INTRODUCCIÓN
La sexualidad y los conflictos sexuales entran en el abordaje global de la salud que debe realizar la medicina de familia, apoyándose en la ginecología y en otras disciplinas. Hablar de la sexualidad como un aspecto más de la salud nos permitirá acercarnos a los aspectos psicosociales, valorar el grado de satisfacción vital y detectar problemas1.
Las disfunciones sexuales abarcan diferentes formas de incapacidad para participar en una relación sexual deseada. Según los casos, se trata de una falta de interés, una imposibilidad de sentir placer, un fracaso en la respuesta fisiológica necesaria para la interacción sexual o una incapacidad para controlar o sentir el orgasmo.
Los consensos clínicos prefieren utilizar los subtipos que proporciona el manual diagnóstico y estadístico de trastornos mentales en su texto revisado (DSM-IV-TR)2 para indicar el inicio, el contexto y los factores etiológicos asociados a los trastornos de disfunciones sexuales.
Para Master y Johnson (1970)3 un 50% de las parejas heterosexuales presenta alguna disfunción sexual. Frank, Anderson y Rubistein (1978)4 establecen una prevalencia de disfunciones sexuales en parejas de un 40% para los varones y un 60% para las mujeres. Posteriormente Nathan (1986)5 mantiene unas cifras del 15% en varones y del 35% en mujeres.
Frecuentemente, las pacientes que presentan algún tipo de disfunción sexual, especialmente disminución del deseo sexual y trastornos de la excitación, achacan su problema a agotamiento físico, estrés psíquico, condiciones sociales o laborales difíciles, problemas de pareja, abuso de alcohol y efectos secundarios de medicamentos. No obstante, en la valoración de estas pacientes se ha de investigar la presencia de factores de riesgo cardiovascular, enfermedades orgánicas y trastornos mentales concomitantes6.
Los diversos estudios acerca de disfunciones sexuales sugieren que alrededor del 20-25% de los casos se deben al uso de sustancias o fármacos de uso común en la consulta de atención primaria7, por lo que se hace necesario preguntar acerca de estos problemas a las pacientes que toman medicamentos que pueden interferir en la función sexual para, entre otras cosas, evitar el rechazo de las pacientes y el consiguiente abandono del plan terapéutico.
Las disfunciones femeninas son las más prevalentes, sin embargo las disfunciones que más se consultan en los centros sanitarios son las que afectan a varones, concretamente la disfunción eréctil (a pesar de que la más frecuente en el varón es la eyaculación prematura). Uno de los estudios más relevantes para calcular la prevalencia de las disfunciones femeninas es el realizado mediante la encuesta de salud de Estados Unidos en 1.749 mujeres (1999)8, en el que se observa que el 43% de ellas presenta alguna disfunción sexual cuando se consultaba acerca de los últimos 12 meses.
Nuestro propósito es acercarnos a la realidad de las disfunciones sexuales femeninas en atención primaria para evaluar su impacto en la calidad de vida y en su salud, así como para derivar, en su caso, a estas pacientes para su atención especializada, en los supuestos que lo precisen.
El objetivo de este trabajo es detectar, en atención primaria, la disfunción sexual femenina y su relación con las distintas etapas de la vida.
Secundariamente se valora su estado de salud y hábitos de vida.
MATERIAL Y MÉTODO
Estudio longitudinal, observacional, abierto y multicéntrico, para analizar las disfunciones sexuales femeninas en atención primaria, utilizando el cuestionario validado sobre salud y disfunción sexual femenina (SyDSF-AP) (anexo 1).
El tamaño muestral necesario era de 369 (para una respuesta estimada del 40%9 y con una precisión a = 0,05). La inclusión ha sido consecutiva en un período de 3 meses, con el único criterio selectivo de ser mujer mayor de 18 años y que aceptara realizar el cuestionario.
RESULTADOS
Se recogieron un total de 403 cuestionarios (63,15%) de los 638 entregados en los 4 centros de salud participantes en el estudio, que representan diversas características sociodemográficas (rural, semiurbano, urbano y metropolitano de población comprendida entre 3.900 y 350.000 habitantes).
Datos sociosanitarios
La edad promedio de las participantes fue de 48 años (desviación estándar [DE], 16). El estado civil era mayoritariamente casadas (67,25%) y el 94,79% (382) con pareja estable en los últimos 6 meses. El número de embarazos medio era de 1,71 y el número de hijos era de 1,6. El nivel educacional estaba ampliamente distribuido en ninguno (21,2%), primarios (49,05%), secundarios (18,30%) y superiores (11,45%), y la situación laboral era activa en 234 participantes, 131 amas de casa y 38 pensionistas.
Respecto a los hábitos saludables, fumaba el 52,36%, consumía alcohol el 30,52% y realizaba ejercicio físico el 19,6%.
El 42,68% manifestó que no había presentado ninguna enfermedad en los últimos 6 meses y el 58% recibió algún tipo de tratamiento médico en el mismo período (87 tomaban anticonceptivos orales). Presentaban hipertensión arterial (HTA) 87 mujeres (21,59%), diabetes mellitus 26 (6,45%), hipercolesterolemia 76 (18,86%), artrosis 54 (13,4%) y trastornos ansiosos y/o depresivos 132 (32,75%).
Salud sexual
Las respuestas sobre una escala Likert se muestran en la tabla I.
Desencadenantes de problemas sexuales
El 50,02% (202) de las mujeres encuestadas ha contestado este apartado y los datos se recogen en la tabla II.
Puntuación a la pareja
La puntuación media que conceden estas mujeres a sus parejas es de 7,12 puntos (4-10).
Comentarios
Realizados por el 7,94% de las encuestadas, se describen como:
Influencia negativa del estrés, 23,4%.
Influencia de los hijos, 17,23%.
Problemas por actitud egoísta de la pareja, 31,25%.
Dificultades por los fármacos, 12,5%.
Les gustaría consultar con un sexólogo, 6,25%.
Otras, 9,37% (sentimiento de culpa, ausencia de dialogo, el problema es de su pareja).
CONCLUSIONES
Si bien se consiguió un número de cuestionarios superior al tamaño muestral requerido, la principal limitación de este estudio es el desconocimiento de los problemas y disfunciones sexuales del 36,85% de las mujeres que no entregaron el cuestionario, por lo que no se pueden inferir estos resultados a la población general. No obstante, se entiende que esa dificultad no invalida el objetivo de detectar las disfunciones sexuales femeninas en atención primaria.
Una de las conclusiones es la aparente discordancia entre la valoración a la pareja y el que 7 de cada 10 mujeres podrían prescindir de la relación sexual, que entendemos es debida a que en la sexualidad femenina son muy importantes la comunicación y el cortejo, como refieren en los comentarios al achacar los problemas de sexualidad a la actitud egoísta de su pareja.
Aunque para los profesionales es muchas veces un tema difícil de tratar por las barreras morales y culturales10, por el componente emocional que conlleva y por la escasa formación pre y posgrado en sexología, la utilización de un cuestionario autoadministrable favorece la sinceridad en las respuestas al preservar su intimidad y permite la exploración de la salud sexual en un corto período.
A pesar de que algunos autores opinan que las disfunciones sexuales femeninas no son un problema de salud11,12, la realidad nos muestra que las cifras de prevalencia son muy elevadas y que tienen un importante impacto en el contexto sociofamiliar y de pareja de las mujeres, puesto que la sexualidad femenina trasciende la respuesta sexual genital1, de manera que cuando se presenta una mujer con disfunción sexual en atención primaria se debe indagar acerca de conflictos vitales, personales o de pareja y realizar un abordaje integral.