Estudiar el proceso de envejecer, lo que representa en la vida de las personas, las vías fisiopatológicas que lo determinan, sus consecuencias clínicas y la respuesta que puede ofrecer la medicina, son temas que no podían resultar extraños a un intelectual tan inquieto como D. Gregorio Marañón. En efecto, no hace falta hurgar mucho en su obra, conferencias, artículos o libros, ni en su trayectoria vital, para comprobar que hablamos de cuestiones que nunca le fueron ajenas.
Sin embargo, llama la atención la pobreza de referencias a estos temas entre quienes han sido sus exegetas y analizado su obra en profundidad. Encontramos miles de referencias en campos vinculados a la endocrinología, a la fisiología femenina o la sexualidad; así como comentarios y glosas de cuestiones relacionadas con muchas especialidades médicas. Pero son excepcionales los seguidores de Marañón que han focalizado sus reflexiones sobre aspectos relacionados con el envejecimiento o en dar a conocer su compromiso directo con lo que en la mitad del siglo xx representaron los esfuerzos dedicados a poner en marcha en nuestro país la geriatría. Ni siquiera lo comenta su discípulo y sucesor en el sillón académico n.o 26, el Dr. Carlos Blanco Soler1 en el discurso de su toma de posesión, pese al título tan sugestivo del mismo «Vejez, envejecimiento y la llamada lucha contra la vejez». Existen una tesina de licenciatura dirigida por Elvira Arquiola en 19842 que no he encontrado y una nota de Fernando Jiménez Herrero en 19703.
Mi propósito hoy es sacar a la luz algunos de los textos que dedicó D. Gregorio a exponer su pensamiento en este campo, así como dar a conocer actitudes y comportamientos al respecto. Expresar que estamos ante una cuestión que nunca le fue indiferente y que jalonó algunas experiencias importantes a lo largo de su vida.
Interés por el tema del envejecimiento en la vida y en la obra de Gregorio MarañónEn esta primera parte destacaré algunos de sus juicios de valor y actitudes vitales en relación con el proceso de envejecer. Son testimonios expresados a partir de la segunda década del siglo xx que se extienden hasta los años cincuenta. Aparecen salpicados en distintos foros y se centran esencialmente en lo que conocemos como gerontología. Interpretan estudios sobre el envejecimiento que buscan comprender, frenar y, si fuera posible, revertir ese proceso. Es sintomático su interés por conocer a las personas que los protagonizaban y por sumarse a acontecimientos directamente vinculados con los estudios gerontológicos.
En 1910, con apenas 22 años, se siente interpelado por el discurso de ingreso en la Real Academia Nacional de Medicina (RANM) de D. Amalio Gimeno, titulado «La lucha contra la vejez»4, cuyos contenidos comenta y alaba. Sobre su manera de entender la vejez pronuncia una conferencia en el Ateneo de Madrid en 1914 con repetidas citas de Gimeno y de Metchnikoff, que se publicó el año siguiente como capítulo independiente en su libro «La doctrina de las secreciones internas»5.
Al inicio de 1915 visita en París el Instituto Pasteur y a su director, el ya muy anciano Ilie Metchnikoff, considerado como el padre de la gerontología moderna, que había recibido el premio Nóbel en 1908. Marañón habla con él, con sus colaboradores y discípulos, lo califica como «sabio extravagante y genial» y estudia y comenta sus trabajos.
Otros autores objeto de su interés por esos años fueron Brown Séquard, Steinach y Voronoff, dedicados todos a intentar retardar y revertir el envejecimiento a través de trasplantes de órganos de animales jóvenes o mediante la manipulación en sus circuitos hormonales. Lo hace no tanto por creer en la virtud de los hallazgos obtenidos por ellos, algo nunca demostrado y ampliamente criticado por muchos de sus contemporáneos, cuanto por lo que representa de esfuerzo experimental directo, de intento de aproximación a los mecanismos que determinan el proceso de envejecer y por su relación con el sistema endocrino.
