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Hospital Clínico Universitario Lozano Blesa. Zaragoza.</span></p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleItalic">Correspondencia:<br></br></span>J Banzo<br></br> Servicio de Medicina Nuclear<br></br> HCU Lozano Blesa<br></br> S. Juan Bosco, s/n.<br></br> 50009 Zaragoza</p><hr></hr><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleBold">INTRODUCCIÓN</span></p><p class="elsevierStylePara">La infección del tracto urinario (ITU) es uno de los problemas médicos más frecuentes con los que se enfrenta el pediatra en su práctica diaria. La infección puede estar limitada a la vejiga (cistitis), a las vías excretoras superiores (ureteritis, pielitis) o afectar al parénquima renal (pielonefritis). El germen causal más frecuente es la <span class="elsevierStyleItalic">E. coli,</span> de la que se han reconocido determinadas cepas, que procedentes de la flora fecal, presentan factores virulentos específicos que favorecen la colonización del epitelio urinario<span class="elsevierStyleSup">1</span>. Los signos y síntomas clínicos dependen de la localización de la infección y de la edad, siendo más inespecíficos cuanto más pequeño es el niño. Al pediatra, con los datos clínicos y analíticos, no siempre le es posible precisar la exacta localización de la infección, tracto urinario inferior o superior. Dado que la ITU desempeña un papel decisivo en la génesis de la lesión parenquimatosa renal permanente, que puede tener graves consecuencias a largo plazo, hipertensión arterial e insuficiencia renal, es importante disponer de un procedimiento diagnóstico que permita identificar la lesión cortical en la fase aguda y controlar su evolución. La Medicina Nuclear dispone de dos pruebas diagnósticas que se pueden utilizar para evaluar a los niños con ITU. La gammagrafía con DMSA-<span class="elsevierStyleSup">99m</span>Tc para el diagnóstico y evolución de la pielonefritis aguda (PNA) y la cistografía isotópica para detectar un reflujo vésico-ureteral (RVU) en niñas con antecedente de ITU y controlar la evolución de un RVU diagnosticado previamente, mediante CUMS. A pesar de que durante la presente década se han publicado numerosos trabajos, todavía existe controversia sobre el manejo de los niños con ITU, en particular, sobre cómo y cuando utilizar las diversas modalidades diagnósticas por la imagen. En el presente trabajo de revisión se expondrán las tendencias actuales sobre la utilización de los métodos diagnósticos de la Medicina Nuclear en niños con ITU.</p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleBold">GAMMAGRAFIA RENAL CORTICAL</span></p><p class="elsevierStylePara">Las características del DMSA-<span class="elsevierStyleSup">99m</span>Tc, la técnica para adquirir las imágenes gammagráficas y los patrones normales han sido, recientemente, analizados por Lloréns y cols.<span class="elsevierStyleSup">2</span> y Cooper<span class="elsevierStyleSup">3</span>. Dado que el grupo a estudio es el infantil, la técnica gammagráfica exige conocer las peculiaridades propias de los niños. La dosis óptima a administrar debe contemplar un balance entre el tiempo de adquisición, la calidad de la imagen y la dosis mínima de irradiación. Hay tres métodos para calcular la dosis: la edad, el peso y la superficie corporal. Vestergren<span class="elsevierStyleSup">4</span> ha demostrado que, con independencia de la edad, la densidad de cuentas en los riñones es similar cuando se utiliza la superficie corporal para el cálculo de la dosis. El «Pediatric Task Group» de la EAMN ha elaborado unas tablas para el cálculo de la dosis en niños, como fracción de dosis de adulto, en función del peso corporal<span class="elsevierStyleSup">5</span>. Se debe realizar el correspondiente control de calidad antes de la administración del DMSA-<span class="elsevierStyleSup">99m</span>Tc.