Los aneurismas de la aorta abdominal en lactantes son muy poco frecuentes, considerándose un origen congénito. Su diagnóstico clínico resulta complicado, por lo que el apoyo con estudios de imágenes es fundamental. Su tratamiento aún está sometido a discusión, el cual depende de la edad, las características anatómicas y el compromiso de otras estructuras vasculares, lo que además determinará su pronóstico a largo plazo.
Presentamos a un lactante con una cardiopatía congénita en quien durante su protocolo diagnóstico se encontró de manera incidental un aneurisma de la aorta abdominal.
Aneurysms of the abdominal aorta in infants are very rare, and are considered of congenital origin. Where their clinical diagnosis is complicated, support with imaging studies is essential.
Their treatment is still under discussion, depending on age, anatomical characteristics, and compromise of other vascular structures, which will also determine their long-term prognosis.
The case is presented of an infant with congenital heart disease in whom an aneurysm of the abdominal aorta was incidentally found.
Los aneurismas de la aorta abdominal en la población pediátrica son muy poco frecuentes, aún más dentro del primer año de vida, siendo asociados la mayoría de las veces a malformaciones congénitas cardíacas o aórticas, enfermedades sistémicas, trastornos del tejido conectivo y cateterismo de la arteria umbilical en el caso de recién nacidos1–3.
Se presentan como posibles causas los procesos infecciosos y traumáticos; no obstante, en neonatos y lactantes el origen idiopático se ha considerado como la principal causa, relacionándose con defectos genéticos al darse una interrupción en los genes que codifican el factor de crecimiento β o sus receptores2,3. Con relación a su presentación, en niños de edad escolar o mayores es posible que se presente como una masa palpable y pulsátil en el abdomen; por otro lado, la sospecha diagnóstica en edades tempranas no es considerada debido a que la enfermedad es extremadamente rara; es así que en los neonatos y lactantes resulta complicado su diagnóstico2–4, pero fácilmente detectable con estudios de imágenes como tomografía computarizada, resonancia magnética o ecografía1–4.
Al realizar el diagnóstico es importante tomar en cuenta patologías asociadas, entre ellas la hipertensión arterial sistémica y la insuficiencia renal2,3, dado que su evolución y pronóstico va a depender en parte de las características anatómicas y el compromiso con las ramas arteriales que se originan de la aorta abdominal, principalmente las arterias renales. Es importante considerar que hasta en el 69% de los casos los aneurismas pueden tener un origen infrarrenal y presentar complicaciones como aneurismas o trombosis de una o ambas arterias renales o displasia renal, lo que se relaciona con una mayor mortalidad2,3.
El tratamiento en la edad pediátrica y aún más en neonatos y lactantes resulta un reto al no existir un enfoque universal en esta población, pero de manera general se brinda una opción conservadora en los pacientes en quienes la reparación quirúrgica conlleva un alto riesgo de mortalidad y con una esperanza de vida poco probable a largo plazo2,3. En cambio, el tratamiento quirúrgico puede ir desde la reparación convencional abierta hasta el tratamiento endovascular, siendo este último poco factible en niños de corta edad; por lo tanto, al proponer la cirugía con técnicas como la aneurismorrafia o la interposición de injertos, se debe considerar que el diámetro promedio de la aorta en los adultos puede alcanzar hasta 20mm en comparación con la población pediátrica, donde el material de injerto sintético puede oscilar de 5 a 10mm1–3 y en el que un diámetro inferior a 6mm es considerado de pobre permeabilidad, por lo que es apropiado plantear una corrección a mayor edad para aneurismas pequeños evitando de esta manera futuras reoperaciones y mejores resultados2. En algunos casos se ha probado aloinjertos criopreservados a expensas de una mayor respuesta inmunológica causando fibrosis, calcificación y degradación, por lo que no se recomienda su uso de forma rutinaria, aunque recientemente se han descrito aloinjertos criopreservados descelularizados con menor respuesta inmunológica y que permiten el crecimiento de las estructuras, pero aún no existe suficiente evidencia2–4. Debido a lo infrecuente de esta patología, cada paciente y sus estrategias terapéuticas y de seguimiento son individualizadas, determinando las comorbilidades, el compromiso vascular y la anatomía del aneurisma, el pronóstico y la evolución a largo plazo1–4.
En nuestro caso, presentamos a un paciente de 30 días de edad, sin intervenciones previas, con antecedentes de cianosis y dificultad respiratoria desde el nacimiento, con electrocardiograma en ritmo sinusal, con onda P: 0,4mV y 40ms, aQRS 180°, QRS 60ms, QTm 240ms, QTc 393ms. Se sometió a cateterismo cardíaco por vía carotidea derecha donde se determinó atresia pulmonar con tabique interventricular íntegro, además de comunicación interauricular restrictiva con aneurisma del tabique interauricular y conducto arterioso permeable con estenosis severa a su llegada a la rama izquierda de la arteria pulmonar, por lo que se realizó atrioseptostomía con balón y angioplastia con stent en el conducto arterioso.
Posteriormente se complementó su estudio con tomografía computarizada donde se encontró hipoplasia del tronco de la arteria pulmonar, con defecto del tabique interauricular de 9×7mm, y a nivel de la aorta abdominal, en el origen del tronco gastrohepático, un aneurisma sacular anterior de 11×13mm, con una longitud de 14mm, con origen en las arterias renales a nivel de la zona aneurismática sin imágenes sugestivas de trombos o disección (fig. 1) y por debajo de estas la arteria mesentérica inferior, además con ausencia de atenuación del segmento proximal de la arteria mesentérica superior, sin rama esplénica ni bazo (fig. 2).
No se recibió ningún patrocinio para llevar a cabo este artículo.
Conflicto de interesesLos autores declaran no tener ningún conflicto de interés.