Coincide en Viena en un congreso con Steinach, que buscaba retrasar el envejecimiento mediante la ligadura de los conductos deferentes. Sus trabajos no le entusiasman. En cambio alaba su apariencia juvenil y lo califica como un «alemán sin edad y sin complicaciones». También conoció personalmente a Voronoff, que promovía el trasplante de testículos de mono joven a humanos de edad avanzada. Incluso le invitó como conferenciante. De él admira su capacidad para el trabajo de laboratorio, así como su generosidad y dedicación a la ciencia. En más de una ocasión lo defiende de las críticas crueles de que fue objeto por científicos coetáneos suyos y, finalmente, dedica a su persona una necrológica en el diario ABC, plena de comentarios cariñosos6.
En 1923, en el marco de esta RANM, responde al discurso de ingreso del cirujano León Cardenal, titulado «Ensayos de rejuvenecimiento», donde recogía experiencias parecidas a las comentadas de Steinach7. Una especie de «antiaging», «avant la lettre», en la que va a insistir a lo largo de su vida, aunque sea para mostrar un escepticismo creciente y explícito sobre estas vías de proceder. Por la misma época comenta el discurso similar de ingreso en la Academia de Barcelona del fisiólogo Bellido Golferich y la respuesta de que fue objeto por parte de su maestro el profesor Augusto Pi y Sunyer.
En relación con su especialidad, después de coquetear en sus primeras publicaciones3 con la llamada «teoría endocrina del envejecimiento» la rechaza de modo tajante en escritos posteriores. Esta teoría estuvo muy en boga y asociaba de manera directa y primaria el proceso de envejecer con la involución de los órganos de secreción interna. De acuerdo con ella «la vejez no sería otra cosa que una enfermedad de las glándulas endocrinas»8. En su lugar Marañón extiende la vejez y sus consecuencias más allá de la mera biología y afirma que «la vejez se nos presenta como un mundo de problemas inéditos y llenos de creciente interés». En escritos más tardíos pide a los jóvenes que estudien geriatría para «fomentar lo que importa más que rejuvenecer a los viejos, que es ayudar a que sus últimos años sean útiles para los demás y para ellos mismos». Optimista, acaba uno de sus escritos afirmando que «esto sucederá» y aventurando que «a lo mejor resulta que la geriatría determina que la edad de la jubilación se traslada a los 80 años». Vemos cómo su visión no solo rebasa el marco de la teoría endocrina, sino que se adentra en las repercusiones que el hecho de envejecer puede tener en la esfera social y en la ubicación del anciano dentro del conjunto de la ciudadanía.
En escritos más tardíos8 muestra un respetuoso interés científico por los cultivadores de estas materias. Habla ya directamente de geriatría y de geriatras al referirse a los pioneros de la especialidad en nuestro país y contrapone «el escaso rigor de aquellos precursores especulativos, con la objetividad científica que se observa en los geriatras actuales».
A mi juicio su aportación conceptual probablemente más clara, importante y global acerca de cómo veía la oportunidad que representaba la nueva especialidad tuvo lugar con motivo de la conferencia de clausura del primer congreso nacional de geriatría celebrado en Barcelona en junio de 19509. Afirmaba entonces que «lo importante para entender la geriatría es darse cuenta de que su estudio no ha de limitarse al conocimiento y alivio de la extrema vejez, sino también y principalmente al estudio y la adaptación de los hombres a esa vasta etapa, que separa la plena madurez de la vejez extrema. La geriatría no es mera caridad con máscara de ciencia, ni un pretexto para repetir con un lenguaje nuevo los centenares de disertaciones filosóficas, sentimentales y líricas que los hombres han venido dedicando a las edades extremas».
Más allá de la retórica, estos párrafos muestran una visión moderna y abierta de la vejez. Junto a ello hace referencia explícita a las «capacidades funcionales» como algo sustancial sobre lo que hay que intervenir; un problema que poco tiempo más tarde, en la década de los cincuenta, constituyó el argumento esencial esgrimido por el geriatra norteamericano Nathan Shock para conseguir poner en marcha en Baltimore el Instituto Nacional del Envejecimiento. De acuerdo con las aspiraciones de los precursores de principios del siglo, enfatiza Marañón la necesidad de dedicar esfuerzos a buscar la manera de retrasar la muerte. En ese contexto habla de prevención (profilaxis lo llama él) y nos recuerda que «el geriatra moderno debe crear y hacer más útil el otoño creador del hombre para que sea más vasto y profundo su declinar».