</p><p class="elsevierStylePara">Las imágenes gammagráficas se adquieren a las 2-4 horas de la administración del radiotrazador, con el niño en decúbito supino, utilizando un colimador de orificios paralelos de alta resolución, en proyecciones posterior y oblicuas posteriores, derecha e izquierda. Si se utiliza un colimador «pinhole» o un «zoom» los tiempos de adquisición serán más largos. No se requiere ningún tipo especial de preparación, aunque es recomendable la administración oral de líquidos para favorecer la diuresis. En niños pequeños utilizamos una cuna, especialmente diseñada, para disminuir los movimientos durante la exploración. En lactantes es conveniente hacer coincidir la adquisición de la imágenes con una de las tomas. La sedación debe evitarse<span class="elsevierStyleSup">6</span>. Para obtener buenos resultados es imprescindible disponer de un protocolo estandarizado, proporcionar la información adecuada a los padres, crear una atmósfera relajada, inspirar confianza al niño y tener un personal entrenado<span class="elsevierStyleSup">7</span>. La correcta interpretación de las imágenes gammagráficas exige conocer las variantes normales y tener presente que la hipertrofia de las columnas de Bertín y la lobulación fetal nos pueden inducir a interpretar un estudio como anormal<span class="elsevierStyleSup">8</span>.</p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleBold">PIELONEFRITIS AGUDA Y DMSA-<span class="elsevierStyleSup">99m</span>Tc</span></p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleBold">Estudios experimentales</span></p><p class="elsevierStylePara">Los artículos publicados durante los años 80 señalaban que la gammagrafía cortical renal utilizando glucoheptonato-<span class="elsevierStyleSup">99m</span>Tc o DMSA-<span class="elsevierStyleSup">99m</span>Tc era más sensible que la urografía de eliminación y los ultrasonidos en el diagnóstico de la PNA<span class="elsevierStyleSup">9-11</span>. En la mayoría de estos trabajos, los resultados de las técnicas de imagen se comparaban, retrospectivamente, con los signos y síntomas clínicos y con los parámetros bioquímicos, por lo que la sensibilidad y especificidad reales de la gammagrafía no se conocían. Con este fin, se diseñaron diversos trabajos experimentales en cerdos, según el modelo animal desarrollado por Hodson y cols.<span class="elsevierStyleSup">12</span> y posteriormente modificado por Ransley y Risdon<span class="elsevierStyleSup">13</span>. Mediante cirugía se inducía un RVU unilateral, que era confirmado por cistografía y la infección renal se instauraba por la introducción de un cultivo de <span class="elsevierStyleItalic">E. coli</span> en la vejiga. La sensibilidad de la gammagrafía, utilizando como estándar de referencia estrictos criterios histopatológicos, osciló entre 80-94%, con una especificidad del 100%<span class="elsevierStyleSup">14-16</span>. Las lesiones no detectadas correspondieron a lesiones de pequeño tamaño, la mayoría de ellas demostradas únicamente en el estudio microscópico. Las alteraciones gammagráficas se caracterizaron por un área de hipocaptación o por un defecto de captación cortical, único o múltiple, sin pérdida del contorno renal (lesiones tipo B1 y B2) o por un marcado defecto de captación cortical con pérdida del contorno del riñón (lesión tipo C). Estas lesiones se localizaban, preferentemente, en ambos polos renales y en la porción media del borde externo renal<span class="elsevierStyleSup">15</span>. Cuando los animales eran sometidos a antibioterapia, los estudios gammagráficos de control demostraron resolución del 88% de las lesiones tipo B, mientras que persistieron el 93% de las lesiones tipo C<span class="elsevierStyleSup">17</span>.</p><p class="elsevierStylePara">Utilizando DMSA-<span class="elsevierStyleSup">99m</span>Tc-SPECT Giblin y cols.<span class="elsevierStyleSup">18</span> encontraron una sensibilidad del 97% y una especificidad del 93% en el diagnóstico de la PNA inducida en el cerdo, pero no compararon estos resultados con los de las imágenes planares. En el diagnóstico de la PNA experimental, Majd y cols.