Al inicio del siglo XIX la estructura celular del cuerpo humano era bastante conocida, gracias, entre otros, a los avances de la microscopia óptica destacando en este punto la figura de Santiago Ramón y Cajal. En Francia el nombre más señero pertenece a Claude Bernard (1813-1878). En su obra maestra Introducción a la medicina experimental (1865) mostraba su línea de pensamiento: “el progreso de la medicina debe basarse en la fisiología experimental”. El siglo XX ha sido pródigo en avances médicos. El progreso se ha reforzado gracias a la comunicación y la difusión del conocimiento: publicaciones, conferencias, congresos, simposia, medios informáticos, computadoras y la reciente aportación de la electrónica. En la primera mitad del siglo se hizo énfasis en las infecciones, la embriología y la nutrición. Pasada la Segunda Gran Guerra vieron la luz los avances en la biología celular, la bioquímica y la fisiología, que permitieron medios diagnósticos más precisos, terapéuticas más eficaces y la irrupción de procedimientos no invasivos capaces de “ver” la intimidad de los órganos (ultrasonidos, tomografía axial computarizada y la resonancia magnética nuclear, entre otros).
El internista inició su proyección clínica a finales del XIX y surgía por la necesidad planteada de comprender al enfermo como un todo; aunque el especialista posee la solución a numerosas situaciones específicas y concretas, es el internista el más idóneo para entender integralmente la patología evitando la atomización, y el babelismo de saberes; porque los procesos no son, genuinamente “puros”, entendiendo así la afectación exclusiva de sólo un órgano o aparato.
William Osler aparentemente tomó prestado el término “medicina interna” de los alemanes, que comenzaron a usarlo en 1880; Innere, en la Innere Medizin alemana se dice que fue empleado para corregir la concepción errónea de que estos médicos sólo consideraban los aspectos clínicos. El término “interna” en “medicina interna” no se referiría al interior del cuerpo humano, como normalmente se pensaba, sino más bien a un concepto que provenía de la ciencia experimental. En otras palabras, la medicina interna significaba ir a la base esencial de los signos y síntomas de la enfermedad, usando métodos experimentales más que consideraciones dogmáticas o empíricas.
Los orígenes y desarrollo de la medicina interna española ha sido la consecuencia natural de la evolución y crecimiento de la medicina interna en los principales países occidentales. Los internistas españoles –que venían demostrando probidad y eficacia desde tiempo atrás- se incorporaban, con cierto retraso, explicable por las heridas del fratricida conflicto nacional, a la medicina en Europa. La década de los cincuenta fue una etapa fructífera en España en los campos científico, cultural, artístico, deportivo y de creciente relación con los países de nuestro entorno.
En la década de los setenta la medicina interna vivió momentos de zozobra por el confusionismo creado por la irrupción de las especialidades médicas nacidas, a su vez del tronco común de la medicina interna. Se produjo una “fuga” de internistas hacia las nuevas disciplinas, así como un descrescendo de recursos personales y materiales. Precisamente, el profesor Jiménez Díaz había fomentado el desarrollo de las especialidades, pero sin por ello relegar a la medicina interna a un plano secundario.
Este preámbulo sigue para comprender mejor la “visión integrada” de la medicina, por ejemplo, en el alambicado mundo de la hipertensión arterial; una patología que se enmarca en el plano cronológico y clínico en el otoño del siglo XIX.
De los hechos históricos cabe recordar en 1836 a Richard Brights (1789-1858) considerado uno de los “padres” de la nefrología al publicar una brillante casuística, sobre pacientes atendidos por él (Reports of Medical Cases) que presentaban edemas y proteinuria, datos que sirvieron para designar a la patología que lleva su nombre como: nefritis o enfermedad de Bright. En 1898 se descubrió el sistema renina-angiotensina; Pick en 1912 aportaba un tumor de médula adrenal (feocromocitoma); y, otras enfermedades que se expresan en la tablas 5 and 6.
Algunas efemérides sobre la hipertensión arterial
Año | Autor | Asunto |
1922 | Labbé | Hipertensión paroxística por tumor adrenal |
1926 | MacKenzie | Hipertensión: un proceso inclasificable |
1927 | Horace Mayo | Tumor retroperitoneal |
1929 | Pincoff | Cirugía de un feocromocitoma |
1936 | Vaquez | La presión normal y patológica |
1955 | Pickering | El concepto de hipertensión arterial |
Algunas sociedades científicas sobre la hipertensión arterial
Sociedad Internacional de Hipertensión (International Society of Hypertension) |
Sociedad Americana de Hipertensión (American Society of Hypertension) |
Sociedad Europea de Hipertensión (European Society of Hypertension) |
Sociedad Española de Hipertensión y Liga Española para la Lucha contra la Hipertensión |
Instituto Nacional del Corazón (EE.UU) (National Heart Institute, USA) |
El origen o etiología de la hipertensión es un laberinto –que la concisión del texto impide desarrollar-, dado que conviven teorías complementarias y opuestas; ¿es un trastorno químico?, ¿la hipertensión, es un síntoma, un signo, síndrome o una enfermedad?; más bien puede hablarse de una patología holística. Son estas algunas de las circunstancias que explican la dificultad terapéutica de alcanzar en los pacientes el objetivo deseable: PA: < 130/80mmHg.
En el tratamiento se consideran, grosso modo, cuatro períodos: a) “Prehistoria”, ausencia de metodología, de eficacia y de objetivos; b) Edad Media, primeras victorias, papel de la cirugía; c) Renacimiento, los fármacos sustituyen a la cirugía; y, d) Época actual, nuevas moléculas, tratamiento individualizado, investigación, y ensayos clínicos, entre otros aspectos.
Por otro lado, el futuro plantea numerosas interrogantes: a) ¿la enfermedad es única o múltiple?; b) papel de los estudios genéticos, c) el diagnóstico precoz, d) la búsqueda de moléculas más eficaces y mejor toleradas, e) diagnóstico y terapéutica individualizados.
En suma, son muchas las incógnitas pendientes de resolver en el futuro inmediato, pues, lo conocido actualmente sobre la hipertensión como sobre otras patologías es a todas luces insuficiente1-3.
Presentado XXXIII Congreso Anual de la SEDYT. Granada, 13 de mayo de 2011.