Marañón y su compromiso con el nacimiento de la Geriatría como especialidad autónoma en EspañaHe destacado algunas ideas expresadas por D. Gregorio sobre el proceso de envejecer y las formas de afrontarlo. También sus contactos con profesionales coetáneos suyos. Los párrafos reproducidos dan una idea clara de hasta qué punto se sentía interpelado e interesado por todo ello. Hasta los años cuarenta este interés se focalizó sobre todo en la biogerontología, conocer los mecanismos del envejecimiento e intentar actuar sobre ellos. A partir de entonces entra directamente en aspectos relacionados con la salud del mayor. Compromete su nombre y su prestigio en actuaciones directas. La eclosión de una incipiente geriatría durante esa década en el Reino Unido y muy pronto en otros países incluida España, le brinda una oportunidad no ya solo para manifestar opiniones y juicios de valor, sino también para comprometerse directamente en orden al desarrollo y la implantación de la nueva especialidad.
Marañón da un salto cualitativo. Pasa de ser un teórico que conoce y comenta problemas derivados del proceso de envejecer, a mojarse y asumir responsabilidades organizativas para que la geriatría llegue a ser una realidad en España. Lo hace por varias vías. En primer lugar incorporando de manera directa contenidos geriátricos a las actividades docentes de su Instituto de Patología Médica. Junto a ello sumando su nombre al de otros pioneros en acciones determinantes, como la de instigar y promover el nacimiento de la Sociedad Española de Geriatría (SEG), asumir un protagonismo directo en su acto fundacional en Madrid en mayo de 1948, y comprometer su participación activa a través de la conferencia de clausura en el primer congreso de la Sociedad en Barcelona en 1950.
La palabra geriatría había sido introducida en el lenguaje médico por Ignacio Nascher en Estados Unidos en 1909, siguiendo lo que él consideraba un paralelismo con lo que la pediatría representaba en la infancia. Sin embargo, solo en los años posteriores al final de la Segunda Guerra Mundial la especialidad elabora sus principios doctrinales más importantes y toma carta de naturaleza en el Reino Unido. Las publicaciones de Marjory Warren y otros precursores en revistas como Lancet y British Medical Journal aparecidas entre 1935 y 1945 habían sentado las bases y determinaron la incorporación oficial de la especialidad por parte del «National Health Service» en el momento de su creación, en 1948, algo que supuso el inicio de la expansión de la geriatría en Europa y en el mundo10.
En la segunda mitad de los años cuarenta adquirió gran relevancia en la medicina española y madrileña el llamado Instituto de Patología Médica que puso en marcha y dirigió en Madrid el Prof. Gregorio Marañón. En el seno del Instituto y por iniciativa de su director se creó un llamado «departamento de geriatría» cuya responsabilidad recayó sobre un joven colaborador, el Dr. Francisco Vega Díaz. Afirmaba este, tiempo después, que con ello «se pretendía poner una primera piedra, bajo la paternidad del Prof. Marañón, en la ciencia médica contemporánea».
Una iniciativa importante de este departamento del Instituto fue celebrar, desde 1949, lo que denominaron «Semanas Geriátricas». En ellas se invitaba como conferenciantes a lo más granado de la medicina española. Fueron actos de elevado nivel académico con gran repercusión mediática y asistencia masiva, cosa normal si tenemos en cuenta la personalidad de los conferenciantes, la mayoría catedráticos y varios académicos de número de la RANM. Yo pude recibir muchos años después información directa de estos eventos a través de un joven asistente, alumno del Instituto, y años después presidente de la SEGG y secretario perpetuo de la Academia Gallega de Medicina, el Dr. Fernando Jiménez Herrero.
