En referencia al artículo «Perfil de prescripción farmacológica en pacientes con enfermedades crónicas no neoplásicas en fase avanzada»1, publicado en este número, ante todo resaltar la importancia y el interés del estudio y felicitar a los autores, ya que la polifarmacia constituye un problema de primera magnitud en los ancianos, ocasionando efectos adversos importantes y en número considerable dada la alta prevalencia de la misma, en este sentido todo esfuerzo es poco para conseguir que la prescripción de medicamentos sea la apropiada y necesaria para cada etapa de cualquiera que sea la enfermedad crónica existente.
Sin embargo debemos ser muy cuidadosos a la hora de definir lo que significa enfermedad avanzada puesto que ello está intrínsecamente unido al tratamiento y manejo paliativo del paciente que se encuentra en esta fase, lo que por otra parte es absolutamente necesario y aconsejable.
En el caso concreto de la demencia avanzada, los criterios de inclusión en este artículo que están basados en la puntuación del cuestionario de Pfeiffer≥7 y del Mini-Examen Cognoscitivo (MEC)≤18 y/o la puntuación del índice de Barthel<60 nos pueden llevar a confusión, ya que una puntuación de 7 en el cuestionario de Pfeiffer y 18 en el MEC se consideran como deterioro cognitivo moderado2,3, y si nos referimos a la dependencia para las actividades de la vida diaria básicas, una puntuación del índice de Barthel entre 40-55 es atribuible a dependencia moderada4, por ello es posible que en este estudio hayan podido incluirse pacientes en fase moderada de demencia.
Existe especial dificultad para definir los estadios avanzados de las enfermedades crónicas no neoplásicas. En el caso de la demencia hay muchos factores y circunstancias que deben ser considerados, sin embargo para la evaluación de la gravedad del deterioro cognitivo y de la dependencia funcional hay que tener en cuenta la existencia de herramientas de valoración global (funcional y cognitiva) específicas para la demencia como es la Global Deterioration Scale (GDS)5 y en estadios avanzados el Functional Assessment Staging (FAST)6, ambas a nivel práctico son muy efectivas para definir la fase de la enfermedad.
No obstante, difícilmente podremos atribuir a un paciente con demencia que esté en fase grave solo teniendo en cuenta las puntuaciones de diferentes escalas, aunque estas evalúen el grado de deterioro cognitivo y la capacidad funcional, de este modo también deberíamos tener en cuenta otros factores asociados, como la interacción del paciente con el entorno, la existencia de infecciones recurrentes, la desnutrición y otras complicaciones, todo ello nos ayudará a definir cuando el paciente con demencia se encuentra en fase avanzada7,8 y también a tomar decisiones sobre su tratamiento, tales como que medicamentos ya no son útiles en esta fase y cuándo se han de retirar los fármacos específicos para la demencia9, en definitiva mejorar su manejo y ofrecerle las medidas de bienestar y el tratamiento paliativo que precise.
Véase contenido relacionado en DOI:http://dx.doi.org/10.1016/j.regg.2014.04.005