“Después de todo, un hombre gigante no puede tener una vida de la gente normal” Edward Bloom. De la película “Big Fish” de Tim Burton.
Muchas veces me he preguntado como habrá sido la vida de mi padre antes de ser mi padre. Asumo que como niño habrá hecho leseras, bromas tontas y payasadas que probablemente le sacaron canas a mi abuela. Me lo imagino correteando gatos en el campo y junto a sus amigos planeando travesuras. Esos cuentos han ido apareciendo a través de los años, durante las reuniones familiares, y han amenizado y humanizado su imagen de niño. Pero el proceso que va desde sus años de adolescencia hasta que se convirtió en Doctor, es más esquivo. Y cuando ya nacimos, él era un hombre responsable, con una familia que cuidar, responsabilidades profesionales de por medio. La imagen que se tiende a formar es la de un médico serio, capaz y responsable, que nos transmitió seguridad y la tranquilidad necesaria para poder, a partir de su ejemplo, desarrollarnos en este mundo cambiante.
Cuando pienso en los grandes médicos que han forjado la medicina moderna me pasa algo similar. Sólo los conocemos por sus aportes a nivel científico o por sus obras monumentales, fruto del esfuerzo, pero no sabemos como llegaron al lugar desde donde se comenzaron a forjar sus aportes a la ciencia médica. Es como si siempre hubieran sido “grandes”. La vida del Dr. John Joseph Bonica, es una vida llena de vicisitudes que de alguna manera lo llevaron al sitial en el que está hoy. Es mundialmente famoso por haber sido el hombre que no solo puso el dolor crónico en el horizonte médico, como un tema que debía tratarse desde el punto de vista científico y tratarse como tal, sino que fue el creador de las clínicas de dolor que, con un enfoque multidisciplinario, se centró nuevamente en la persona y en su dolor, logrando de esta manera, una aproximación eficiente y exitosa para el tratamiento de personas que hasta ese momento estaban fuera del alcance terapeutico médico. De más está decir que su modelo se ha expandido por todo el mundo.
Pero antes de ser el gran médico, fue una persona extraordinaria, con historias que recuerdan la película “El gran pez” de Tim Burton. Historias que, por si solas, bastarían para una gran superproducción de Hollywood. Y es por ahí donde es necesario comenzar a conocer a este gran hombre.
1Las islas EoliasLa historia comienza en Filicudi, una pequeña isla del mar Tirreno, que forma parte de las llamadas “Islas Eolias” junto a Vulcano, Strobmoli, Alicudi, Lipari, entre otras. Un conjunto de islas con historias que se remontan a la mitología griega y que actualmente forma parte de Italia.
Don Antonio Bonica (nacido en 1876), el padre de Giovanni, se casó en segundas nupcias con Angela Zagame, su madre, en 1906. Junto a ella tuvo dos hijas más. Una mayor que Giovanni, María (1914), y una menor, Elisabetta (1917). Giovanni, único hijo varón de Antonio, nació el 16 de febrero de 1917 y fue un niño muy querido. Su padre tenía múltiples actividades comerciales en la isla. Incluso llegó a ser algo parecido a un alcalde de Filicudi. Lo cierto es que, a pesar de las vicisitudes de la Primera Guerra Mundial, Antonio logró un buen pasar, lo que le permitió comprar una gran cantidad de tierra de la isla (que tiene un perímetro de aproximadamente 14 kilómetros) y realizar múltiples viajes de carácter comercial a Estados Unidos. Tanto así que se hizo ciudadano norteamericano antes de 1920.
A medida que el movimiento Fascista Italiano, liderado por Benito Mussolini, fue adquiriendo poder y se extendía por toda la península, Antonio sintió que ese no era un lugar adecuado para su familia. (“No pienso entregarle un hijo a ese figlio da... Mussolini). Así que, luego de intentar liquidar sus bienes en Italia (cosa que no pudo hacer ya que estaba prohibido sacar esos montos del país), Antonio decidió emigrar a Estados Unidos con su familia. Corría el año 1927.
