Tras la lectura del artículo de Báez Montilla et al.1, en el que exponen algunas de las características de las interconsultas de atención primaria a especializada en el área de salud de Toledo, queremos exponer algunas consideraciones.
Antes de ello, felicitamos a los autores del trabajo por abordar un aspecto fundamental de la asistencia sanitaria, y que, con independencia del ámbito local en que se ha realizado, creemos que refleja, en lo sustancial, la realidad más amplia de las interconsultas de atención primaria a especializada, uno de los actos médicos cuantitativamente más relevantes.
A nuestro criterio, existe una gran variabilidad en la planificación y gestión de las agendas de las consultas externas, que afecta, entre otros aspectos, al escaso porcentaje de servicios clínicos que participan directamente en la programación y gestión de las mismas; a los muy diferentes límites temporales en los que están abiertas las agendas, al notorio porcentaje global de desprogramaciones —reflejo de una deficiente planificación y gestión de las agendas y causante de insatisfacción de los usuarios y de demoras sobreañadidas— o a la enorme heterogeneidad de los procedimientos y de los circuitos tanto de las primeras consultas como de las sucesivas.
Todo lo anterior supone, sin duda, una disfunción diaria en la imprescindible cooperación entre atención primaria y atención especializada, y una merma en la calidad asistencial que a todos nos obliga.
Compartimos la mayoría de las afirmaciones que se presentan en el trabajo, tanto respecto a los comentarios sobre los motivos de la interconsulta, como a la conveniencia del acceso a las pruebas complementarias por parte de atención primaria, así como a los factores que explican la creciente demanda ciudadana para ser estudiados en atención especializada.
Sin embargo, nos ha sorprendido que los autores no lleven a cabo comentario alguno sobre el hecho de que solo el 47,4% de las interconsultas a atención especializada fueran, en realidad, primeras consultas; o de que, por ejemplo, casi el 30% de las derivaciones (como primeras consultas) fueran de pacientes con reiteradas consultas previas por la misma sintomatología en atención especializada.
Salvo matices que pudieran escapársenos del análisis de los datos que presentan, lo anterior refleja un problema en el seguimiento de los pacientes por parte de atención especializada. Entendemos que los servicios clínicos tienen, entre sus responsabilidades, la planificación y la estabilidad de las agendas de las consultas externas, la elaboración de los informes clínicos correspondientes, cuando menos, en el momento del alta, y —algo fundamental para lo que ahora nos ocupa— la gestión operativa de las consultas sucesivas, lo que debe llevar aparejada la asignación de la cita para la consulta de revisión en el mismo momento en que esta se plantea, es decir, en la propia consulta.
De otra manera, y dejando a un lado la incertidumbre que con frecuencia se genera en el paciente, las consultas de atención primaria seguirán acogiendo a pacientes cuyo único motivo de atención es conseguir la interconsulta para atención especializada. Correlativamente, las primeras consultas de este nivel estarán ocupadas en buena parte por pacientes ya conocidos —que deben disponer de un tramo horario y de unos tiempos diferentes—, lo que supone un incremento en las, a veces, inaceptables listas de espera para acceder a una primera consulta.
Creemos, en fin, que la corrección técnica y ética del acto de la consulta (exigible a los profesionales sanitarios) requiere de una planificación adecuada y de unas normas de gestión de las consultas externas, exigibles fundamentalmente a los responsables políticos, a los gestores y a los responsables de los servicios clínicos.