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La función pedagógica del médico docente como oportunidad. Anamnesis y tratamiento
The pedagogical function of the physician teaching as an opportunity. Anamnesis and treatment
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Javier Bermejo Fernández-Nieto
Autor para correspondencia
javier.bermejof@quironsalud.es

Autor para correspondencia.
, Mari Carmen Suarez Sánchez
Departamento de Docencia e Investigación, Hospital Universitario Quironsalud Madrid; Complejo Hospitalario Ruber Juan Bravo; Hospital Quironsalud San José; Universidad Europea, Madrid, España
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Under a Creative Commons license
Recibido 12 Junio 2019. Aceptado 20 Octubre 2019
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Resumen

El ejercicio docente en medicina presenta diversos retos que hacen de él una actividad compleja. Esta complejidad viene derivada, por un lado, de la elevada actividad requerida a los profesionales médicos, y de otro, por los 3 desafíos que plantea la propia figura del médico docente en su ejercicio pedagógico. Estos son: presentarse ante sus alumnos como experto, como facilitador y como modelo y maestro de vocación médica. A partir de estos 3 desafíos, el artículo analiza los requisitos y la potencialidad que los mismos disponen tanto a nivel de mejora profesional médica como de mejora pedagógica.

Palabras clave:
Educación médica
Docencia medicina
Profesor universitario
Competencias pedagógicas
Abstract

The teaching in medicine has several challenges that make it a complex activity. This complexity is derived, on the one hand from the high level of activity required of medical professionals, and on the other hand, by the three challenges posed by the figure of the teaching physician in his pedagogical practice. These challenges include being presented to their students as an expert, as a facilitator, and as a role model and teacher of medical vocation. From these three challenges, the article analyses the requirements and potential that they have on improvement both at medical professional level and pedagogical level.

Keywords:
Medical education
Teaching medicine
College professor
Pedagogical skills
Texto completo
Anamnesis

La medicina requiere de profesionales multidisciplinares capaces de desarrollar su quehacer médico al tiempo que investigan, publican resultados y los difunden, asisten a congresos de impacto y se forman de manera continua. En la actualidad, son muchos los profesionales que compaginan todas estas tareas derivadas de su actividad clínica, investigadora y formativa con la docencia. En multitud de ocasiones el desarrollo de esta compleja tarea parte de la iniciativa y vocación propia del médico. En otras, esta función es encomendada o heredada por necesidades concretas del centro en el que desempeñan su actividad, hecho que obliga al médico, en ocasiones, a impartir alguna materia transversal ajena a su especialidad. De forma adicional encontraríamos a aquellos profesionales que optan por sumarse al reto de la docencia con el ánimo de mantenerse actualizados dentro del ámbito académico-científico.

Con independencia de la experiencia clínica que el médico disponga, así como de su trayectoria profesional, lo cierto es que su formación de base no ha dispuesto de ninguna materia o disciplina orientada hacia la actividad pedagógica. Esta evidencia pone de manifiesto que a los profesionales médicos se les enseña a ser médicos, no a ser docentes, hecho que además de presentarse como lógico dispone de una lectura con previsibles riesgos.

El primero de ellos es el riesgo de equiparar su actividad clínica con el de la docencia, la cual, a pesar de entreverarse en la práctica, transcurre en esferas diferenciadas y con procedimientos diversos. En efecto, no parece ser lo mismo diagnosticar a un paciente que explicar a un grupo de 30 alumnos qué procedimiento y pautas son las necesarias para realizar la propedéutica médica. Para el primer caso resulta necesario saber diagnosticar tanto en su parte teórica como en su práctica, mientras que para el segundo parece que bastaría con conocer el procedimiento y saber transmitirlo pedagógicamente. Muchos lectores considerarán que responder al primer supuesto resulta más complejo que hacerlo en el segundo, sin embargo, como veremos, la actividad médica docente, requiere de altas dosis de ambas, pues siguiendo nuestro ejemplo, en el primer caso faltaría didáctica y en el segundo competencia médica y práctica experiencial.

El segundo riesgo viene derivado del anteriormente mencionado: el posible menosprecio de la idiosincrasia docente. En efecto, el hecho de presuponer que todo buen médico es un buen docente, lejos de equiparar ambas actividades profesionales las desvirtúa, y lo hace en mayor medida con la docencia por el hecho de que ningún médico estudia durante su formación académica aspectos relacionados con la misma, mientras que sí lo hace sobre la ciencia médica.

Con todo, el objeto de este artículo es el de reflexionar sobre la necesidad que presenta la formación pedagógica en el ámbito médico y de forma más concreta el potencial que ella dispone para los profesionales médicos docentes. Como veremos, además de estos 2 riesgos, el médico como docente se enfrenta, al menos, a 3 desafíos considerables derivados de su actividad pedagógica, sin embargo, la docencia médica constituye una oportunidad sin igual para ser mejor médico, mejor profesional y orientar su actividad hacia la excelencia.

