La pobreza constituye un enorme problema social y sanitario en nuestra sociedad occidental y está considerada como el principal factor de riesgo para la salud en el mundo1,2, cuya prevalencia, lejos de disminuir, va en aumento3. La pobreza se ha relacionado con determinados hábitos y estilos de vida perjudiciales para la salud, como el consumo de alcohol4, de tabaco5, el sedentarismo6 y las drogadicciones7, y por otra parte con muchas enfermedades como las infecciones8, la obesidad6,9 o la hipertensión arterial10. También se ha descrito una posible asociación entre la población económicamente más desfavorecida y una mayor severidad del infarto agudo de miocardio (IAM) en el momento del ingreso en el hospital11, una mayor morbilidad12 así como una menor utilización de los recursos sanitarios, tanto en el acceso a los servicios de urgencia y las unidades coronarias como en la realización de angiografías y cateterismos coronarios13. Como último ejemplo (y con ello no se completa la relación de enfermedades relacionadas con la pobreza), se ha publicado recientemente que la pobreza en sí misma constituye un factor de riesgo tanto para la osteoporosis como para las fracturas osteoporóticas14.
La relación entre pobreza y salud es tan evidente1-3 que los Objetivos de Desarrollo del Milenio de la OMS sitúan a la salud en el corazón del desarrollo y representan una serie de compromisos contraídos por gobiernos del mundo entero para contribuir con más ahínco a reducir la pobreza y el hambre. La pobreza no es un problema exclusivo de los países del Tercer Mundo y constituye un grave problema en España.
El Instituto Nacional de Estadística (INE) realizó por primera vez en el año 2004 la encuesta de condiciones de vida (ECV). Los primeros datos se dieron a conocer en diciembre de 2005 y en los mismos se comprobó que el 20,9% de y el 18,6% de los hombres estaban por debajo del umbral de pobreza relativa. Esta tasa es mayor en el caso de los hogares formados por ancianos, familias monoparentales (en ambos casos destacan las mujeres) y familias numerosas y ha aumentado sobre todo entre las mujeres3. La tasa de pobreza relativa es el porcentaje de personas que está por debajo del umbral de pobreza, medido éste como el 60% de la mediana de los ingresos por unidad de consumo de las personas. La mediana es el valor que, ordenando a todos los individuos de menor a mayor ingreso, deja a una mitad de los mismos por debajo de dicho valor y a la otra mitad por encima. Por tanto, por tratarse de una medida relativa, su valor depende de cómo se distribuya la renta entre la población.
En la actualidad, el problema de la pobreza, lejos de solucionarse, es previsible que aumente a corto plazo. La actual crisis económica que azota tanto a nuestro país como al resto del mundo ha producido un notable incremento en el desempleo y producirá inexorablemente un incremento de la población que caiga por debajo del umbral de la pobreza. Así, recientemente, el INE ha publicado una nota de prensa con los resultados provisionales de la ECV de 2009 en la que, además de mantenerse la proporción de hogares cuyos ingresos están por debajo del umbral de pobreza, constató el empeoramiento de otras muchas variables, como por ejemplo el porcentaje de hogares que no tenía capacidad para afrontar gastos imprevistos, que en 2009 experimentó un aumento de 5,8 puntos respecto al año anterior, alcanzando el 33,9%, su valor más elevado de los últimos 4 años15.
Es previsible que las mujeres ancianas tristemente lideren el incremento de la pobreza. De hecho, en tan solo 10 años, la proporción de mujeres de 65 y más años que se encuentran por debajo del umbral de pobreza ha aumentado del 19% en el año 2000 al 29,5% en el año 200915,16. No tenemos datos que lo confirmen, pero la situación económica en nuestros días nos hace temer que este proceso continuará empeorando y, con ello, las ancianas quedarán expuestas a un mayor riesgo de enfermedades, tal y como comentábamos al principio de este editorial. Se está exacerbando el fenómeno de la «feminización de la pobreza», descrito por la Unesco hace algún tiempo17.
Por todo ello, en un momento crítico como es el actual, donde los recursos deben racionalizarse más que nunca, es muy importante llamar la atención a las autoridades sanitarias para que establezcan entre sus prioridades la atención a este colectivo, especialmente sensible y frágil.