"Hay que tener en cuenta que acuden al profesional con el deseo de que se les ayude a resolver el problema y cuando se crea la magia de la complicidad paciente-médico entonces no existen fronteras."
Ana Puigvert
INTRODUCCIÓN
Al hablar de mujer y sexualidad, no podemos remediarlo, sentimos pudor, nos ruborizamos. Entramos en una habitación que nos incomoda compartir con otros que no sean los seres que amamos o incluso sólo aceptamos compartir con nosotros mismos, probablemente debido a nuestra educación, a los tabúes, los condicionantes culturales y religiosos así como a nuestros prejuicios. Nos movemos en el límite de lo permitido y lo prohibido, lo atrevido y lo decoroso, nuestra vertiente más biológica y animal frente a otra más racional y asceta1.
Cuando, además de estas barreras, se añade el hablar de sexualidad con una mujer hace pensar que las barreras se hacen inexpugnables. El hecho de que cada vez dispongamos de más mujeres médicos, especialmente en medicina de familia, debe de representar una facilidad añadida para el abordaje de una parcela tan importante como es la sexualidad femenina. Al hablar de mujer y sexualidad, en nuestros días ocupa un lugar importante dentro de la vida cotidiana y como tal debemos de abordarla en nuestro trabajo asistencial, entendiéndola como un derecho de la salud y dentro del concepto de medicina sexual.
Sin embargo, no siempre ha sido así. Las mujeres, con su erotismo y sexualidad, han pasado por épocas oscuras de represión y puritanismo, hasta llegar a la actual situación de abordaje normal y profesional, y puestas las expectativas en los nuevos conocimientos que la investigación nos está deparando. Precisamente, en el presente artículo de revisión se pretende un análisis de evolución histórica desde el puritanismo del siglo XVIII a la medicina sexual del siglo XXI.
MUJER Y SEXUALIDAD EN LOS SIGLOS XVIII Y XIX: REPRESIÓN Y PURITANISMO
Podemos decir, en palabras de Michael Foucault, que estamos impregnados de esa educación victoriana donde la sexualidad queda encerrada y recluida en la alcoba de los padres. Es aquí el único lugar de sexualidad reconocida, utilitaria y fecunda1. Es en esta época donde la mujer queda recluida en el convento, su casa o en la cárcel, el invento del "corsé" puede servir de ilustración a esta falta de movimiento y libertad de la mujer y de su cuerpo, y representar el inicio de la regresión sexual2,3.
Junto a estos 2 largos siglos de oscuridad, nos referimos a los siglos XVIII y XIX, debemos de añadir los vividos en la Edad Media donde la desnudez fue la representación del pecado, siempre próxima a símbolos infernales. En este sentido la religión judeocristiana ha reprimido la sexualidad y particularmente la de las mujeres. Son consideradas simples objetos sexuales cuya función es la de procrear, perpetuar y servir a los hijos. El cristianismo designó la sexualidad como algo impuro. El islamismo reprimió aún más ferozmente a las mujeres, y continúa esa injusta práctica hasta nuestros días. Lo prueban los velos y pesados ropajes que les obligan a llevar en los países donde es la religión oficial4.
Aquellas épocas medievales representan la cuenta atrás del reloj del sexo, ya que han sido las etapas más sombrías de toda la historia de la humanidad, sobre todo desde el punto de vista de la sexualidad5.
Llama la atención que, dichos siglos de oscurantismo sexual, hayan sido precedidos por otros, en los cuales la sexualidad se vivía de una forma más pública y más liberal, donde el concepto sexo era mucho más amplio y más global que el término reproducción. De hecho la actividad sexual del ser humano no se llevaba a cabo exclusivamente en el momento en el que la reproducción sería probable, éste disfruta con la cópula durante un largo período de su vida que no se corresponde con la fase fértil de su biología6.
Sorprende que, de esa época grecorromana, nos hayan llegado objetos e imágenes que representan actitudes sexuales que pueden mostrar sexo en casa, como culto divino e incluso como una actitud ante la vida. En esta época se han hallado evidencias de la existencia de profesionales del sexo generalmente esclavas sexuales. En Roma son las llamadas meretrices y en Grecia las haeterea (la versión fina cortesana) y porne (la categoría general). No existía para ellas condena moral porque estaban fuera de la estructura social7 (fig. 1). De esos términos se deriva la palabra castellana meretriz, o parecen relacionarse con jinetera (prostituta en Cuba) y porno (expresiones marcadas y explícitamente sexuales).
Figura 1. Grabado erótico en la Casa de los Vetti de Pompeya, siglo I d. C.
