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Vol. 22. Núm. 6.
Páginas 371-374 (octubre 1998)
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¿Hemos de cambiar nuestro punto de vista sobre el embarazo en la adolescencia?
Should we change our attitude towards teenage pregnancy?
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A. Areosa Sastrea, I. Hernández Parrasa, N. Domínguez Garridoa, F. López de Castrob, P. Sutil Murilloa, P. de la Torre Gila
a Especialistas en Medicina Familiar y Comunitaria. Centro de Salud Polígono Industrial. Toledo
b Especialista en Medicina Familiar y Comunitaria. Técnico de Salud. Gerencia de Atención Primaria. Toledo.
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Objective. To find the profile of pregnant teenagers in our area and the repercussion of pregnancy on their lives.

Design. A mixed study: descriptive, crossover and qualitative.

Setting. The Toledo Health Area.

Participants. All the adolescent mothers (192) and a control group of 195 mothers over 19, who gave birth in Toledo's Virgen de la Salud Hospital in 1995-96.

Interventions. Data on pregnancy monitoring, birth and the new-born were taken from the obstetric histories. 30 teenage girls were interviewed face to face to investigate the social, family and personal repercussions of their pregnancies.

Results. 3.3% of births in 1995-96 were of teenage mothers. Monitoring of teenage pregnancies was deficient. There were no significant differences between the two groups of women in the incidence of obstetric complications. The general profile of the women interviewed was as follows: they lived in a rural area with their parents. They had received no sexual education. Most of the pregnancies were unwanted, though only two thought of abortion. In general, the emotional link to their partner was reinforced after birth, although they didn't create a life in common. Family and social acceptance was the norm. They didn't modify their life-style. Although they didn't think there were any negative repercussions, they said they were afraid of a new pregnancy and sought to prevent it.

Conclusions. Our study did not find higher obstetric risk in pregnant teenagers. Motherhood does not appear to have too many repercussions on their life-style, although it should be prevented by improved sexual education.

Keywords:
Pregnancy
Adolescence
Obstetric risk
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Introducción

En las últimas décadas hemos asistido a un espectacular aumento de la frecuencia de embarazos en la adolescencia1-3. Tradicionalmente, el embarazo en esta época de la vida se ha asociado a mayor riesgo de complicaciones médicas (prematuridad, bajo peso, anemia, preeclampsia, partos distócicos, etc.)4, acompañadas de un sentimiento social desfavorable. Aunque estas complicaciones obstétricas no parecen confirmarse en los últimos estudios2,5,6, continúa considerándose embarazo de riesgo puesto que incide en niveles socioeconómicos y culturales bajos7,8 y en una etapa de la mujer en la que son frecuentes los conflictos emocionales, que pueden ser agravados por una gestación inesperada8.

Son ya muchos los autores que han investigado el origen, los factores posiblemente desencadenantes y las repercusiones médicas5 y sociales9,10 del embarazo adolescente, tratando de encontrar una fórmula de prevención eficaz. Sin embargo, muy pocos estudios han reflejado, tras el cambio social de la mujer acaecido en las últimas décadas, la forma en la que esta nueva generación vivió el embarazo y como se enfrentó a los problemas que surgieron en su entorno familiar, grupo de amigos y ocupación laboral, objetivos que nos marcamos a la hora de realizar este trabajo.

Material y métodos

Según el criterio de la OMS, consideramos gestante adolescente a las menores de 19 años de edad11.

Nuestro trabajo consta de dos partes. Inicialmente se realizó un estudio descriptivo basado en la revisión de historias clínicas, y más adelante otro cualitativo mediante entrevista personal. El emplazamiento del estudio fue el Área Sanitaria de Toledo, y la población incluía el total de las mujeres menores de 20 años que dieron a luz en la maternidad del Hospital Virgen de la Salud de Toledo durante los años 1995 y 1996.

Como aspectos cuantitativos, recogimos de las historias obstétricas los siguientes datos: edad, si era la primera gestación o no, estado civil, ocupación, fecha de realización de la primera visita de control, número de visitas posteriores, edad gestacional y peso del recién nacido, si fue un parto distócico y si existieron complicaciones puerperales. Con objeto de poder comparar, se eligió aleatoriamente un grupo control constituido por 195 mujeres mayores de 20 años que dieron a luz durante el mismo período. Los datos se introdujeron en la base del programa estadístico R-Sigma, utilizando la t de Student para la comparación de medias y la ji-cuadrado de Pearson para comparación de porcentajes.

La segunda parte del estudio consistió en una entrevista abierta, personal y semiestructurada a 30 de estas madres adolescentes. La elección de las participantes se llevó a cabo al azar a partir del registro de la maternidad. Tras contactar telefónicamente con ellas, se concertó una cita en su domicilio o en el centro de salud que les correspondía. Mediante una grabación autorizada, se exploraron aspectos cualitativos sobre el entorno en el que se desarrolló el embarazo, sus conocimientos en materia sexual, sus vivencias y las consecuencias más inmediatas del embarazo.

Resultados

Un 3,23% de los partos ocurridos en nuestra área entre 1995 y 1996 correspondieron a mujeres adolescentes.

La distribución por edades de la muestra queda reflejada en la figu ra 1. Un 32,1% están casadas, siendo gran parte de ellas mujeres de raza gitana. El 14,05% no son primigestas. En cuanto a su ocupación, un 17,79% son estudiantes y un 19,6% trabajan. El resto ayuda en la casa o está buscando trabajo.

Por término medio realizan la primera visita de control alrededor de la decimoctava semana de gestación, con un número aproximado de 5 controles durante todo el embarazo como promedio.

