La misión fundamental de la Universidad es la enseñanza de las profesiones y la investigación científica. Sin embargo, esta formulación de objetivos no deja de ser insuficiente por cuanto los conocimientos científicos se incrementan de hora en hora, a veces de minuto en minuto, y –en consecuencia- no cabe esperar que la institución de enseñanza alcance a la transmisión de todos los conocimientos. Aún más, puesto que tales conocimientos serán cambiantes, aunque se enseñara todo lo conocido en la actualidad, y en el hipotético caso que el alumno lo aprendiera todo, tendríamos difícil que fuera un profesional competente si no le hubiéramos enseñado a adquirir conocimientos por él mismo, ofreciéndole herramientas o instrumentos para una búsqueda, selección, incorporación y aplicación de todo aquello que le puede servir para su ejercicio profesional futuro. En el momento actual la Universidad también tiene como misión formar a los futuros profesionales para que sean capaces de alcanzar conocimientos actualizados y complementarios.
Pero el mundo académico, que goza de esta filosofía, dispone de dos pilares en nuestra sociedad: la Universidad, y las Academias. Ambas instituciones tienen una vida indisolublemente complementaria hasta el punto de que, históricamente, han tenido funciones de sustitución en algunas épocas de crisis. Sobra decir que el mundo académico se nutre del mundo universitario, y viceversa.
En ambos casos son instituciones con intereses científicos, literarios o artísticos, y desde su origen encaminadas a generar conocimientos, debatir y reflexionar de forma conjunta, buscar la vanguardia científica y dictar normas para su aplicación.
Las Universidades han contribuido a generar conocimiento y trasmitirlo desde la Edad Media, y las Academias desde el siglo XVII. En España, las primeras Universidades: Valladolid, Palencia, y otras que también tienen siglos de antigüedad: Alcalá, Complutense, Cádiz, Salamanca, etc. Y algo parecido ha ocurrido con las Academias con siglos de antigüedad: Sevilla, Valladolid, Matritense (luego Real Academia Nacional de Medicina), Médico-Quirúrgica Española, etc. Aún más, con frecuencia encontramos antecedentes históricos que reflejan cómo en un área geográfica con Facultad de Medicina se crea una Academia, y también al revés.
La situación actual es que, tanto las Universidades con sus Facultades de Medicina distribuidas por todas las Comunidades Autónomas, como las Academias de Medicina de índole regional o suprarregional, tienen una organización que garantiza mantener un foco permanente en la formación del médico en sus distintos niveles (grado, especialidad, postgrado, desarrollo profesional) y que cubre la práctica totalidad del territorio nacional a través de la sucesiva creación de Facultades de Medicina y de la creación de las Academias de Medicina, quizás con alguna sorprendente excepción como es la Academia de Medicina de Castilla-La Mancha que, de forma incomprensible desde hace años sigue pendiente de su creación oficial cuando resulta que la Facultad de Medicina de Albacete es una de las pioneras en los aspectos relacionados con la Educación Médica, y la propia Comunidad tiene otra Facultad en Ciudad Real.
Instituciones de referencia, su vida, su impulso, y su esencia es ponerse al servicio de la salud de la población, o –lo que es lo mismo- ayudar a vivir mejor a los ciudadanos. Su labor, además de científica es eminentemente social, porque la sociedad es su principal beneficiario. Las Facultades de Medicina y las Academias tienen la responsabilidad de ofrecer una visión multidisciplinaria del saber médico, incluyendo a los distintos profesionales que se ocupan de este campo: cirujanos, médicos con distinta especialidad (en esto se diferencian de las sociedades científicas de especialidad monográfica).
Su responsabilidad alcanza a formar más y mejor a los profesionales en sus distintas modalidades de desempeño. De ahí la necesidad de contemplar la Educación Médica como área dentro de ambas instituciones: en la Universidad, con Unidades, Departamentos o Cátedras que faciliten el proceso enseñanza-aprendizaje y la incorporación de las mejores evidencias e innovaciones sobre el mismo; y en las Academias con la incorporación de expertos en este campo, que permitan optimizar la transmisión del conocimiento y sirvan, al mismo tiempo, como referentes en esta nueva área de conocimiento que es la Educación Médica.