Las semanas geriátricas se mantuvieron al menos por dos años y propiciaron una «Biblioteca geriátrica» con el texto íntegro de las conferencias8,11. En el primer volumen Marañón dicta una lección cuyo contenido me ha servido como fuente informativa para algunas de opiniones y juicios de valor ya expuestos. Consideraba a la «naciente geriatría» como una ciencia y rechazaba frontalmente a quienes situaban en la ancianidad «los confines de la literatura, de la moral y de esa biología general en la que caben todas las divagaciones … para enjambres de oradores y gramófonos, incapaces de inventar nada pero inagotables elucubradores de esos temas de encrucijada…. gente que, como la miel a las moscas, atrae a los que tienen el ansia de exhibir en público su elocuencia». En la misma línea añadía poco después «lejos de nosotros la divagación filosófica sobre la vejez más o menos disfrazada de biología».
En la solapa anónima del primero de esos libros se puede leer «abrimos las ventanas al aire geriátrico de los tiempos nuevos para brindar al lector ideas, conceptos y hechos que todos deben conocer»8. Muy en línea con D. Gregorio escribía su discípulo, Vega Díaz, en el prólogo: «En la geriatría se abarca toda la medicina … y, por tanto, puede hacerse geriatría desde todos los campos de la especialización», reflexión muy similar a lo que expone hoy una de las geriatras estadounidense más reconocidas y respetada, la Prof. Mary Tinetti, cuando en un editorial de la revista de la Sociedad Americana de Geriatría califica a la geriatría de «metaespecialidad» que trasciende todas las demás12. Añadía Vega Díaz «la introducción de la geriatría y la gerontología en la medicina representa la movilización de la ciencia médica ante problemas hasta hace poco abandonados …… Objetivos fundamentales de la acción geriátrica para nosotros los médicos deberán ser: disminuir las enfermedades de la vejez y sus achaques, retrasar el envejecimiento, proteger la vejez, capacitar al anciano, alargar la vida».
En los meses de octubre y noviembre de 1951 el Instituto de Patología Médica organizó un curso sobre «Cardiopatología senil». D. Gregorio participó activamente y, además de la charla inaugural, impartió una de las conferencias con el título de «Alteraciones cardiovasculares de origen endocrino en el anciano».
Junto a la puesta en marcha y su implicación continuada y directa en las iniciativas citadas, Marañón fue protagonista activo y necesario en la creación de la SEG. El prestigio de su nombre y su compromiso directo resultaron un aval fundamental para conseguir los permisos necesarios de las autoridades científicas y políticas de la época. Los testimonios sobre cómo se gestó el nacimiento de la SEG son abundantes y coincidentes, tanto en lo descrito por sus protagonistas como por los contenidos de las actas fundacionales y las de las primeras juntas directivas.
Vega Díaz en una carta personal que me dirigió en 199013 recordaba que «…la SEG fue creada en España a petición del Prof. Korentchewski. Él me lo pidió en Londres y solicitó de Marañón, por escrito, por teléfono y a través mío que se diera pábulo entre nosotros a los estudios gerontológicos. … Yo hice una carta citación a numerosos médicos de España incluidos todos los catedráticos, que firmamos Marañón y yo anunciando la creación de la Sociedad. Y con un léxico parecido pero más escueto a un número limitado de personas que habían publicado cosas sobre el envejecimiento y sus enfermedades, así como a los catedráticos de patología general y médica. … A la reunión convocada en el Colegio de Médicos de Madrid, entonces en Esparteros 9, asistieron Marañón, que presidió, Beltrán Báguena y un colaborador de apellido Alcalá, Blanco Soler, Pañella Casas, Álvarez Sala, Navarro Gutiérrez, Arteta, Grande Covián y yo (sentiría por olvido omitir algún nombre). Tras un discurso inicial de D. Gregorio, …., dimos por constituida la Sociedad presidida por Beltrán Báguena (Marañón se negó a aceptar cargo alguno), en la que yo fui secretario…».
Sin que suponga crítica a su memoria –Vega Díaz habla de hechos ocurridos hacía más de 40 años– señalaré que olvida algunos otros nombres ilustres –hasta 28– recogidos en el acta del documento fundacional. Entre ellos los de Teófilo Hernando, Rodríguez Candela u Oliver Pascual. Además habían mostrado por escrito su adhesión los Profs: Misael Bañuelos, Andreu Urra, Querol, Lamelas, Pedro y Pons, Martínez Ramón, Trías de Bes y Pareja Yébenes. Del testimonio de Vega Díaz y de las propias actas se desprende que D. Gregorio fue promotor de la Sociedad, participó activamente en el acto fundacional, renunció a presidirla y a ocupar ningún cargo en la junta directiva. En el acta correspondiente se nos informa de que fue nombrado ese mismo día, junto a D. Teófilo Hernando y algún otro, socio de honor de la SEG.