<span class="elsevierStyleSup">19</span> obtuvieron una mayor sensibilidad con la SPECT que con colimador «pinhole», 96% <span class="elsevierStyleItalic">vs</span> 87%, a costa de una menor especificidad, 71% <span class="elsevierStyleItalic"> vs</span> 100%. Rossleigh y cols.<span class="elsevierStyleSup">20</span> no encontraron diferencias significativas en la detección de cicatrices renales, sin componente inflamatorio, utilizando imágenes planares convencionales, colimador «pinhole» o SPECT.</p><p class="elsevierStylePara">Cualquier proceso patológico que altere el flujo sanguíneo intrarrenal y la función de transporte de la membrana celular del túbulo proximal producirá defecto de captación, focal o difuso del DMSA-<span class="elsevierStyleSup">99m</span>Tc. Los mecanismos fisiopatológicos que producen los defectos corticales de captación en la PNA son multifactoriales. Roberts<span class="elsevierStyleSup">21</span>, en un modelo experimental con monos ha señalado como causas más probables de las alteraciones gammagráficas, el efecto directo de las bacterias, la respuesta inflamatoria y la isquemia renal. Como consecuencia del proceso inflamatorio se liberan en los granulocitos y en las células tubulares enzimas tóxicos, como lisozimas. Simultáneamente, se libera superóxido que genera radicales oxígeno que resultan tóxicos, tanto a las bacterias como a las propias células tubulares. El proceso inflamatorio se extiende al intersticio aumentando la lesión renal. Al mismo tiempo, y como consecuencia de la agregación intravascular de granulocitos y del edema, se produce una isquemia renal. La lesión intersticial producida por el efecto combinado de los enzimas tóxicos, radicales oxígeno e isquemia conduce a la aparición de una cicatriz renal<span class="elsevierStyleSup">1</span>.</p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleBold">Estudios clínicos</span></p><p class="elsevierStylePara">La gammagrafía renal cortical es el procedimiento de imagen más sensible para detectar tanto las alteraciones agudas, como las lesiones crónicas, secundarias a una pielonefritis<span class="elsevierStyleSup">22</span>. Durante la presente década se han publicado números trabajos sobre el valor de la gammagrafía con DMSA-<span class="elsevierStyleSup">99m</span>Tc en niños con ITU. Sin embargo, es difícil establecer comparaciones de los resultados puesto que el diseño de los trabajos, los criterios de inclusión, la clínica de presentación, la edad y el tiempo transcurrido entre el comienzo de la clínica y la realización de la gammagrafía fueron muy variables. Además, mientras algunos autores hacen referencia al porcentaje de niños con alteraciones gammagráficas, otros refieren los resultados al tanto por ciento de unidades renales afectadas. Las alteraciones gammagráficas detectadas oscilaron entre el 42-86% de los pacientes y el 24-62% de las unidades renales<span class="elsevierStyleSup">23-20</span>. Los mejores resultados se obtienen cuanto la gammagrafía se practica a niños con un cuadro clínico que requiere hospitalización y dentro de los primeros días del proceso infeccioso<span class="elsevierStyleSup">30-32</span>. Sin embargo, no se ha encontrado una correlación evidente entre la persistencia de la fiebre, la tasa de leucocitos, la velocidad de sedimentación y la proteína C reactiva con la presencia o ausencia de alteraciones gammagráficas<span class="elsevierStyleSup">23,25,31</span>. La detección de <span class="elsevierStyleItalic"> E. coli P-fimbriada</span> en orina, aun en ausencia de reflujo, no predice que niños, con ITU y fiebre, presentarán lesión parenquimatosa renal en el estudio gammagráfico<span class="elsevierStyleSup">22</span>. Esto indicaría que la clínica y los parámetros bioquímicos no son demasiado específicos para establecer un diagnóstico de PNA. Tras la primera ITU la proporción de recién nacidos y lactantes que muestran alteraciones gammagráficas es similar a la que se ha observado en lactantes de más de 6 meses y en niños mayores<span class="elsevierStyleSup">27,28</span>.