El infarto de omento o epiplón es un proceso infrecuente que suele ocurrir entre la 4.ª y 5.ª década de la vida, aunque también se ha descrito en la población pediátrica, y mayoritariamente afecta a varones (relación 2:1)1,2. Se estima una incidencia en torno al 0,1% de las laparotomías realizadas por abdomen agudo3.
En la mayoría de los casos se desconoce la etiología. Se ha relacionado con factores como la obesidad, el ejercicio extenuante, las comidas copiosas, el traumatismo, la tos o el uso de laxantes. En otros casos es secundario a enfermedades intraabdominales que provocan una torsión del omento (hernias, tumores, condiciones inflamatorias crónicas, adherencias por cirugía abdominal previa,…); trombosis por trastornos de hipercoagulabilidad, policitemia y vasculitis; o congestión de la vena mesentérica por enfermedades sistémicas, como la insuficiencia cardiaca1,2,4. El resultado es una necrosis aséptica que da lugar a un proceso inflamatorio, afectando con frecuencia al peritoneo parietal e incluso a la pared abdominal. Parece que el lado derecho del epiplón es más susceptible al infarto, dada su mayor longitud y movilidad.
El cuadro clínico consiste en dolor abdominal agudo o subagudo que en la mayoría de los casos se localiza en el hemiabdomen derecho. De forma infrecuente se acompaña de síntomas gastrointestinales, como náuseas, vómitos y diarrea. Además, puede acompañarse de fiebre. En las pruebas de laboratorio es posible observar leucocitosis y elevación de la proteína C reactiva (PCR)1,2. Esta inespecificidad de la sintomatología obliga a realizar un diagnóstico diferencial con otras causas más frecuentes de abdomen agudo, como apendicitis, pancreatitis o colecistitis. En la exploración puede existir cierto grado de irritación peritoneal o palparse una masa o zona empastada en flanco o fosa ilíaca derecha1,2,4.
El uso de la tomografía computarizada (TC) en la evaluación de los casos de abdomen agudo ha permitido realizar un diagnóstico fiable de una entidad que anteriormente solo se diagnosticaba mediante una laparotomía urgente. La TC de abdomen constituye la técnica de elección para el diagnóstico del infarto de epiplón4,5, que aparece como una lesión de atenuación grasa, ovoidea, bien delimitada, con reticulación heterogénea y densidades lineales a menudo distribuidas de forma concéntrica o en espiral4,5. Hasta un 50% de los casos asocian líquido serosanguinolento peritoneal6.
Aunque no existen estudios comparativos con el tratamiento quirúrgico, el tratamiento conservador resultaría la mejor opción terapéutica en pacientes estables y sin complicaciones inmediatas (abscesos, sepsis, obstrucción intestinal…)1,2.
Descripción del casoVarón de 86 años que acude al servicio de urgencias por un cuadro de 24h de evolución consistente en dolor en flanco y fosa ilíaca derechos de instauración progresiva, malestar general, vómitos y diarrea. No asociaba fiebre, hematoquecia, melenas ni disuria.
Como antecedentes médicos destacan hipertensión arterial, dislipemia y cardiopatía isquémica. Seguía tratamiento habitual con omeprazol, ácido acetilsalicílico, simvastatina y nebivolol. Desde el punto de vista funcional, el paciente era independiente para las actividades básicas e instrumentales de la vida diaria, deambulando sin ayudas técnicas. No realizaba tareas del hogar (índices de Barthel: 100 y de Lawton: 5). Desde el punto de vista mental, presentaba rasgos de personalidad paranoide que condicionaban significativamente las relaciones interpersonales y familiares; sin evidencia de deterioro cognitivo. Vivía en casa de una hija.
En el examen físico presentaba una tensión arterial de 146/60mmHg, 58 pulsaciones/minuto y 37,2°C. El abdomen aparecía doloroso a la palpación en flanco y fosa ilíaca derechos, no distendido, sin palparse masas ni megalias y sin signos de irritación peritoneal; ruidos hidroaéreos presentes.
Respecto a las pruebas complementarias realizadas, presentaba una PCR de 23mg/l, 8.920 leucocitos/mm3 (83,4% neutrófilos) y anemia leve (hemoglobina 11,4g/dl) macrocítica (volumen corpuscular medio 98,7fl) normocrómica. Las pruebas de función hepática y renal, así como los valores de amilasa eran normales. El electrocardiograma mostraba un ritmo sinusal con bloqueo completo de rama derecha. No presentaba alteraciones relevantes en la radiografía de tórax ni de abdomen.
Se realizó una TC de abdomen que mostró un aumento de densidad con trabeculación de la grasa epiploica en fosa ilíaca derecha, adyacente al colon, con efecto masa, así como líquido libre en el fondo de saco de Douglas (fig. 1).
Con el diagnóstico de infarto de omento, el paciente fue tratado con dieta absoluta, sueroterapia y analgésicos, manteniéndose hemodinámicamente estable y afebril y disminuyendo el dolor abdominal de forma progresiva. El tercer día de ingreso inició alimentación oral con buena tolerancia y el sexto día fue dado de alta al encontrarse asintomático, con normalización de la exploración abdominal y de los parámetros analíticos.
DiscusiónRevisando la bibliografía relativa al infarto de omento, apenas existen casos publicados en edades avanzadas, como es el caso que nos ocupa. Se trata de una entidad clínica que se presenta de forma característica en la edad media de la vida, habiéndose comunicado casos en niños.
En este paciente, tanto la sintomatología referida como el resultado de las pruebas complementarias realizadas fueron inespecíficas y poco concluyentes, alcanzándose el diagnóstico mediante la realización de una TC abdominal. Dado que la mayoría de los pacientes con un infarto de omento se presentan con un abdomen agudo, la TC abdominal es la prueba diagnóstica de elección4,5, ya que permite excluir otras entidades clínicas como colecistitis, apendicitis o diverticulitis, y confirmar la presencia del infarto de epiplón al mostrar los hallazgos radiológicos típicos señalados anteriormente.
El tratamiento conservador del infarto de omento constituye una alternativa terapéutica a la cirugía urgente desde que las técnicas radiológicas permiten su diagnóstico. Aunque no disponemos de estudios comparativos entre ambos tratamientos, la cirugía quedaría reservada para los casos de mala evolución con el tratamiento médico. En nuestro caso, la respuesta clínica al tratamiento conservador fue excelente y el paciente pudo ser dado de alta tras una breve estancia hospitalaria.
En conclusión, el infarto de omento es una causa infrecuente de abdomen agudo en la vejez y en la mayoría de los casos no tiene una etiología conocida. Sus manifestaciones clínicas son inespecíficas, por lo que se requiere la realización de una TC abdominal para llegar al diagnóstico. Se han publicado series de casos que indican la idoneidad del tratamiento médico frente al quirúrgico, si bien son necesarios ensayos clínicos que diluciden esta cuestión.