Un testimonio similar de otro protagonista directo es el del Prof. Francisco Grande Covián. Tuve ocasión de conversar con él de manera extensa y personal a finales de los años 80 acerca de la historia fundacional de la SEG y del papel que jugó D. Gregorio. Poco después, el propio Prof. Grande dejó testimonio escrito en la revista de la Sociedad14. Dice «En el verano de 1947 se celebró en la Universidad de Oxford el XVII Congreso Internacional de Fisiología… Al recoger la documentación encontré una carta del Prof. Korenchevsky en la que me invitaba a una reunión… Me instó a que a mi regreso pudiera ponerme en contacto con cuantos pudieran estar interesados en estos problemas… y poder formar una sociedad… Mi antiguo y querido amigo Francisco Vega Día se mostró entusiasmado con la idea…» A partir de ahí, en coincidencia con la carta de Vega Díaz, destaca el papel jugado por el Prof. Beltrán Baguena, quien sería el primer presidente, recuerda su implicación personal al aceptar el nombramiento como vicepresidente, la del propio Vega Díaz como secretario (luego entre 1954 y 1965 sería vicepresidente) y la de D. Gregorio que, además de participante activo en la reunión, aceptaría ser el primer socio de honor. Con mayor extensión, pero en términos muy similares, se desarrolla el contenido del acta oficial de aquella sesión fundacional.
La historia del primer congreso de la Sociedad es otra muestra del compromiso del Prof. Marañón15. El programa fue planificado en noviembre del 48. Tras varios retrasos se celebró en Barcelona de junio de 1950. Lo presidió el Prof. Agustín Pedro Pons, quien sería responsable de la conferencia inaugural. A D. Gregorio se asignó la «Conferencia Magistral de Clausura» que tituló «Climaterio y senilidad». Jiménez Herrero en su crónica de este congreso destaca de la conferencia del Prof. Marañón lo que tiene de llamada al optimismo y de constatación de que, al menos entre las mentes más lúcidas, la geriatría era ya por entonces una especialidad fuera de toda duda.
Iniciaba Marañón su conferencia7 diciendo que «Es un tópico olvidado, de puro sabido, decir que la geriatría será en breve una de las ramas más importantes de la medicina. Empezó siendo una disciplina de esas literarias que surgen de vez en cuando al margen de la ciencia y acogen a los arbitristas pseudocientíficos, a los que prefieren más disertar sobre temas teóricos que estudiar los hechos y extraer de ellos conclusiones estrictas. Pero su incorporación a la medicina científica se hace cada día más clara, crece de día en día y su importancia dentro de ella aumenta, Hoy se impone a la humanidad como problema fundamental la duración del ser humano y su utilización».
Aunque la conferencia se focalizó, como reza el título, en la involución climatérica, en su primera parte Marañón alude a cuestiones como la superpoblación, la justicia social, las muertes prematuras, la necesidad de llegar a edades avanzadas en las mejores condiciones físicas y mentales posibles; la exclusión social y médica del viejo, el lenguaje conmiserativo o la necesidad de conservar la curiosidad de por vida. Para el logro de todos estos puntos considera que la geriatría desempeña un papel fundamental.
Termino reafirmando, a modo de resumen, el interés mantenido por el Prof. Marañón a lo largo de su vida con todo lo relacionado con el envejecimiento. Junto a ello su decisión de contribuir con su propio prestigio personal y con su implicación directa en los acontecimientos que marcaron el inicio de la geriatría. Su discípulo Jiménez Herrero recordaba que «nos inculcó que… el geriatra tiene que conocer y tratar la suma total de la vida humana que llega a sus manos en el periodo final, con una patología implicada de problemas sociales, psicológicos y morales»3.
Conflicto de interesesEl autor declara no tener ningún conflicto de intereses.
Conferencia pronunciada en la Real Academia Nacional de Medicina durante la «Semana Marañón-2017» el día 6 de abril de 2017.