Actualmente estamos en un mundo globalizado, en el que las informaciones o noticias se obtienen al instante, en el minuto a minuto, gracias a los avances de la tecnología; de la misma forma, la interacción social se ve amplificada por el uso de las redes sociales. Esta costumbre de obtener la información de manera inmediata hizo que desde inicio de la alerta sanitaria por la pandemia de la COVID-19 se esparciera a un ritmo acelerado una gran oleada de informaciones contradictorias que crearon pánico y confusión en la población en general.
En diciembre de 2019 en Wuhan (China) se reportó una serie de casos de neumonía de origen desconocido, que fue después identificada como la enfermedad por coronavirus 2019 (COVID-19), causada por el virus del síndrome respiratorio agudo severo tipo-2 (SARS-CoV-2), vinculado al agente etiológico del SARS1. El 11 de marzo del 2020, la Organización Mundial de la Salud declaró como pandemia la COVID-192.
El periodista y experto en política exterior David Rothkopf determinó que durante la epidemia del SARS del año 2003, el incremento de información dilató el deterioro social, económico y de salud pública ocasionado por la infección. A este incremento lo denominó infodemia, que definió como la información asociada con miedo, especulación y rumores, amplificada y transmitida rápidamente por las modernas tecnologías de la información y que afecta negativamente la economía, la política y la seguridad de manera desproporcional a la realidad2.
No obstante, ¿cuándo empezó la infodemia?, ¿desde el inicio per se de la pandemia o después? ¿La desinformación es lo único necesario para crear el estado alarma que se ha generado en la sociedad? De toda esta información disponible actualmente, ¿cuál es la correcta? ¿Puede agravar o empeorar la infodemia la evolución de la pandemia? Sin desmeritar la importancia que tiene la pandemia y los estragos que está causando en todo el mundo, modificando de diversas maneras el estilo de vida de la ciudadanía y el coste que supone en vidas humanas, cabe agregar que las noticias que se repiten una y otra vez en los diferentes medios de comunicación, desde los canales de noticias hasta redes sociales y páginas webs con relación a la COVID-19, provocan sensación de angustia, ansiedad, desconfianza y temor, lo que no ayuda, precisamente, a lograr que la población siga las recomendaciones más adecuadas ni de manera individual ni colectiva.
«No solo estamos luchando contra una epidemia; luchamos contra una infodemia», dijo el director general de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus3.
Uno de los aspectos más problemáticos de una infodemia es que crea una sobrecarga de información que conduce a la fatiga de los usuarios en línea; la capacidad del usuario para prestar atención a la información es limitada y tiende a agotarse con rapidez. Si los ciudadanos no comprenden de forma apropiada lo que deben hacer en una situación de pandemia, las medidas gubernamentales serán ineficaces. Las noticias falsas son ahora el nuevo frente en la batalla contra la COVID-194.
Conflicto de interesesLos autores no declaran ningún conflicto de interés.