El médico como docente

Podríamos afirmar que el objetivo fundamental de la educación médica es el de capacitar a los estudiantes para promover la salud, prevenir enfermedades y contribuir al desarrollo tanto del individuo como de las familias y la sociedad1. De su parte, el objetivo de la educación pedagógica es el de capacitar tanto teórica como competencialmente a los estudiantes, entendiendo la educación como fenómeno completo y multirreferencial, para la práctica educativo-formativa.

Los profesionales del ámbito de la salud que dedican su actividad a la docencia se enfrentan a dos retos considerables. El primero de ellos, de envergadura considerable, es el reto que presenta conseguir que los estudiantes de medicina adquieran tanto los conocimientos como las competencias necesarias para desarrollar su profesión. El segundo desafío, de no menor envergadura, es el que supone al médico presentarse ante sus alumnos como experto, como facilitador y como modelo y maestro de vocación médica. Es por ello por lo que nos centraremos en estas 3 figuras docentes con el ánimo de aproximarnos a los requisitos pedagógicos que disponen en cada caso y las oportunidades que brinda cada uno de ellos.

El médico como experto

Probablemente la habilidad más reconocible de un experto médico sea la capacidad de diagnosticar y tratar a los pacientes de forma rápida, precisa y exitosa. La investigación en educación médica, desde hace unos años, viene desarrollando un importante desglose sobre el conjunto de competencias que todo experto médico ha de poseer. Disponer de amplio conocimiento, utilizar ese conocimiento de manera efectiva en su práctica, encontrar conocimiento adicional para su práctica diaria, involucrarse en la resolución de problemas de forma innovadora, construir nuevas soluciones para nuevos desafíos, disponer de amplia experiencia o mejorar de forma continua su actividad a través de la reflexión y el entendimiento2, son las habilidades y aptitudes que en mayor medida se encuentran reflejadas en la literatura actual3,4.

Tal vez un alumno universitario que desarrolla sus estudios en medicina conceptualiza la categoría de experto de forma diferente a la que pudiera hacer un paciente o incluso un colega de profesión. El alumno realiza un doble juicio valorativo sobre dicha categoría de experto. Por un lado, con relación a la experiencia y al currículum médico del docente y de otro, por el modelo pedagógico que este proyecta. En efecto, todo profesor, al inicio de su materia suele comentar brevemente su trayectoria profesional, su recorrido médico, en el que revelará su grado de especialización, así como los hitos más destacables alcanzados. Esta será la primera pista para el alumno. De otra parte, durante el desarrollo de sus clases y la interacción que el docente tenga con el alumno durante la estancia clínica de este, con cierta normalidad, utilizará ejemplos derivados de su práctica cotidiana y su experiencia. Segunda pista. De forma adicional, a través del modo en que desarrolle sus clases, sus metodologías y el trato con el alumnado, estará proyectando no solo su competencia docente sino su nivel de experto pedagógico.

Ambas proyecciones permiten al médico docente mejorar su actividad a través del ejercicio didáctico. Tanto a nivel de experto médico como de experto docente es posible que el profesional identifique parcelas y áreas de mejora que le permitan orientar su actividad médico-educativa hacia la excelencia.

El médico como facilitador

Resulta más que conocido el giro pedagógico que ha sufrido el papel del profesor desde hace escasos años hasta la fecha. El cambio de rol de transmisor a facilitador viene provocado por la reubicación del alumno en relación con su aprendizaje. Esta modificación, unida a la escasez de profesores con formación especializada en determinados campos del conocimiento médico, ha provocado una minimización del requisito del dominio de los contenidos para desarrollar la función docente en medicina5. Sin embargo, todo médico docente, además de dominar la(s) materia(s) que imparte —y el dominio pasa por el conocimiento médico, ineludiblemente— debe disponer de conocimiento pedagógico para cumplir con el objetivo educativo.

Más allá del reduccionismo anteriormente señalado, la perspectiva centrada en el alumno conlleva entender que el fin último de la docencia es el aprendizaje de los alumnos, lo que al mismo tiempo denota que el propio docente ha de verse a sí mismo como facilitador de aprendizajes no como mero transmisor, por muy buen transmisor que sea. Desde esta perspectiva, el médico debe acompañar su práctica docente de reflexión e introspección continua sobre qué estrategias, métodos y herramientas de enseñanza-aprendizaje funcionan con sus alumnos y cuáles no, con el objetivo de ser un facilitador de aprendizajes más efectivo6.

En suma, el rol del docente como facilitador, también supone una oportunidad tanto para ser mejor médico como para ser mejor docente gracias a las implicaciones reflexivas que ello requiere.