También sociedades como la egipcia nos ha dejado su vestigio iconográfico de escenas sexuales, con diferentes posturas eróticas (fig. 2), además de la primera descripción de una disfunción eréctil y de la circuncisión como tratamiento de la fimosis (papiros en torno a año 2000 a. C.). Sin olvidarnos de los primeros preservativos manufacturados con intestino animal.
Figura 2. Diferentes posturas eróticas en un papiro egipcio hacia el año 2000 a. C.
Incluso antes, en la prehistoria, la vida sexual se cree que estaba organizada sin normas que regulasen la relación entre hombres y mujeres. La mayoría de los estudios concuerdan en que la promiscuidad no se daba de forma exagerada, sino que existían ciertas pautas que concedían cierto orden a la vida sexual de nuestros antepasados. Parece ser que en un principio se aseguraba la descendencia con la monogamia. Esta situación fue evolucionando hacia la poliandria, más típica de las sociedades matriarcales, en las que la mujer era la pieza clave de las sociedades. Fue modificándose ya que la posición del hombre poco a poco fue adquiriendo relevancia, hasta el punto de que la mujer fue perdiendo sus privilegios a favor del hombre, que se convertiría en el patriarca, inaugurándose, pues, el concepto de poligamia, propio de las sociedades patriarcales8.
Encontramos numerosos hallazgos pictóricos y esculturales que nos permite ver cómo nuestros antepasados vivían la sexualidad. Incluso la masturbación suponía ya en la prehistoria una forma de vivir la sexualidad. Un ejemplo de lo dicho es la denominada Placa de Enlène (Francia) (fig. 3)8.
Figura 3. En la excavación francesa de Enlene se localizó una placa grabada hace unos 13.000 años con 2 personas en posición de coito y una tercera que los mira en una actitud que recuerda al "voyeurismo".
Frente al oscurantismo que sufre toda Europa durante la edad media y la edad denominada moderna (siglos XVIII y XIX), el reloj de la Historia, de la Humanidad y de sexualidad avanzó en sociedades como la hindú y la oriental. Así lo podemos comprobar el templo del Khajuraho (fig. 4), situado en la India, donde, se puede decir que el Kamasutra aparece tallado en piedra (fig. 5)9.
Figura 4. Templo del Khajuraho, India.
Figura 5. Kamasutra aparece tallado en piedra. Detalle del templo del Khajuraho, India.
En China podemos tomar como referencia los libros sobre El arte en la alcoba de Fang-Chun-Shu, donde aparecen desde las 9 posturas para alcanzar el clímax como los 5 signos femeninos que permiten saber si la mujer se acerca al orgasmo. Incluso asesora sobre la primera vez. El arte en la alcoba constituye el clímax de las emociones humanas, y comprende el Camino Supremo (Tao). Por ello, los reyes santos de la Antigüedad regularon los placeres externos del hombre para poder frenar sus pasiones internas y crearon reglas específicas sobre el contacto sexual. Quien regule sus placeres sexuales se sentirá en paz y vivirá muchos años (fig. 6).
Figura 6. Tercera posición: el mono salta. Grabado en El arte en la alcoba, de Fang-Chun-Shu, dinastía Han (221 a. C.-24 d. C.).
Uno de los aspectos que más impactó a los taoístas chinos, en su encuentro con Occidente, fue el trato oculto y prohibido que se la daba al sexo. Tabú que se sólo se originó posteriormente a la Cristiandad y que no formaba parte del mundo grecorromano. La riqueza en el uso de los términos y la belleza con la cual la sexualidad es expuesta en la literatura china no puede más que generar admiración y respeto hacia una cultura que, gracias a su visión del mundo, no se limitó en ese aspecto a sí misma, permitiendo tratar una de las actividades humanas de mayor importancia con enorme creatividad y sabiduría10.
MUJER Y SEXUALIDAD EN LOS SIGLOS XX Y XXI: VINDICACIÓN Y LIBERACIÓN
Es a finales del siglo XIX y principios del XX cuando empieza a darse importancia de nuevo a la sexualidad en Europa. Sigmund Freud (1856-1939) habla de la trascendencia de la sexualidad en los individuos con su teoría de la personalidad que tiene como eje central el desarrollo sexual. En la misma época, el médico inglés Havellock Ellis publicó su obra Psychology of sex, donde describió que el deseo sexual era igual para hombres que para mujeres y refutó que la masturbación ocasionara insania11.
España no se queda atrás, como podríamos pensar, valga esta publicación en 1909 donde la mujer empieza a desligarse de su función productiva, moralizando el derecho a una sexualidad sana y satisfactoria (fig. 7)12.
Figura 7. Folleto explicativo de procedimientos anticonceptivos. Barcelona, 1909.
