en conjunto ensayos estudios que incluyen a más de 50.000 individuos) se produjo un descenso significativo en la mortalidad total (19%), en la mortalidad de origen cardiovascular (22%) y en los accidentes cardiovasculares (24%), mientras que en aquellos pacientes sometidos a diálisis tales reducciones no fueron significativas (4, 6 y 5%, respectivamente).
En suma, las evidencias actuales establecen claramente que el tratamiento de la dislipidemia en los pacientes con insuficiencia renal crónica es, además de seguro, eficaz; y que se encuentra especialmente indicado en sujetos no dializados previamente. Un estudio cuantitativo muestra cómo sería preciso tratar a 1.000 personas con insuficiencia renal crónica sin diálisis previa para evitar 5 muertes cada año por causa cardiovascular.