Hemos leído con interés las consideraciones de Sookaromdee et al. sobre nuestro trabajo «Vasculitis leucocitoclástica secundaria a vacunación frente a SARS-CoV-2»1. La Conferencia de Consenso Internacional de Chapel Hill de 20122 agrupó bajo el término vasculitis de órgano único a la arteritis cutánea, vasculitis primaria del sistema nervioso central, aortitis aislada y vasculitis leucocitoclástica cutánea (VLC). Esta entidad se asocia con un amplio espectro de afecciones sistémicas, neoplasias, infecciones o hipersensibilidad a fármacos3. En las distintas series, la incidencia de VLC inducida por fármacos varía del 8,7 al 20% de los casos, con una mayor tendencia en paciente en pacientes mayores de 65 años4. De ello se deduce que ante un paciente que desarrolla una VLC, se exige una profunda reflexión acerca de la etiología porque esta puede ser transitoria y reversible –origen farmacológico– o permanente –origen neoplásico, infeccioso o enfermedad autoinmune sistémica–.
En el caso que hemos presentado, como se puede observar, la paciente tenía como único antecedente una enfermedad de Parkinson sin cambios recientes en la medicación. En la anamnesis, que ha de ser detallada, no se obtuvieron datos compatibles con infección, enfermedad autoinmune sistémica ni neoplásica. No obstante, se solicitó estudio de autoinmunidad –anticuerpos antinucleares (ANA), anticitoplasma de neutrófilos (ANCA), crioglobulinas y factor reumatoide (FR)– e infeccioso –virus A, B y C de la hepatitis, VIH, CMV, VEB, VHS I y II, Mycoplasma pneumoniae, Borrelia burgdorferi y Brucella– que resultó negativo y causas.
Se puede sospechar la etiología medicamentosa, muy especialmente si la aparición de la VLC ocurre entre los cuatro a siete y 21 días después de la primera dosis5. Según los algoritmos de Naranjo6 en el caso presentado, la relación de causalidad entre la vacuna ChAdOx1 nCoV-19 (AZD1222) y el VLC es probable. Es necesario remarcar que sin la reintroducción del fármaco, en este caso la vacuna –en la mayor parte de los casos, inaceptable desde el punto de vista ético–, la relación de causalidad probada o cierta no puede establecerse. Pero ante la ausencia de datos en la anamnesis que sugieran otra causa, así como la normalidad de los estudios realizados, creemos que la causa de la VLC en el caso presentado es la vacuna ChAdOx1 nCoV-19 (AZD1222).
Con independencia de lo anterior, queremos agradecer las consideraciones realizadas por Sookaromdee et al.
Conflicto de interesesLos autores declaran no tener ningún conflicto de intereses.