Hemos leído con interés el artículo de Martínez et al. «Repercusión de la introducción de neurología en un hospital comarcal de Andalucía»1.
El objetivo principal del «Plan de Atención Sanitaria al Ictus» es, como en su artículo se refiere, elaborar un sistema organizado de atención al ictus que dé respuesta a las necesidades de cada enfermo y optimice la utilización de los recursos sanitarios para garantizar la equidad en la atención al paciente con ictus. La estrategia en ictus del Sistema Nacional de Salud (SNS) y la de cada una de las comunidades autónomas se encarga precisamente de implementar dicho plan1-3. El fin primordial de dichos programas y de la «gestión por procesos» pretende la atención integral e interdisciplinaria del paciente centrada en este, de tal forma que el paciente reciba una misma calidad de atención independientemente de su ubicación y del profesional que le atienda, al elaborar guías y protocolos que unifiquen la asistencia. De esta forma, se logra la equidad, ya que es inviable que todos los pacientes reciban asistencia del profesional mejor cualificado en cada determinada enfermedad a lo largo de todo el SNS y en todo momento de su proceso asistencial4-7. Sin embargo, llaman la atención tanto el diseño como las conclusiones del citado trabajo, ya que en una evaluación de la asistencia a pacientes con ictus no se ha valorado la puntuación de la escala NIH, ni su evolución, ni tampoco la comorbilidad de los pacientes, factor primordial en la decisión de adscripción de un paciente a ingreso en un servicio de Medicina Interna o específico de Neurología, y crucial en todos los parámetros evaluados en el estudio (estancia media, mortalidad, dependencia e institucionalización).
En sus resultados se aprecia que la media de edad de los pacientes no adscritos a Neurología era 10 años superior, lo cual implica mayor comorbilidad, si bien al incluir la variable edad en el análisis multivariante la influencia pura de dicho factor haya sido valorada, no así la de las otras afecciones intercurrentes no estudiadas.
Sorprende que la no atención por parte de Neurología suponga un riesgo relativo de morir 8 veces superior; si ese dato fuese realmente cierto, denotaría un verdadero problema de la asistencia a los pacientes con ictus en el citado hospital.
No se ha valorado la presencia de interacción ni confusión de las variables evaluadas, ni de las no consideradas en el citado estudio, ya que tanto la edad como las comorbilidades no estudiadas podrían comportarse como factores generadores de interacción o confusión que modificasen el valor de la OR, tanto en un sentido como en otro, sobre todo del factor principal a estudio que es la asistencia por parte de Neurología. Así pudiera ser que la asistencia por Neurología obtuviese mejores resultados en los pacientes sin comorbilidades y no así en los que las presentasen, o todo lo contrario.
Por otra parte, sorprende que el factor asistencia por Neurología se haya codificado de forma que la OR sea inferior a 1; cuando se trata de un efecto protector, la magnitud de la razón de OR es difícil de interpretar, por lo que se aconseja dar la inversa, recodificando temporalmente la variable8.
Las OR de la variable atención por Neurología, en cuanto a mortalidad y dependencia, son de 0,04 y 0,14, respectivamente, no aparece la OR de la estancia media y no es significativo en cuanto a institucionalización. Son unos valores mínimos que a efectos prácticos quizá resulten despreciables, sobre todo porque no se presenta en los resultados el valor de la R cuadrado de Nagelkerke8.
Queremos considerar que, siendo un trabajo muy interesante y de laboriosa recogida de datos, sus conclusiones pudieran ser espurias, al no haber valorado los datos referidos.