Las lesiones arteriales tras artroplastia total de cadera (ATC) primarias son poco frecuentes, con una incidencia del 0,25%. La arteria ilíaca externa e ilíaca común son los vasos más frecuentemente afectados1, y el pseudoaneurisma es la lesión más frecuente2.
Las lesiones vasculares tardías son poco frecuentes y suelen ser debidas a erosión y compresión de la pared vascular de grandes vasos y el pseudoaneurisma es la forma más frecuente de presentación. Las lesiones vasculares agudas se manifiestan en forma de hemorragia severa, mientras que las tardías lo hacen en forma de dolor secundario a la presión de un falso aneurisma, síntomas isquémicos debidos a la obstrucción del flujo vascular2, hipotensión, edema de extremidades, fístula sangrante e incluso parálisis del ciático3.
El pseudoaneurisma se suele presentar en forma de masa pulsátil dolorosa en relación con anemia, semanas o meses tras la intervención quirúrgica. Es debido a una laceración de la pared vascular de una gran arteria y suele presentarse tras cirugía de revisión y, a veces, con infección1; el agente lesional habitual es una espícula de cemento del componente acetabular que erosiona la pared vascular1,3. Las lesiones intrapelvianas secundarias a movilizaciones protésicas son poco frecuentes, ya que el efecto protector de las estructuras vasculares que ejerce el músculo iliopsoas se relaciona con la reacción fibrosa que rodea el componente acetabular en su lenta migración intrapelviana, ambos factores explican la baja incidencia de lesión vascular en protrusiones intrapelvianas.
Se presenta el caso de una mujer de 78 de años con un cuadro de coxalgia derecha de 2 años de evolución. En el estudio radiológico mostraba una coxartrosis avanzada con reabsorción subtotal de la cabeza femoral derecha y ascenso del cuello femoral hacia la región supraacetabular. Se procedió a la colocación de una artroplastia total de cadera derecha no cementada mediante un abordaje anterolateral de Hardinge. Durante el acto quirúrgico se apreció un defecto óseo importante de la pared anterior acetabular. En el control radiológico posquirúrgico se apreció una posición incorrecta del componente acetabular. En el quinto día del postoperatorio se autorizó la sedestación; por precaución, se prohibió la carga, aunque en ningún momento se pensó que el implante no estuviese firmemente posicionado. Al mes fue revisada y se observó ascenso y desplazamiento intrapelviano del componente acetabular. La paciente había cargado, a pesar de la prescripción facultativa de no hacerlo. A los 2 meses, la paciente presentó un cuadro de dolor brusco en la cadera y la pierna derecha relacionado con frialdad e impotencia funcional severa. La exploración detectó la ausencia de pulsos periféricos en esa pierna, y se diagnosticó síndrome isquémico agudo secundario a obliteración iliofemoral derecha, por lo que se realizó una embolectomía transfemoral de urgencia, con lo que recuperó la circulación arterial periférica en esa zona, y se resolvió el cuadro. Un mes después, requirió de nuevo ingreso hospitalario al presentar nuevamente dolor e impotencia funcional sin cortejo isquémico agudo asociado. Se realizó arteriografía previa a la cirugía de revisión y se observó la disección de la arteria femoral común con pseudoaneurisma concomitante en la arteria ilíaca externa (fig. 1). En un primer tiempo quirúrgico conjunto entre cirugía vascular y traumatología se procedió a la extracción del cotilo intrapelviano mediante abordaje retroperitoneal y control del pseudoaneurisma con su disección y anastomosis terminoterminal. En el mismo acto quirúrgico se comprobó el fallo de la anastomosis y se observó ausencia de pulsos periféricos, falta de relleno capilar y baja temperatura distal por lo que se procedió a una trombectoendarterectomía de la arteria ilíaca externa con bypass de ilíaca externa a femoral profunda mediante injerto de Dacron. A las 8 horas, la paciente presentaba un cuadro de frialdad de la extremidad, ausencia de pulsos y mayor dolor; se realizó una trombectomía urgente de la arteria femoral superficial y bypass femorofemoral. La evolución posquirúrgica fue satisfactoria, con pulsos periféricos presentes y recuperación de la temperatura en la pierna. Un mes después, solucionado el problema vascular, se procedió a la extracción del vástago femoral y limpieza acetabular con un abordaje anterolateral de Hardinge; se comprobó un gran déficit de soporte óseo estructural acetabular con pérdida completa del fondo, la pared posterior y la pared anterior (defecto acetabular IIIB de Paprosky)4. Se talló un neocotilo usando un injerto estructural completo tallado sobre aloinjerto de cóndilos femorales que se impactó sobre la región acetabular para solucionar la pérdida ósea. Se colocó un anillo de reconstrucción de Paprosky y un cotilo cementado, además de un vástago modular (fig. 2). La evolución posquirúrgica fue satisfactoria, sin más complicaciones. Al mes de la intervención quirúrgica se autorizó la deambulación con dos bastones. Presentaba buen estado general y controles radiológicos correctos. A los 4 meses se comprobó la permeabilidad del bypass femorofemoral, y la paciente no presentaba signos de claudicación a la marcha y los pulsos periféricos estaban presentes. Actualmente mantiene buena evolución clínica y deambula con un solo apoyo.