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Vol. 48.
Páginas 272-273 (enero 2013)
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Sara Sefchovich
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Carlos Monsiváis convirtió en objetivo de su vida recoger lo que pasaba en México para construir un panorama de lo que es el país y lo que son los mexicanos: “Darle voz a este país que informe y caóticamente va creciendo entre las ruinas del desperdicio burgués y la expansión capitalista”, escribió en alguna parte. De ahí que se dedicara a cronicar cómo viven las gentes, cómo se divierten, cómo se organizan y luchan, qué miran, oyen y leen, cuáles son sus ídolos.

En sus crónicas está “La Patria” con todo y líderes charros que la acompañan, políticos que la habitan, ricos que la despojan, escritores que la relatan, militantes que la quieren salvar. Con él aprendimos a escuchar a Pedro Infante y a leer a Guillermo Prieto, a bailar en los antros y a ver cine nacional; recorrimos la ciudad y conocimos a quienes, como él decía, “ejercían la democracia desde abajo y sin pedir permiso”. Con Monsiváis pudimos entrar en todos los mundos: el de “las minorías de vanguardia” y el de “las mayorías astrosas”, como él mismo los clasificaba.

La suya era una descripción, pero también una acusación: el verdadero fondo de los problemas de México son los sindicatos corruptos, los sueldos de hambre, las transas, las mentiras, la inexistencia de leyes que protejan, la falta de alternativas, el despojo, la represión. El mexicano no es esa criatura del descuido, el relajo, el fatalismo y la ineptitud que nos han querido hacer creer, sino el resultado de un capitalismo voraz y depredador.

Monsiváis mostró a la sociedad en movimiento, amplió los límites de lo que se consideraba cultura, cronicó un amplio espectro de hechos y procesos, de individuos y grupos, y lo hizo con una prosa que transformó la manera de escribir y de pensar en México. ¿Qué fue antes, el lugar común o la frase del Monsi?

Él nos enseñó a mirar, a leer, a pensar; nos rompió los esquemas y los límites; nos abrió a nuevos temas y, sobre todo, nos quitó esa solemnidad pesada a que tan afectos hemos sido. Alegre, irónico, divertido, pero también enojado y hasta deprimido, vió y escuchó todo, explicó y criticó todo, con una inteligencia lúcida que iba derivando de lo que parecía fugaz lo que resultaba definitivo, y de lo que parecía superficial lo más profundo, y fue construyéndole un sentido y una historia a nuestra manera de ser y a nuestro hacer y todo eso con un estilo absolutamente original, tan complejo que ni siquiera ha podido tener imitadores. Por eso Octavio Paz dijo que Monsiváis “es un género en sí mismo”.

Uno de sus temas es el que nos reune hoy: el feminismo. Monsiváis fue un compañero de ruta y un impulsor, pero, sobre todo, fue el primero que entendió, antes que las feministas mismas, que se trataba de la revolución cultural más importante del siglo xx; como dijo Alain Touraine, que triunfó antes de conseguir sus objetivos, por el hecho mismo de que sus premisas ingresaron en la mente y en la cultura al punto, recordemos, que hasta los más rejegos empezaron a hablar de “los niños y las niñas”, y a hacer por esconder su misoginia.

La vida, lo sabemos, da vueltas increíbles: hace casi un cuarto de siglo le pedí a Monsi que escribiera un blurb para mi primera novela, y hoy me pidieron a mí que hiciera lo mismo para este libro. Jamás imaginé que eso sucedería y menos aún que él ya no estaría para verlo.

Hoy hemos sido convocadas aquí por Marta Lamas y por la editorial Océano en calidad de amigas del Monsi. Confieso que no me siento digna de ponerme ese sombrero. Porque lo que fui y soy su admiradora; cada vez que lo vi o lo escuché hablar, cada vez que se publicó un libro suyo o que me tocó en suerte participar juntos en algún evento, mi corazón latía con fuerza, porque su inteligencia y su humor me desarmaban.

Cuando Monsi vivía, siempre supe que era ubicuo o que tenía dobles o que usaba fotocopias de sí mismo porque estaba anunciado en tres lugares a la misma hora. Ahora que ya no está con nosotros descubro que ese ser suyo múltiple era también en su escritura, porque siguen apareciendo libros con sus textos y estos no parece que se vayan a terminar. ¿Cuánto escribió Monsiváis? ¿O será que desde donde está sigue haciéndolo, porque sabe que extrañamos y necesitamos sus palabras y sus ideas?

Copyright © 2013. Universidad Nacional Autónoma de México, Programa Universitario de Estudios de Género
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