</p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleBold">Pielonefritis aguda, cicatriz cortical y reflujo vesico-ureteral</span></p><p class="elsevierStylePara">Uno de los principales objetivos del tratamiento de la PNA en niños es la prevención de la cicatriz renal con el subsiguiente riesgo de hipertensión arterial e insuficiencia renal. Hay evidencia clínica para asegurar que la lesión cortical renal en un niño con PNA puede ocurrir en ausencia de RVU. Por esto, Gordon<span class="elsevierStyleSup">33</span> considera inadecuado el término de nefropatía por reflujo para denominar a toda lesión crónica renal secundaria a una ITU. Se puede argumentar que pudiera existir un RVU en el momento de la infección que no fuera detectado, al finalizar el tratamiento médico, por la cistografía. Sin embargo, Gross y Lebowitz<span class="elsevierStyleSup">34</span> han demostrado que este tipo de reflujo transitorio es muy poco frecuente. La incidencia de RVU en niños con ITU oscila entre 24-37%<span class="elsevierStyleSup">23,24,29,35</span> frente al 1,3% en niños sin antecedentes de ITU<span class="elsevierStyleSup">36</span>. Mientras que algunos autores han comunicado una correlación entre la presencia del RVU y la positividad de la gammagrafía con DMSA-<span class="elsevierStyleSup">99m</span>Tc<span class="elsevierStyleSup">24,25</span>, otros no la han encontrado<span class="elsevierStyleSup">29,35</span>. Sin embargo, las alteraciones gammagráficas suelen ser más frecuentes cuanto mayor es el grado de RVU.</p><p class="elsevierStylePara">Si en la fase aguda de la infección la gammagrafía con DMSA-<span class="elsevierStyleSup">99m</span>Tc es normal hay una baja probabilidad de que se desarrolle una cicatriz cortical persistente<span class="elsevierStyleSup">1,37</span>, siempre y cuando no se presenten episodios recurrentes de ITU. Por contra, cuando en la gammagrafía inicial se detectan defectos corticales hay riesgo de lesión renal permanente. Los estudios gammagráficos seriados han demostrado alteraciones persistentes corticales en el 32-52%<span class="elsevierStyleSup">38</span> de los riñones, que se correspondían con las alteraciones del DMSA-<span class="elsevierStyleSup">99m</span>Tc en la fase aguda. El tiempo mínino para considerar una lesión cortical como permanente es de 6 meses, aunque, ocasionalmente, se han demostrado mejorías gammagráficas hasta un año después del episodio agudo<span class="elsevierStyleSup">24,32</span>. Benador y cols.<span class="elsevierStyleSup">39</span> han señalado que la edad no es un factor determinante para la aparición de una cicatriz cortical permanente.</p><p class="elsevierStylePara">Las cicatrices corticales aparecen tanto en niños con o sin RVU<span class="elsevierStyleSup">40</span>, lo que evidencia que la infección parenquimatosa renal y no el RVU es el requisito imprescindible para el desarrollo posterior de una cicatriz cortical. Sin embargo, como ya hemos señalado, las alteraciones gammagráficas son más frecuentes cuando la ITU se asocia a un RVU moderado o severo. En la revisión realizada por Rushton<span class="elsevierStyleSup">1</span> hay una correlación bien establecida entre la severidad del RVU y la aparición posterior de una cicatriz cortical, por lo que, en la actualidad, se considera al RVU un factor de riesgo. Un diagnóstico exacto y la instauración precoz del tratamiento antibiótico son los mejores medios para evitar la lesión cortical permanente<span class="elsevierStyleSup">41</span>. Episodios recurrentes de ITU contribuyen a la persistencia de la cicatriz o a la aparición de nuevas<span class="elsevierStyleSup">42,43</span>. Naseer y cols.<span class="elsevierStyleSup">44</span> han demostrado, mediante la gammagrafía con DMSA-<span class="elsevierStyleSup">99m</span>Tc, la aparición de nuevas cicatrices corticales en niños con ITU recurrente, RVU y disfunción vesical. La SPECT detecta mayor número de nuevas lesiones corticales que las imágenes planares, por lo que Yen y cols.<span class="elsevierStyleSup">45</span> recomiendan la realización rutinaria de la SPECT, para valorar las secuelas de la PNA.