Hemos leído con atención el trabajo de Ramírez-Moreno et al. recientemente publicado en Neurología, en el cual constatan un incremento de las interconsultas formuladas al neurólogo de guardia por otros compañeros especialistas hospitalarios entre los años 2005 y 20091. El trabajo es innovador porque no conocemos ninguno en España que evalúe la dinámica a lo largo del tiempo que siguen las interconsultas entre facultativos hospitalarios. Uno de los datos que nos ha llamado la atención es que las que proceden del servicio de urgencias (SU) son las que han tenido uno de los crecimientos más marcados durante el periodo, hecho que convirtió a dicho servicio en el principal consultor del neurólogo al final del periodo de estudio.
Podría pensarse que, al haberse realizado el estudio en un único centro, su validez externa es dudosa. Nosotros podemos aportar datos similares, vistos «desde el otro lado» (desde el SU), que confirman los hallazgos de Ramírez-Moreno et al. El SU del Hospital Universitario Donostia tiene informatizadas todas las interconsultas realizadas desde abril del 2004. Hemos realizado un análisis mensual de las formuladas al neurólogo de guardia durante 88 meses consecutivos, hasta febrero del 2013. Así, hemos podido objetivar un incremento constante y estadísticamente significativo de estas interconsultas (fig. 1). Cuando analizamos las causas de interconsulta, observamos que, tanto al inicio (2006) como al final (2012) del período estudiado, la valoración de una focalidad neurológica es la causa líder de estas consultas y que además se ha asistido a un incremento estadísticamente significativo del peso relativo que tiene. Sin duda, desde nuestra perspectiva, este incremento lo justifica la puesta en marcha durante la última década del «código ictus», en el cual los profesionales de los sistemas de emergencias médicas2,3 y de los SU hospitalarios4 han contribuido de forma clave en su implantación. Las sucesivas mejoras terapéuticas y adaptaciones del proceso han elevado, más si cabe, la figura del neurólogo como el de un especialista fuertemente ligado a las necesidades del SU5,6, donde el manejo de las afecciones dependientes del tiempo es una prioridad, máxime si se tiene en cuenta su situación de frecuente saturación y colapso7. Desde la perspectiva de los SU, la relación estrecha y fluida con otros profesionales es imprescindible y redunda en una atención de mayor calidad y a todas luces más segura8,9.
Evolución mensual del número de interconsultas realizadas desde urgencias al neurólogo de guardia (izquierda, análisis estadístico mediante regresión lineal; el mes 1 del eje de abscisas comprende mayo de 2004 y el 88, febrero de 2013) y comparación entre los motivos de consulta del primer año completo de estudio (2006) y el último (2012) (derecha, análisis estadístico mediante el test de la ji al cuadrado).
Los resultados de Ramírez-Moreno et al. y los nuestros deben hacernos meditar acerca de los cambios que, con el paso del tiempo, se producen en las relaciones y dependencias entre los diferentes profesionales que intervienen en una enfermedad. El ictus es una de las más palpables. Así, un profesional cuya participación en el SUH era mucho menos relevante hace una década, se ha vuelto ahora una de las más frecuentes y satisfactorias. Por ello, cualquier aproximación a un conocimiento más profundo de las relaciones entre profesionales y de los elementos que las facilitan y mejoran, como lo es la del trabajo comentado, es necesaria y bienvenida.