2Estados UnidosUna de las grandes oleadas migratorias hacia Estados Unidos fue la italiana. La última década de 1800 vió la llegada de más de quinientos mil italianos en busca de mejores condiciones de vida. La mayoría campesinos con escasa formación y buscando juntar dinero para volver a su país de origen. Muchos pertenecían al sur de Italia.
Cuando Antonio decidió marcharse, la situación era un poco distinta. Ya se habían impuesto restricciones y cotas al número de inmigrantes italianos. Y éstos, a su vez, se habían organizado en barrios en las distintas ciudades en las que se asentaron, como una forma de mantener su identidad cultural y, por que no decirlo, mantener sus tradiciones culinarias.
Como ya dijimos, en 1927 Antonio Bonica decidió irse de Italia. Aunque la idea le venía rondando la cabeza desde varios años antes. Como tenía ciudadanía estadounidense, para él fue menos difícil realizar los arreglos burocráticos necesarios. Lamentablemente, no pudieron llevarse gran parte del dinero que poseían. Sin embargo, partieron al nuevo mundo y se instalaron en Nueva York. El sueño americano se iniciaba para los Bonica.
3Brooklyn, Estados UnidosBrooklyn es uno de los cinco distritos que forman la ciudad de Nueva York. Está ubicado en el extremo oeste de Long Island y fue en un inicio un poblado independiente de New York. Su nombre se origina del Neerlandés (el idioma de Los Paises Bajos). La ciudad de Breukelen compartía con la zona de Brooklyn la característica de ser una marisma1 y los primeros colonos neerlandeses le pusieron el nombre de “pequeña marisma” (Broeqelen o Breukelen). De ahí derivó al actual Brooklyn. Hasta 1898 fue una ciudad independiente, pero ese mismo año se convirtió en distrito de New York. Por muchos habitantes fue considerado un gran error, pero se mantuvo como distrito desde entonces, aunque conservando siempre una identidad propia. Una de sus características fue la de ser una comunidad abierta a la recepción de muchos inmigrantes, de los cuales los italoamericanos son una de las más arraigadas. A este crisol de nacionalidades llegó la familia Bonica, buscando nuevos horizontes.
4La vida en AméricaAntonio inicialmente trabajó como obrero. Luego de aprender el idioma y hablarlo con cierta fluidez, encontró trabajo como supervisor en la American Telephone Company. Esto le permitió a la familia no sufrir grandes estrecheces, a pesar de la Gran Crisis económica de 1929. Giovanni se integró a la nueva vida americana de su familia rápidamente. Cuando ingresó al colegio a la edad de 11 años, ya que no manejaba el idioma inglés, quedó en cuarto grado. Pero debido a su tenacidad e inteligencia, a los cuatro meses ya pudo matricularse en el nivel que le correspondía, es decir, séptimo grado. Paso a ser John Joseph (antes Giovanni Giuseppe) Bonica. Se integró también al movimiento de los Boy Scouts y se destacó por sus habilidades atléticas. Todo parecía ir bien, pero la vida siempre tiene sorpresas reservadas a los que transitan por sus calles.
5La muerte de AntonioA la edad de 58 años, y de manera súbita, falleció Antonio Bonica, dejando a su familia sin ingresos y con unos escasos ahorros logrados durante los años que trabajó en Estados Unidos. John, quien siempre se destacó en sus estudios, quedó a cargo de su familia y realizó muchos trabajos para mantenerla. Su madre ingresó a trabajar como obrera en una fábrica. Casi pierde la posibilidad de seguir estudiando, pero debido al esfuerzo y tenacidad de todo el grupo familiar, pudo hacerlo. Trabajó vendiendo diarios desde los 16 años, lustrando botas en las calles más concurridas, vendiendo vegetales en los mercados locales y quizás en cuantos otros más. A pesar de la carga a la que estaba sometido, siempre destacó como un estudiante de excelencia y en la lucha libre, deporte al que había consagrado sus escasos momentos de esparcimiento.