Según avanza el siglo pasado, el papel de la mujer empieza a tener más relevancia con la aparición del movimiento feminista y las aportaciones de Marie Stopes, Margaret Sanger, Margaret Mead, Geranine Greer, entre otras. Al mismo tiempo que el progresivo uso de métodos anticonceptivos, permitiendo así despegarse de la única función reconocida para la sexualidad femenina hasta ahora: la reproductora11.
Los años sesenta, con sus movimientos juveniles de transformación política, económica y ética, trajo un cambio decisivo. La sexualidad se consideró desde entonces como una cualidad única del ser humano. Destaquemos 2 años de esa "década prodigiosa": 1960 y 1966. Es en 1960 que desarrollaron en Estados Unidos el primer anticonceptivo oral que bajo el nombre de Envoid se comercializó masivamente en Estados Unidos y supuso la "primera revolución sexual" de nuestra época. Es en 1966 cuando Masters y Johnson publican su libro Respuesta sexual humana, donde anotan que tanto hombres como mujeres tienen la misma capacidad de respuesta sexual. Desde luego, no podemos olvidar las aportaciones de Kinsey y Hite, entre otros11.
La "segunda revolución sexual" ocurre cuando Viagra®fue lanzada en Estados Unidos en marzo de 1998. El 15 de septiembre del mismo año fue aprobado por la Oficina Europea del Medicamento. Cuando el 2 de noviembre de 1998 salió al mercado farmacéutico español, al precio de 1.500 pesetas cada pastilla13, ni las más optimistas expectativas podían suponer la repercusión, de todo orden, que tal hecho iba a tener. A los profesionales nos modificó radicalmente nuestras pautas de diagnóstico y tratamiento en la disfunción eréctil. Significó la apertura a otras disfunciones sexuales, tanto masculinas (eyaculación precoz) como femeninas (que hasta entonces las teníamos obviadas por complejas). "Naturalizó" estas afecciones en nuestra cultura, considerándolas como un problema de salud integra o global14.
En nuestros días, la manifestación de la sexualidad ocupa un lugar importante dentro de la vida cotidiana y como tal debemos de abordarla en nuestro trabajo diario. Sin embargo, no podemos olvidar que todavía hay algunas culturas que sufren las secuelas de comportamientos religiosos y de aberrantes actitudes de desigualdad sexual y social. Se practican mutilaciones genitales (tribu Conibo de Perú), clitoridectomias e infibulaciones (África del este). Estas prácticas no están muy lejos de los actuales piercing genitales, por lo general decorativos, aunque en ocasiones colocados con intención de proporcionar placer en el momento de la penetración.
En la actualidad, el sexo más desenfrenado convive con la expresión más puritana del mismo (cibersexo frente a la abstinencia como método de prevención del sida, por ejemplo). Por otra parte tenemos que tener en cuenta que la mujer ha sido dotada de nuevo de voz y es hora de hablar. Su escucha, tanto en la consulta como en el campo profesional de la medicina, enriquecerá y permitirá un abordaje más completo de la disfunciones sexuales.
CONCLUSIONES
Debemos tener en cuenta la necesidad de abordar la sexualidad desde la salud global, para la mejorar la calidad de vida física y emocional de las personas que acuden a nuestras consultas, así como la importancia de iniciar dicho abordaje en edades tempranas, para la prevención temprana de determinadas enfermedades, como las infecciones de transmisión sexual y las disfunciones sexuales. Debemos de tener en cuenta desde que nacemos hasta que morimos somos seres sexuados y la sexualidad es vivida por cada ser humano de una forma propia, particular, por lo que debemos de abordarla desde el respeto específico a cada hombre y cada mujer.
De esta forma creemos que el tener a un profesional, hombre o mujer, puede llegar a ser una anécdota más que una barrera. Si la relación médico-paciente se da desde el respeto y la confidencialidad se creará ese vínculo que permitirá la cura o, por lo menos, la ayuda que el paciente y su pareja solicitan cuando ponen su problema sobre la mesa. La incorporación de la mujer en el abordaje de las disfunciones sexuales abre puertas y posibilidades en el diagnóstico y el tratamiento de éstas, que quedarían cerradas si no le damos la oportunidad que obligatoriamente se merecen.
Hablar de mujer y sexualidad en nuestros días ocupa un lugar importante en la vida cotidiana y como tal debemos abordar este aspecto en nuestro trabajo asistencial, entendiéndolo como un derecho de salud y dentro del concepto de medicina sexual. El hecho de que cada vez haya más mujeres médicos, especialmente en medicina de familia, debe representar una facilidad añadida para el abordaje de una parcela tan importante como es la sexualidad femenina.
Correspondencia:
Dra. M.C. Luque López.
Medicina de Familia. Centro Salud Albarizas. Distrito Sanitario Costa del Sol. SAS. Las Albarizas, s/n. 29601 Marbella. Málaga. España
Correo electrónico: mcllz@yahoo.es