En el volumen 19, número 1, año 2018 de la revista Educación Médica se publicó el artículo titulado «Análisis de los estilos de aprendizaje en alumnos de Medicina de la Universidad de Chile». Más allá de las evidentes falencias éticas (p. ej., ausencia de consentimiento informado), metodológicas (p. ej., no se detalla cómo se analizaron los datos, no se indican cuáles fueron los estadísticos utilizados, etc.) y de interpretación (p. ej., discusión no se desprende de los resultados), llama poderosamente la atención la siguiente afirmación que hacen los autores: «Comprender y evaluar los estilos de aprendizaje al interior del aula permite a los educadores adaptar y modificar sus estilos de enseñanza a favor de los estilos de aprendizaje de los alumnos» (p. 4). Esta afirmación sorprende porque hace referencia a uno de los neuromitos más populares a nivel mundial1, a saber, que las clases se deben adaptar al estilo de aprendizaje de los estudiantes.
En el 2002, la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) definió neuromito como un error de interpretación que encuentra su origen en malas citas o un mal entendimiento de hallazgos científicos2. Un ejemplo prototípico es la idea de adaptar las clases según el estilo de aprendizaje de los estudiantes. Actualmente existen más de 70 formas distintas de clasificar estos supuestos «estilos»3, muchos de los cuales dicen basarse en evidencia neurocientífica para sustentar sus propuestas. Ejemplo de lo anterior es el modelo de «hemisferios cerebrales» que sostiene la infundada idea que a los estudiantes se les puede catalogar con un estilo de aprendizaje de tipo «hemisferio izquierdo» o de tipo «hemisferio derecho» según si es «más lógico» o «más holístico». Haciendo uso de una sana reflexión crítica, cabe preguntarse ¿Existe una base empírica sólida que sustente este tipo de prácticas? la evidencia acumulada desde hace más de 5 décadas4,5 es consistente en demostrar que no hay soporte empírico que valide la práctica de adaptar las clases al estilo de aprendizaje de los estudiantes. En otras palabras, los resultados de estudios bien controlados son contundentes en demostrar que adaptar las clases al estilo de aprendizaje de los estudiantes no mejora su rendimiento6–9.
A través de la presente carta, se hace un llamado a revisar la base empírica de esta y otras aparentes intervenciones pedagógicas avaladas por supuestos hallazgos neurocientíficos, con el objetivo de derribar falsas creencias y construir entre todos una educación de calidad, basada en la evidencia empírica sólida, y con un fuerte desarrollo del pensamiento crítico, que sirva como antídoto para eliminar la seudociencia de contextos educativos escolares y universitarios.
FinanciaciónEste trabajo se ha realizado dentro del proyecto Basal FB0003 subvencionado por el Programa de Investigación Asociativa de CONICYT.
Conflicto de interesesEl autor declara no tener ningún conflicto de intereses.