Introducción. Se estima que la depresión será el problema de mayor impacto en la salud de la población de países en vías de desarrollo en el año 20201 y es la psicopatología más importante como precondición para un futuro intento de suicidio en jóvenes2-4. El suicidio figura como una de las principales causas de muerte en esta etapa de la vida. Se dispone de evidencias significativas de la continuidad del trastorno depresivo durante la adolescencia y su prolongación durante la etapa adulta, lo que resulta en unos altos índices de hospitalizaciones psiquiátricas y clínicas, así como problemas laborales y de relación futuros3,5.
Objetivo. Determinar la prevalencia de la depresión y su relación con la estructura familiar y con otros factores sociales.
Diseño. Estudio observacional, transversal.
Emplazamiento. Área de salud urbana.
Participantes. Muestra de adolescentes de 9-14 años que acudieron a consulta entre octubre y diciembre de 2003 (n = 60). Se excluyó a los que presentaban un proceso depresivo activo.
Medidas e intervenciones. Se utilizó el CET-DE (Alonso-Fernández) para la medida de la depresión. Este test estructura el cuadro depresivo en 4 dimensiones independientes: dimensión I (humor depresivo), dimensión II (anergia), dimensión III (discomunicación), dimensión IV (ritmopatía).
Para la corrección del instrumento, cada examinador cataloga las respuestas: 0, ausencia de respuesta; 1, alguna vez; 2, a veces; 3, casi siempre; 4, presencia del síntoma. Cuando la puntuación de al menos 1 de las 4 dimensiones del test suma 8 (punto de corte), se considera un probable trastorno depresivo.
Para valorar la estructura familiar, se usó el test de Apgar y un cuestionario de elaboración propia para recoger los datos sociodemográficos.
Resultados. La prevalencia de un probable trastorno depresivo fue del 38,3%. El 31,4% eran chicos y el 36% eran chicas, sin que se observaran diferencias estadísticamente significativas. De los jóvenes con un probable trastorno depresivo, el 65,2% presentaba un Apgar familiar disfuncional (p < 0,01). Se observó que el 52,6% de los hijos de padres con estudios medios presentaba un posible trastorno depresivo respecto al 30,3% de los hijos de padres con estudios inferiores (p < 0,02). No se observaron diferencias estadísticamente significativas con el estado civil de los padres ni la convivencia de los jóvenes. El 41,7% presentaba problemas en el rendimiento escolar, en el 4,8% se observaban trastornos del sueño del tipo despertares frecuentes y en el 8,7%, pesadillas (p < 0,01). Los resultados del cuestionario CET-DE fueron: en la dimensión I (humor depresivo), 8,4%; en la II (anergia), 12,6%; en la III (discomunicación), 6,1% y en la IV (ritmopatia), 11,7%.
Conclusiones. La depresión en los adolescentes es frecuente en atención primaria, a pesar de que cuesta identificarla. Una causa podría ser la afección de una sola dimensión de la vitalidad humana, lo que puede contribuir a que con frecuencia no sea diagnosticada.