En el reciente artículo «La eclosión de la sarcopenia: informe preliminar del Observatorio de la Sarcopenia de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología» Cruz-Jentoft Alfonso et al.1 hacen un análisis completo de este síndrome que acompaña al proceso de envejecimiento, muy prevalente en personas con más de 80 años de edad (aproximadamente un 50%)2 y que provoca costes personales y económicos enormes1. En la actualidad, el cribado de sarcopenia puede realizarse en las consultas de atención primaria y de centros geriátricos (ámbito no hospitalario) mediante métodos válidos, fiables y prácticos aunque no sean de referencia. La primera «herramienta», la valoración antropométrica (plicometría) ha demostrado ser muy útil por su bajo costo y gran disponibilidad práctica. Consiste en la medida del grosor de cuatro pliegues cutáneos (bíceps, tríceps, subescapular e ileocrestal) y las circunferencias de brazo, muslo y pierna no dominantes, siguiendo metodología adecuada y por evaluador adiestrado. La utilización de ecuaciones adecuadas permite estimar la densidad corporal y posteriormente la masa grasa corporal, la masa magra y el área muscular del brazo, el muslo y la pierna3. También se puede valorar la composición corporal, de forma muy práctica y barata, mediante la bioimpedancia4. Para el cálculo del índice de masa muscular relativa o índice de sarcopenia (IMME) se utilizan varias fórmulas que relacionan la masa muscular de extremidades o total con la talla al cuadrado (kg/m2) o la masa muscular total con el peso corporal (en porcentaje)1,2,4. El diagnóstico de sarcopenia se puede realizar cuando el IMME —masa muscular de extremidades (kg)/altura (m2)— es menor de 7,26kg/m2 en varones y de 5,45kg/m2 en mujeres2, o si el IMME —masa muscular total (kg)/talla (m2) o la masa muscular total (kg)/peso (kg)×100— se sitúa por debajo de una o dos desviaciones estándar con respecto a una población adulta joven (clase I y clase II de sarcopenia, respectivamente)4. Una segunda «herramienta» que permite sospechar la existencia de sarcopenia en el adulto mayor es la evaluación de la fuerza muscular1. En los miembros inferiores, una prueba válida, fiable, sencilla y de bajo riesgo, utilizable fuera del ámbito hospitalario o laboratorio de valoración funcional, es la de levantarse de una silla sin ayuda de las manos y medir el número máximo de repeticiones que es capaz de realizar la persona evaluada en 30 segundos5. Esta prueba presenta valores umbrales que muestran una fuerte correlación con diferentes medidas de discapacidad en personas ancianas6. Para evaluar la fuerza muscular en los miembros superiores se pueden utilizar dos pruebas: la dinamometría manual para medir la fuerza de agarre7 y/o el número máximo de flexiones de brazo que es capaz de realizar la persona evaluada con un peso determinado en su mano dominante (5 libras [2,3 kg] en mujeres y 8 libras [3,6 kg] en varones) durante 30 s5. Si los datos obtenidos de fuerza en ambas extremidades se sitúan por debajo del percentil 25 de los valores de referencia de nuestra población, la mejor manera de revertir sus efectos colaterales, ya que no existen fármacos para su tratamiento, es implementar un programa adecuado de ejercicios de fortalecimiento muscular (resistance en inglés). Para que dicho programa mejore la fuerza y la masa muscular, incluso en nonagenarios, la intensidad y la duración del periodo de entrenamiento deben ser suficientes8. El Colegio Americano de Medicina Deportiva, junto con la Asociación Americana del Corazón9, recomiendan, para mejorar la salud y la fuerza muscular en mayores, 8 a 10 ejercicios que incluyan la mayoría de grupos musculares, con 10 a 15 repeticiones (10-15 RM), con rango de movimiento completo, evitando la maniobra de Valsalva y realizando el movimiento a una velocidad lenta (6 s), con una frecuencia de 2 a 3 días por semana, asociados con ejercicios aeróbicos, de flexibilidad y de equilibrio. La American Geriatrics Society10 recomienda en personas mayores, y con nivel de evidencia A, ejercicios de fuerza, además de ejercicios de equilibrio, flexibilidad y marcha (aeróbicos) para la prevención de caídas.
Si la sarcopenia se asocia a debilidad muscular, mayor número de caídas, peor calidad de vida, discapacidad y mayor mortalidad1,4, ¿deben esperar nuestros mayores de riesgo por pruebas complejas y caras (tomografía computarizada, resonancia magnética, absorciometría dual con rayos X), cuando disponemos de otras más rápidas y económicas que permiten una intervención efectiva y más precoz?