El médico como modelo y maestro de vocación

En el desarrollo docente de las asignaturas, como es sabido, se encuentran presentes no solo los contenidos propios de la materia que se imparte, sino otra serie de aspectos que, sin formar parte del currículum, también son transmitidos y captados por el alumnado. Nos referimos al currículum oculto, el cual suele definirse como aquellos mensajes (verbales y no verbales) que son transferidos por el docente en su práctica diaria de forma involuntaria y que tienen relación con aspectos como sus valores, su ética, o el modus operandi que este presenta7.

Tanto en su ejercicio clínico como docente, el médico ha de ser consciente de que los alumnos apreciarán su figura, talante, modo de hacer y transmitir para construir una imagen tanto del propio docente como de su actividad médica. Si un profesor proyecta una actitud o un discurso pedagógico vago, poco riguroso o sin entusiasmo al desarrollar el contenido del currículum incluso en el acompañamiento que realiza durante las rotaciones del alumno, la imagen que ofrecerá a sus alumnos hará que estos no vean en él una figura modelo, corriendo incluso el riesgo de que además de despreocuparse por la asignatura se desmotiven con relación a sus estudios. El estatus social que la figura médica dispone implica la necesidad de que el profesional médico, así como el médico docente, se erijan como modelos profesionales con independencia de sus creencias, valores y rasgos identitarios. Al mismo tiempo, gracias a la actividad pedagógica del médico y su proyección como modelo, aspectos de carácter vocacional pueden ser desarrollados por los alumnos. No resulta extraño escuchar que un alumno ha decidido realizar su especialización en un servicio concreto por el médico con el que compartió la asignatura relacionada con esa especialidad.

Al mismo tiempo, conviene destacar el hecho de que, la propia medicina, como corpus científico, no puede entenderse si no es desde la actividad docente. Recordemos a todos los personajes ilustres de la medicina y su vínculo con la docencia.

Por todo ello, el hecho de que el médico docente proyecte su actividad como modelo de forma consciente, nuevamente ofrece la posibilidad de que tanto su actividad médica como el desarrollo de su ejercicio pedagógico sean mejores.

Tratamiento

La función del médico docente presenta grandes oportunidades para la mejora profesional de forma bidireccional: tanto para lo relacionado con el ámbito médico, pues ejercer la docencia médica requiere orientar la actividad clínica hacia la excelencia, como para lo vinculado al plano docente, pues el hecho de conceptualizar al profesor como facilitador y modelo implica que el médico disponga de formación pedagógica con el objetivo de cumplir su misión formativa, lo que al mismo tiempo puede ayudarle a desarrollar habilidades propias del ámbito médico. El triple reto al que se enfrenta todo médico que ejerce la docencia, a pesar de resultar complejo, creemos ofrece posibilidades interesantes vinculadas al desarrollo tanto profesional como personal.

Por último, nos gustaría recalcar que el peso que ejerce la necesidad de que los médicos docentes dispongan de formación pedagógica no solo ha de recaer sobre ellos, sino que, de forma inexcusable, todas aquellas las instituciones académicas que tienen un compromiso certero con la calidad de su docencia han de prestar especial atención en la formación pedagógica de su profesorado, también aquellas que cuentan con estudios propios de las ciencias de la salud. Solo así, los médicos docentes tendrán un poso formativo y competencial que les ayude en su actividad educativa, dispondrán de herramientas y recursos pedagógicos para alcanzar el verdadero objetivo que la educación universitaria dispone, y sus alumnos tendrán certeza de que su futuro profesional estará impregnado de crecimiento, vocación, interés y pasión por ejercer la profesión médica.

Autorías

Todos los autores han contribuido en la elaboración y revisión del trabajo.

Conflicto de intereses

Los autores declaran no tener ningún conflicto de intereses.

Bibliografía
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E. Cortés.
El médico como profesor universitario: percepción de un grupo de académicos del Departamento de Medicina del Hospital Clínico de la Universidad de Chile.
Re Hosp Clín Univ Chile, 20 (2009), pp. 319-330
[2]
M. Mylopoulos, G. Regehr.
Putting The expert together again.
[3]
S.J. Lurie, C.J. Mooney, J.M. Lyness.
Measurement of the general competencies of the Accreditation Council for Graduate Medical Education: A systematic review.
Acad Med, 84 (2009), pp. 301-309
[4]
C.E. Moulton, G. Regehr, M. Mylopoulos, H.M. McRae.
Slowing down when you should: A new model of expert judgement.
Acad Med, 82 (2007), pp. 109-117
[5]
A. Vicedo Tomey.
¿Quién debe enseñar qué cosa en educación médica? El papel del profesor y el conocimiento pedagógico del contenido.
Educ Med Super, 29 (2015),
[6]
K. Caballero, A. Bolívar.
El profesorado universitario como docente: hacia una identidad profesional que integre docencia e investigación.
Rev Doc Univ, 13 (2015), pp. 57-77
[7]
M.E. Rodríguez.
Currículum, educación y cultura en la formación docente del siglo XXI desde la complejidad.
Educ Huma., 19 (2017), pp. 424-439
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