Varón de 91 años institucionalizado con antecedentes de diabetes mellitus tipo 2, enfermedad renal crónica e infarto de miocardio que acudió al servicio de dermatología por presentar en mejilla derecha una lesión de rápido crecimiento los meses previos a la consulta. A la exploración se apreciaba una lesión de 6×6cm ocupando la totalidad del arco cigomático derecho, friable, ulcerosa y con tendencia al sangrado (fig. 1). No se apreciaban datos de infección y el estado basal del paciente estaba inalterado. Ante estos hallazgos se realizó una biopsia cutánea y una resonancia magnética. Histológicamente, destacaba una proliferación cordonal de células escamosas atípicas de origen epidérmico, infiltrándola, asociando disqueratosis y perlas córneas, sugestivo de carcinoma espinocelular. La resonancia objetivó la presencia de una masa exofítica superficial en fosa temporal derecha, de 6×1,4×5cm, contactando profundamente con la fascia cervical superficial. Ante estos hallazgos, y dada la edad y estado basal del paciente, se consensuó la opción de tratamiento con radioterapia. Consecuentemente, se administró una dosis total de 25Gy. Tras el inicio del tratamiento, se objetivó mejoría, siendo esta completa al finalizarlo. La lesión regresó en su totalidad, sin evidencia clínica ni ecográfica de persistencia o diseminación locorregional.
La situación de pandemia vivida a lo largo de los últimos 2 años ha supuesto un cambio de paradigma a nivel global. En ese sentido el miedo ante una infección desconocida en su día y el colapso del sistema sanitario supusieron importantes condicionantes a la hora de acudir al medio hospitalario1.
Es por ello, como ilustramos en este caso, que presentaciones tumorales (a nivel cutáneo) floridas y llamativas en cuanto a su presentación, no han sido infrecuentes. El carcinoma espinocelular es la segunda neoplasia maligna cutánea más frecuente tras el carcinoma basocelular, teniendo mayor capacidad metastásica tanto visceral como ganglionar principalmente. La etiología de este tumor es multifactorial, siendo la exposición solar prolongada su principal factor predisponente. Por tanto, típicamente aparece en personas de edad más avanzada. A lo largo de las últimas décadas se ha visto un incremento en la frecuencia del carcinoma espinocelular, sin embargo, las herramientas diagnósticas de las que se dispone hoy en día facilitan su precoz diagnóstico y exéresis2. De hecho, la extirpación quirúrgica es considerada como el tratamiento de elección en estos tumores. Sin embargo, es posible encontrar casos en los que la extirpación no sea posible dada la extensión del tumor. En estos casos, y en pacientes pluripatológicos o incluso de edad avanzada la radioterapia desempeña un papel terapéutico importante. Si bien es cierto que con esta técnica no se puede garantizar la eliminación completa del tumor, es posible lograr un aceptable resultado estético y funcional3,4.
El presente caso refleja la realidad de uno de los tumores más frecuentes, realidad que desafortunadamente todavía es plausible encontrar a raíz de la pandemia, así como su subsiguiente manejo de forma no invasiva. Es capital reconocer este tipo de presentaciones extremas, así como las opciones terapéuticas existentes de cara a implementar una atención rápida multidisciplinar que pueda reducir la morbimortalidad de estos pacientes.
Se ha contado con el consentimiento informado de los pacientes y se han seguido los protocolos de nuestro centro de trabajo sobre tratamiento de la información de los pacientes.