El parto se produce a una edad gestacional media de 38,84 semanas. Un 7,81% de los recién nacidos son prematuros y el 7,29% corresponde a pesos inferiores a 2.500 g. Como vemos en la tabla 1, no hay diferencias significativas respecto al grupo control en cuanto a estas 2 variables. Otro tanto ocurre con el porcentaje de distocias, que es similar en ambos grupos.

Entrando ya en la descripción de los aspectos cualitativos, y considerándolos desde una perspectiva general, el perfil de las adolescentes entrevistadas es el siguiente:

­ La mayoría vive en el medio rural y procede de un estrato social medio-bajo.

­ No es raro que haya casos de embarazo adolescente en su familia.

­ Viven en el domicilio paterno, y suele haber armonía en sus relaciones familiares.

­ Sus conocimientos sobre cuestiones sexuales son deficientes, según opinión de la mayoría de las mujeres.

­ Llevan poco tiempo manteniendo relaciones sexuales con su pareja y no utilizan método anticonceptivo fiable. La creencia «a mí no me va a pasar» se halla bastante arraigada en ellas y en ningún momento valoran suficientemente el riesgo de quedarse embarazadas. Excepto 2 casos del total, todos son embarazos no deseados.

­ Al conocer su embarazo, su reacción inicial es de sorpresa y preocupación, sobre todo por el impacto familiar, aunque «lo asumen desde el principio sin dificultad».

­ No realizan preparación al parto, porque según ellas «no existe un acceso fácil» desde el punto de vista geográfico. Más de la mitad no inician lactancia materna, alegando complicaciones médicas puerperales y «no tener suficiente leche».

­ Valoran de forma positiva el comportamiento del personal sanitario hacia ellas.

­ Tras el parto, las relaciones familiares permanecen estables y las afectivas se consolidan, aunque sólo una minoría se casan. «No se sienten obligadas a ello».

­ Sus actividades habituales (trabajo, amigos, estudios) quedan relegadas a un segundo plano. Ahora «tienen algo más de lo que ocuparse».

­ Se sienten aceptadas en su entorno social.

­ Establecen medidas preventivas ante un nuevo embarazo. Una parte de ellas evita las relaciones sexuales y el resto acude a centros de planificación familiar, llegando algunas a utilizar 2 métodos anticonceptivos.

­ Creen haber alcanzado un mayor grado de madurez con la adquisición de «nuevas responsabilidades».

Discusión

La incidencia de partos adolescentes en nuestra maternidad durante 1995-1996 fue de un 3,23%, porcentaje inferior al hallado en otros estudios2,7. La tendencia generalizada objetivada en otras series nos demuestra un aumento progresivo de esta cifra10. Aunque nuestro resultado no parece consistente con esta tendencia, sería preciso conocer datos anteriores en nuestro ámbito para poder valorarlo correctamente.

El perfil de adolescentes que hemos encontrado es similar al de otros estudios6-9,12: soltera, bajo nivel sociocultural y dedicada a labores domésticas. Aunque no hemos querido centrar nuestro estudio en las causas o factores favorecedores del embarazo en adolescentes, nos ha llamado la atención, además del ya citado bajo nivel sociocultural y la falta de una educación sexual adecuada (centrada en la prevención del embarazo no deseado), la insistencia de todas ellas en el pleno convencimiento de que «a ella no le va a pasar». Esta psicología tan particular ha llevado a algunos autores a describir esta época de la vida como «egocentrismo adolescente»8. El problema es que no reconocen el embarazo como posible, como si para ellas no existiera ninguna relación entre el coito y el embarazo. Esta realidad debe hacernos reconsiderar el contenido y la metodología de la educación sanitaria que están recibiendo nuestras adolescentes13.

Respecto a las consecuencias que tiene la gestación desde el punto de vista obstétrico, y coincidiendo con otros estudios, la primera visita de control tiene lugar muy tarde5, realizando un número deficiente de visitas posteriores si tenemos en cuenta las recomendaciones de Babson et al14.

En nuestro estudio no objetivamos un aumento de la incidencia de prematuridad ni de bajo peso en los hijos de las madres adolescentes, de la misma forma que lo venían constatando otros autores en los últimos años5-7.

En el plano psicológico, y teniendo en cuenta que en las entrevistas se recogen las opiniones subjetivas de sólo 30 madres adolescentes y sin entrar en un análisis muy profundo, parece que, una vez superada la sorpresa inicial del embarazo, la aceptación del mismo no es traumática, siendo asumido como un acontecimiento más de su vida, sin que la gran mayoría se plantee la posibilidad de abortar.

A pesar de la aparentemente fácil aceptación de su estado, éste no parece acompañarse de una ilusión o sensación especial de felicidad, de forma que su vivencia del embarazo es un simple «estado de espera del niño», careciendo de la perspectiva de madurez y consolidación afectiva de la madre no adolescente. Aunque les preocupa el impacto familiar de la nueva gestación, a diferencia de lo que ocurría hace años, ésta no es el desencadenante de un matrimonio prematuro, posiblemente porque no parece haber la coacción familiar, ni la marginación social de antaño. La mayoría permanecen en el hogar paterno, lo que va a añadir dificultad al ejercicio de su función maternal, ya que, como apuntan Lasa et al15, aún precisa resolver sus relaciones de dependencia como hija.

El futuro sobre la relación de pareja de estas mujeres y los efectos psíquicos que esta relación va a tener en el niño podrían ser objeto de nuevas investigaciones.

De cualquier forma, hoy por hoy, tal vez debamos seguir considerando el embarazo en esta época de la vida de alto riesgo, más que por las complicaciones obstétricas y por problemas psicológicos o sociales a causa de las dificultades que parecen existir para crear un vínculo madre-hijo adecuado para el correcto desarrollo social y afectivo del niño15.

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