El síndrome metabólico (SMet) comprende un conjunto de alteraciones (obesidad, dislipemia, presión arterial elevada y resistencia a la insulina) que confieren un elevado riesgo de sufrir enfermedad cardiovascular y diabetes tipo 2. Existe un cierto escepticismo en cuanto a la utilidad del concepto de SMet en asistencia primaria, entre otras razones porque el riesgo cardiovascular asociado al SMet no es superior que el que se obtendría sumando el riesgo atribuible a cada uno de sus componentes1. Sin embargo, la presencia de SMet es un buen predictor de la incidencia de enfermedad cardiovascular y, en especial, de diabetes tipo 22. Por otra parte, si el diagnóstico de SMet se realiza de forma temprana, la instauración de sencillos cambios en el estilo de vida puede reducir el nivel de riesgo y evitar la necesidad de intervención farmacológica. Por tanto, desde el punto de vista clínico, es importante disponer de marcadores que permitan evaluar de forma rápida y fiable la evolución del SMet, la eficacia de la intervención terapéutica, y en su caso poner en evidencia una posible regresión de la misma. Entre los más estudiados destaca la proteína C reactiva, un marcador muy sensible de inflamación sistémica asociado con todos los componentes del SMet3. Sin embargo, no se ha podido demostrar claramente un efecto causal de la proteína C reactiva sobre la aparición de SMet. También la adiponectina, una hormona producida por el tejido adiposo cuya expresión resulta reducida en la obesidad, lipodistrofia, resistencia a la insulina y diabetes tipo 2, se ha propuesto como marcador de SMet4. Recientemente se ha observado que los individuos con SMet presentan niveles elevados de biomarcadores de función cardíaca, que pueden ser clínicamente relevantes para la evaluación del riesgo cardiovascular5.
Existen varias razones que sugieren que la FABP4, uno de los componentes de la familia de fatty acid binding proteins, puede ser también un marcador del desarrollo y evolución de SMet. En primer lugar, FABP4 se expresa mayoritariamente en los dos tipos celulares implicados en el desarrollo de dicho síndrome, adipocitos y macrófagos6. El papel de los adipocitos resulta clave, ya que la obesidad y especialmente la obesidad central, precede la aparición del resto de componentes del SMet7,8. Es evidente que el tejido adiposo no es únicamente un almacén inerte de lípidos, sino que funciona como órgano endocrino, que produce y libera a la circulación diversas moléculas bioactivas9, entre ellas la FABP410. En cuanto a los macrófagos, presentan similitud con los adipocitos en cuanto a biología y función, y actúan de forma sinérgica con estos en las fases iniciales de desarrollo del SMet, especialmente debido a su capacidad de infiltrarse en el tejido adiposo y amplificar y perpetuar las reacciones inflamatorias11.
En segundo lugar, diversos estudios tanto in vitro como en modelos animales y en humanos indican que la FABP4 puede constituir un nexo de unión entre inflamación, obesidad y síndrome metabólico. Así, estudios en ratones knockout para FABP4 demuestran que la ausencia de este gen protege frente al desarrollo de resistencia a la insulina y aterosclerosis12–15. Por último, estudios recientes demuestran que la deficiencia de FABP en adipocitos reduce la expresión de citocinas inflamatorias en macrófagos, y su deficiencia en macrófagos conduce a un aumento de la señalización de insulina y la captación de glucosa en adipocitos16.
Pero FABP4 no es únicamente un mediador que interrelaciona obesidad, inflamación y resistencia a la insulina. Como se ha comentado, los adipocitos producen y secretan FABP4 al medio, y aunque se desconoce la función de la FABP4 plasmática algunos autores sugieren que podría tratarse también de un marcador del desarrollo de síndrome metabólico10,17. Así, en estudios poblacionales en asiáticos, los niveles circulantes de FABP4 predijeron la incidencia de SMet independientemente de la adiposidad y la resistencia a la insulina17. Sin embargo, no todos los estudios han podido demostrar esta asociación, debido a factores étnicos o al propio diseño del estudio. Desde hace ya algunos años, el grupo de investigación en Lípidos y Aterosclerosis de la Universitat Rovira i Virgili ha realizado importantes aportaciones en este sentido, demostrando que existe una correlación entre las concentraciones plasmáticas de FABP4 y diabetes tipo 218, dislipemia diabética19, disfunción renal20, lipodistrofia21, hiperlipemia familiar combinada22 o disfunción endotelial23. En el presente número de Clínica e Investigación en Arteriosclerosis, se presenta un estudio de este grupo en el que se da un paso más, sugiriendo el posible valor de FABP4 como predictor de la regresión de SMet tras una intervención basada en cambios en el estilo de vida24. En otros estudios, la reducción de los niveles plasmáticos de FABP4 en niños25 o mujeres obesas26 tras intervenciones basadas en el ejercicio físico se correlacionaron de forma significativa con los cambios en el índice de masa corporal y el porcentaje de grasa corporal; además, no se encontró una correlación positiva entre FABP4 y marcadores de SMet25. En cambio, en el estudio de Cabré et al24 la variación en los niveles de FABP4 fue el único parámetro asociado a la regresión de SMet de forma independiente a cambios en la adiposidad.
Aunque algunos estudios sugieren que FABP4 tiene un papel causal en patologías relacionadas con el SMet como la diabetes tipo 227, no está claro si los niveles elevados de esta proteína son una consecuencia o una causa de la propia patología. Estudios longitudinales con un mayor número de pacientes son necesarios para establecer relaciones causales entre FABP4 y SMet. Por otra parte, en el estudio de Cabré et al24 no se ha confirmado el valor de FABP4 como predictor del desarrollo de SMet. Es evidente, por tanto, que se necesitan más estudios para clarificar el papel de FABP4 como biomarcador de SMet, ya que de forma ideal debería proporcionar tanto información diagnóstica como pronóstica, y a partir de la determinación de sus niveles en plasma debería poderse predecir tanto la progresión como la regresión de la patología. Por el momento, en base a los estudios realizados, podemos afirmar que FABP4 es una molécula prometedora como indicador de la evolución de SMet, que podría convertirse en un parámetro clínicamente relevante en el futuro.