</p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleBold">¿Imágenes planares convencionales, colimador «pinhole» o SPECT?</span></p><p class="elsevierStylePara">Hay controversia en la literatura sobre cual es la técnica gammagráfica óptima para obtener un estudio renal cortical en un niño con sospecha o antecedente de PNA. Las imágenes planares adquiridas con un colimador de alta resolución proporcionan una elevada sensibilidad. Sin embargo, como ha señalado Everaert y cols.<span class="elsevierStyleSup">46</span>, numerosos factores afectan a la calidad de las imágenes planares y en consecuencia a disminuir su sensibilidad, como no obtener las proyecciones oblicuas posteriores, utilizar un tiempo de adquisición demasiado corto, los movimientos del paciente durante la exploración o el insuficiente contraste entre la región cortical y la medular. La utilización de un «zoom» de adquisición permite visualizar con mayor nitidez pequeños detalles, pero a costa de prolongar el tiempo de la exploración.</p><p class="elsevierStylePara">La cuestión es si las imágenes obtenidas con un colimador «pinhole» o mediante SPECT se deben utilizar de forma sistemática o únicamente en determinados casos para aclarar imágenes convencionales dudosas. Majd y Rushton<span class="elsevierStyleSup">47</span> recomiendan adquirir inicialmente una imagen en proyección posterior con un colimador de alta resolución y orificios paralelos y obtener, posteriormente, todas las proyecciones con colimador «pinhole». Hay que tener presente que la interpretación de las imágenes obtenidas con este tipo de colimador, requiere cierta experiencia por la deformación que se produce en los polos renales.</p><p class="elsevierStylePara">La mayoría de los trabajos publicados hacen referencia a que se detectan mayor número de lesiones corticales renales con colimador «pinhole» y con SPECT que con las imágenes gammagráficas convencionales<span class="elsevierStyleSup">48-50</span>. Sin embargo, en ausencia de un estándar de referencia, es extremadamente difícil precisar si dichas lesiones son falsos positivos de la SPECT y del «pinhole» o falsos negativos de las imágenes convencionales. La configuración variable y heterogénea de las estructuras corticales renales exige una cuidadosa interpretación de la SPECT. Las variantes anatómicas deben conocerse para no interpretarlas como lesiones corticales<span class="elsevierStyleSup">51,52</span>. La orientación oblicua de los riñones puede afectar negativamente a la interpretación de la SPECT. Rehm y cols.<span class="elsevierStyleSup">53</span> han investigado la influencia de la reorientación ortogonal, de manera que el 22% de los defectos corticales inicialmente detectados se normalizaron al aplicar dicha reorientación. Además, los tiempos de adquisición prolongados que requiere, la hacen difícilmente aplicable a niños pequeños sin sedación. En la encuesta realizada por Piepsz y cols.<span class="elsevierStyleSup">54</span> no existe consenso sobre la utilización de la SPECT en niños con ITU. Solo el 22% de los expertos encuestados la utiliza con frecuencia o sistemáticamente, mientras que el 44% nunca realizan una SPECT.</p><p class="elsevierStylePara">No existe en la actualidad evidencia de que el colimador «pinhole» o la SPECT se deban utilizar sistemáticamente para mejorar la sensibilidad de las imágenes planares convencionales en niños con ITU. Sin embargo, pueden ser una alternativa en niños mayorcitos<span class="elsevierStyleSup">8</span>.</p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleBold">¿Es útil la gammagrafía con DMSA-<span class="elsevierStyleSup">99m</span>Tc?