Hemos leído con interés el original publicado en Educación Médica por Eraña Rojas et al.1, y coincidimos plenamente en los postulados de los autores sobre las conductas deshonestas. No obstante, existen algunos aspectos que merecen ser resaltados con relación al tema.
Enfrentarse a la deshonestidad académica es tarea de profesores y estudiantes. Los primeros, a partir de la labor educativa que desarrollan desde los escenarios docentes2 y los segundos como actores del proceso docente y como más afectados por sus propios comportamientos no ejemplares, que repercuten en alguna medida sobre la calidad de su formación. De ahí que sea necesario valorar la inclusión de la formación en valores en los planes de estudio de las carreras médicas3 que, por lo general, quedan de manera implícita, y son relegados a un segundo plano. En este sentido es válido destacar que las vías para formar a los educandos en valores para evitar situaciones de deshonestidad son múltiples y pueden partir desde lo curricular y desde lo extracurricular4,5.
Los profesores y las universidades deben velar porque no se incurra en estas conductas, de ahí que sea necesario cambiar sistemáticamente los casos y situaciones prácticas o test con que son evaluados los estudiantes. Si bien estos cambios evitarían conductas como las planteadas por Eraña Rojas1, no coincidimos en que el conocimiento del resultado final de una práctica implique que el aprendizaje y la profundidad con que se estudia el tema deban decaer, pero ante esa posibilidad debe ser evitado.
Cabe destacar que la deshonestidad académica se manifiesta con frecuencia en el campo de la investigación como parte de los curriculum, donde los estudiantes tienden a incurrir en plagio en sus diferentes modalidades6, para ahorrar tiempo y salvar la calificación, lo que sin duda repercute en su proceso formativo y prestigio profesional, adaptado a malas prácticas y conductas deshonestas.
FinanciaciónNinguna.
Conflictos de interesesLos autores declaran que no existe conflicto de intereses.