Las condiciones de trabajo y la regulación de las jornadas de atención continuada de los médicos están generando cada vez más interés en el debate científico y político. Dicha situación es particularmente preocupante durante el periodo de formación sanitaria especializada (FSE). Esto es así, debido a que existe evidencia significativa de que las condiciones de trabajo y descanso de los médicos residentes afectan directamente a la calidad de la atención, la seguridad del paciente y el bienestar de los profesionales.1 Además, las primeras experiencias formativas y laborales en la formación sanitaria especializada tienen un impacto significativo en el futuro desarrollo profesional de los médicos.2
En los últimos años, se han publicado varios estudios que demuestran el incumplimiento de la normativa sobre los máximos de horas de trabajo y los descansos entre jornadas en médicos residentes. Los primeros tuvieron ámbito autonómico3,4 y recientemente se ha publicado un artículo que describe esta situación en el conjunto del Estado.5 Dicho estudio es de especial relevancia, ya que es el primer estudio de ámbito estatal en toda Europa. En este sentido, entre los médicos residentes encuestados se observa un incumplimiento generalizado de la legislación española y europea vigente: el 80,49% supera el límite en cuanto al máximo de horas de trabajo (48 horas semanales), el 13% no descansa después de un turno de guardia de 24 horas y el 48,4% de los encuestados no realiza el descanso semanal mínimo después de un turno de guardia de sábado.
Existen en la bibliografía numerosos artículos que exploran el impacto en la salud física y mental de la sobrecarga horaria y la ausencia de descansos.6 No obstante, las consecuencias relativas a los procesos de enseñanza-aprendizaje de estos fenómenos, están significativamente menos estudiadas. Una de las hipótesis que convendría explorar en profundidad es que durante la residencia una parte significativa de la formación tiene lugar en los servicios de urgencias en la modalidad de jornadas de atención continuada (o guardias). Sin embargo, estos suelen ser espacios de aprendizaje extremos, con frecuentes situaciones de elevada carga emocional, poca supervisión y excesiva responsabilidad clínica desde los primeros momentos de la residencia.7 Dado el gran número de horas de guardia que realizan los residentes y las condiciones antes descritas las consecuencias a nivel formativo podrían ser de gran calado. Añadido a ello, existe cada vez más evidencia de la relación entre pérdida de empatía y burnout.8 Esto supone que los médicos residentes no solo se ven expuestos a un perjuicio formativo en competencias clínicas, sino que también la descrita situación de sobrecarga podría suponer una limitación en la adquisición de competencias transversales nucleares como la empatía o la comunicación.
Todo lo anterior coincide con la información publicada en estudios cualitativos donde se pregunta a los médicos residentes cuáles son las áreas de mejora a futuro más significativas para la mejora de su formación. En estos9 los especialistas en formación señalan las siguientes áreas: horas de trabajo, condiciones de trabajo, plan de estudios, funciones de los residentes, salarios, desgaste profesional y carga asistencial. Todas estas realidades se ven afectadas gravemente por el incumplimiento de la normativa en cuanto al número de horas de trabajo y el cumplimiento de los descansos.
La situación descrita no es sólo una cuestión de condiciones laborales, sino también una llamada a la responsabilidad de todos los actores involucrados. Primero porque en un estado de derecho, es esencial no sólo respetar, sino también asegurar activamente el cumplimiento del ordenamiento jurídico. Ignorar esta realidad socava los fundamentos de nuestro sistema legal y de convivencia. Segundo, dada la prevalencia de estas prácticas, algunos autores han planteado la posibilidad de que exista una mala praxis bioética por parte de las instituciones,10 una crítica que merece ser considerada con la seriedad que conlleva. Finalmente, es crucial reconocer que, al abordar y corregir estas condiciones, no sólo estaríamos salvaguardando los derechos y el bienestar de los médicos residentes, sino que también estaríamos elevando la calidad de la formación médica, garantizando la seguridad de los pacientes y protegiendo la salud y el futuro de las próximas generaciones de médicos.