</span></p><p class="elsevierStylePara">El diagnóstico exacto de la ITU es importante para identificar, tratar y evaluar a aquellos niños que tienen riesgo de lesión renal, y evitar tratamientos y exploraciones innecesarias a aquellos otros sin riesgo. A pesar de que la gammagrafía es el procedimiento de imagen más sensible para el diagnóstico de la PNA y de la cicatriz renal, su papel en el manejo de la ITU no está totalmente reconocido. La mayoría de los pediatras establecen el diagnóstico de ITU con el apoyo exclusivo de los datos clínicos y los parámetros bioquímicos<span class="elsevierStyleSup">55</span>. Frente a las conclusiones de Dick y Feldman<span class="elsevierStyleSup">56</span> que, basados en un trabajo de revisión, afirman que no existe evidencia de que los estudios de imagen influyan en el manejo de los pacientes durante la primera ITU, otros autores defienden la realización de la gammagrafía con DMSA-<span class="elsevierStyleSup">99m</span>Tc, argumentando la frecuencia con que se detectan lesiones corticales, que no se sospechan, ni por la clínica, ni por los datos de laboratorio.</p><p class="elsevierStylePara">Las técnicas de imagen deben aclarar dos cuestiones esenciales, si hay una alteración estructural, en particular un RVU o una obstrucción y si existe o no afectación parenquimatosa renal. Los clínicos reconocen que ni las pruebas indirectas para localizar la infección, fallo en la capacidad de concentrar la orina y títulos elevados de anticuerpos frente al <span class="elsevierStyleItalic">E. coli,</span> ni los marcadores inespecíficos de inflamación, contaje de leucocitos, proteína C reactiva y velocidad de sedimentación, proporcionan una confirmación evidente de PNA. Por esto resulta sorprendente que la gammagrafía con DMSA-<span class="elsevierStyleSup">99m</span>Tc, aún siendo la exploración más sensible para demostrar la afectación parenquimatosa renal, no sea considerada el método de diagnóstico de referencia, ni sea incluida en el protocolo diagnóstico recomendado por la «American Academy of Pediatrics»<span class="elsevierStyleSup">55</span>. En nuestro medio, realizamos una gammagrafía con DMSA-<span class="elsevierStyleSup">99m</span>Tc en las siguientes circunstancias: 1. Niño con primera ITU que requiere hospitalización. 2. ITU asociada a un RVU moderado o severo. 3. ITU recurrente, con o sin RVU y 4. Control evolutivo de una lesión parenquimatosa detectada en la fase aguda.</p><p class="elsevierStylePara">Proponemos el siguiente algoritmo diagnóstico recomendado por Andrich y Majd<span class="elsevierStyleSup">57</span>. Practicar una ecografía renal y vesical a todo niño con ITU. La ecografía ha reemplazado a la urografía de eliminación para detectar anomalías estructurales. Si la ITU cursa con un cuadro febril y/o tóxico se deberá obtener una gammagrafía renal cortical en los primeros días del ingreso. La CUMS se realizará una vez que los cultivos de orina sean estériles. La cistografía isotópica, a pesar de su menor resolución anatómica, es una alternativa en niñas, para detectar un RVU. En niños con una primera ITU documentada, sin fiebre ni cuadro tóxico, se realizará, después de la ecografía, una CUMS en los varones y una cistografía isotópica en niñas. La gammagrafía renal se practicará únicamente en aquellos niños que tengan un RVU. En los casos en los que la gammagrafía haya demostrado una afectación cortical se obtendrá un control gammagráfico a los 6-12 meses.</p><p class="elsevierStylePara">A pesar de su elevada sensibilidad, no parece que esté justificado el uso de la TC o de la RM en el diagnóstico de la PNA no complicada<span class="elsevierStyleSup">58-60</span>. La TC es el método de elección para explorar el espacio perirrenal, en aquellos niños con ITU que no respondan al tratamiento antibiótico adecuado. En la actualidad se está investigando las aplicaciones del eco-Doppler en niños con ITU.</p><hr></hr><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleBold">BIBLIOGRAFIA</span></p><p class="elsevierStylePara">1. Rushton HG. Urinary tract infection in children: Epidemiology, evaluation and management. Pediatr Clin North Am 1997; 44:1133-69.</p><p class="elsevierStylePara">2. 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Vol. 18. Núm. 5.
Páginas 373-378 (agosto 1999)
Vol. 18. Núm. 5.
Páginas 373-378 (agosto 1999)
Gammagrafía renal cortical e infección del tracto urinario.
Cortical renal scintigraphy and urinary tract infection
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