Desde inicios de siglo XXI, se busca que las personas cuenten con estudios necesarios para asumir un puesto o ciertas responsabilidades laborales, así como también se espera que sean asertivos y hayan desarrollado habilidades blandas; cualidades que no solo el mercado laboral las exige sino también la sociedad en general, para que los ciudadanos puedan lograr un desarrollo integral en el aspecto personal, académico y profesional.
El artículo «Competencias esenciales en la formación de los residentes, ¿qué nos ha enseñado la pandemia por la COVID-19?»1, plantea que durante la crisis sanitaria, los futuros profesionales de la salud han desarrollado competencias de profesionalismo y ética, trabajo en equipo, comunicación con los pacientes y familiares, protocolos de seguridad, telemedicina, etc. que deben ser revaloradas e incorporadas desde los inicios de la formación especializada.
Del mismo modo, el artículo se refiere a las competencias de los profesionales sanitarios basado en el modelo Competencias-Cruces (2008), y es válido; sin embargo, consideramos que no son las únicas. En tal sentido, concebimos que las competencias coadyuvarán a desarrollarlas en concordancia con el saber, el ser, el hacer y el convivir2.
Por ejemplo, en la etapa universitaria se deben incluir conocimientos de antropología y sociología para comprender mejor al paciente y sus familiares dentro de su contexto social3. Para una comunicación asertiva y el manejo de la inteligencia emocional es importante conocer el entorno cultural, el nivel de educación, las creencias religiosas, entre otros4.
Finalmente, hay un elemento que debe cultivarse entre los profesionales de la salud, que es la narración, a fin de registrar y compartir las prácticas más exitosas durante el tratamiento, por consiguiente, la atención en los profesionales de la salud se debe conducir de una manera empática porque su fin es ayudar al paciente.
FinanciaciónNinguna.
Conflicto de interesesLos autores declaran no tener ningún conflicto de intereses.