Sr. Director:
Hemos leído con gran interés el caso de Crespo y Malmierca 1 recientemente publicado en GASTROENTEROLOGÍA Y HEPATOLOGÍA, en el que se resalta que es frecuente encontrar valores elevados de CA 125 en pacientes con hepatopatía crónica y ascitis. Nuestro grupo efectuó un estudio en el que se describía el comportamiento de diversos marcadores tumorales, entre ellos el CA 125, en la cirrosis hepática y el carcinoma hepatocelular, que se presentó en el 11th World Congress of Gastroenterology 2,3 . Las principales conclusiones obtenidas se resumen a continuación y ofrecen una información complementaria en este tema. Se realizó un trabajo prospectivo con un total de 147 enfermos ingresados en nuestro servicio entre 1995 y 1997 con los diagnósticos de cirrosis hepática (n = 68), carcinoma hepatocelular (CHC; n = 30) y un grupo control con diversas enfermedades digestivas benignas (n = 49), fundamentalmente hemorragia digestiva de causa péptica. En todos los pacientes se determinaron los valores séricos de CA 125, antígeno carcioembrionario, CA 19.9 y CA 15.3. Se utilizó el test de la t de Student para la comparación de medias. En los resultados obtenidos se observó que las cifras de CA 125, CA 19.9, CA 15.3, pero no las del antígeno carcinoembrionario, estaban frecuentemente alteradas en la cirrosis y el CHC (tabla I), lo que limitaría su especificidad diagnóstica en este grupo de pacientes. Se apreció que en la cirrosis las concentraciones séricas se correlacionaban de forma positiva con el deterioro funcional hepático, siendo el CA 125 el que mostraba una relación más clara con el grado funcional de Child-Pugh (Child-Pugh A frente a C: 22,8 ± 17 y 422 ± 412 U/ml, respectivamente; p < 0,001). Asimismo, los valores fueron mayores comparativamente en los pacientes que durante el seguimiento posterior fallecieron (285,7 ± 180 U/ml) que en los que sobrevivieron (114,9 ± 277 U/ml) (p < 0,05). Por último, se observó que el CA 125 alcanzaba sus cifras más elevadas en el CHC, por lo que se evaluó su eficacia diagnóstica en comparación con la alfafetoproteína sérica. La sensibilidad, la especificidad, los valores predictivos positivos y negativos de una concentración sérica de alfafetoproteína sérica igual o mayor de 10 ng/ml en el diagnóstico del CHC fueron respectivamente del 63, el 87, el 68 y el 84%, mientras que para un valor de CA de 125 35 U/ml o mayor fueron del 87, el 44, el 41 y el 88%. Por tanto la alfafetoproteína, que mantiene una elevada especificidad, adolece de una limitada sensibilidad. Por el contrario, el CA 125, que en esta serie resulta más sensible, podría servir como una determinación de primera línea en la vigilancia (surveillance) de la cirrosis para el diagnóstico temprano del CHC. En conclusión, en los pacientes con cirrosis hepática y/o CHC está limitada la especificidad de los marcadores tumorales en el diagnóstico de las neoplasias extrahepáticas. Aunque se trata de resultados preliminares, dada la relación apreciada entre los valores de CA 125 y la función hepática, su determinación parece ofrecer información pronóstica. Por último, debería confirmarse la utilidad del CA 125 en el diagnóstico del CHC estableciendo si resulta un complemento a la clásica alfafetoproteína sérica.
TABLA I. Valores de los marcadores tumorales en los diferentes grupos diagnósticos y comparación de las medias