Sin embargo, lo que perseguía como futuro era ser médico. Su madre, Angela Zagame era matrona y practicamente la única enfermera de Filicudi. Al parecer su vocación se habría despertado la vez que acompañó a su madre a la casa de una paciente con un absceso de mama. El único médico de la isla lo drenó, asistido por Angela. Giovanni se desmayó durante el procedimiento. Pero aún así, decidió que eso era lo que quería hacer.
6Lucha Libre como profesionalEn 1933 John tenía 16 años y medía 1,75 mt, pesaba 81 kilos y tenía una apariencia de toro, con un cuello de 48cms. Fue campeón interescolar de lucha libre de Nueva York primero y del estado después.
En 1932, estaba vendiendo diarios, como hacía regularmente, cuando Joe Ricco, un promotor de peleas de origen ítaloamericano, lo vió y le propuso pelear de manera profesional. Estaba en plena Gran Depresión. John le preguntó cuanto podía ganar con eso al mes. Ricco respondió: “doscientos dólares”. Y eso fue el comienzo.
Joe Ricco tenía dos hijas, pero no tenía un hijo. A su vez, John había perdido a su padre. Joe fue, desde entonces, como un padre para él.
Comenzó entonces una doble vida. La única condición que puso para pelear de manera profesional fue mantener su identidad oculta. Sabía que para la comunidad académica un luchador sería considerado un “tonto cabeza de músculo”. Pero necesitaba también el dinero para pagar sus estudios si quería ser médico. Como un super héroe, tenía su alter ego. En algunas peleas del circuito se le conocía como “La maravilla enmascarada” o “Johny Bull Walker”, y sus fans no conocían su verdadera identidad. Con Ricco como su manager, en 1936 fue el campeón peso liviano de lucha libre del oeste de Estados Unidos y en 1939 el campeón, en la misma categoría de Canadá. Incluso en 1941 fue el Campeón Mundial de peso liviano de lucha, título que retuvo por cuatro meses. Durante todo este tiempo además realizó sus estudios de medicina, consiguiendo los primeros puestos de su clase y se graduó primero de la clase en la escuela de medicina de la Universidad Marquette en Milwaukee.
Durante los períodos en los que no había campeonato, John se integraba al circo. En ellos era el hombre forzudo o luchador de cuatro esquinas, en las que era desafiado por el público. Anécdotas hay muchas: Una vez peleó 36 veces en un solo día, saliendo victorioso de todas ellas. Otro día tuvo una pelea con “El turco terrible”, que le produjo un corte en la mejilla que lo obligó a asistir al hospital con una mascarilla quirúrgica. Fracturas costales, lesiones articulares de todo tipo fue el precio que tuvo que pagar. Pero también hay historias heroicas. Una vez, estando en el circo, por altoparlantes se pidió la asistencia de un médico. En ese momento John estaba cursando su tercer año de medicina. El entrenador de leones estaba ejecutando su número cuando en el clímax del acto, éste introdujo su cabeza en la boca del felino. Todo el público quedó paralizado cuando el león cerró su boca y atrapó la cabeza de su entrenador. Grande fue la sorpresa de todos los concurrentes cuando vieron llegar al hombre forzudo al plató. El entrenador se había desmayado y finalmente cuando sus ayudantes lograron quitarle al león, el malogrado entrenador, yacía en paro respiratorio en la pista de aserrín. John se acercó y comenzó las maniobras de reanimación, que incluían respiración boca a boca. Finalmente el hombre volvió a respirar, pero la identidad de John quedó revelada.
Y a pesar de todo, John siguió estudiando, peleando cada vez menos, cuando ya pudo recibir ingresos por su trabajo como médico.
El resto de la historia es conocida por todos. Hizo su entrenamiento en anestesiología y con el paso del tiempo, esfuerzo y dedicación de por medio, llegó a ser el padre de esta rama de la medicina conocida como “Dolor Crónico”. Dolores que él tuvo durante toda su vida, que en algunos momentos eran casi invalidantes. Pero como en el ring, siguió adelante a pesar de todo.
John Joseph Bonica fue un superhéroe en el más completo sentido de la palabra.
Declaración conflictos de interés.
El autor declara no tener ningún conflicto de interés.
Referencias no citadas