Recientemente hemos leído el artículo publicado por Diéguez Méndez R. et al.1 y nos gustaría hacer un breve comentario al respecto.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estimó en el 2005 que una de cada cinco mujeres afronta un problema de violencia de género a lo largo de su vida2. Estas mujeres que han sufrido algún maltrato psicológico o físico necesitan una atención multidisciplinaria que incluye servicios legales, de educación3 y apoyo4, pero también servicios sanitarios. Estos últimos tienen un papel esencial en la detección, prevención, tratamiento y rehabilitación de casos de violencia de género5.
A pesar del protagonismo que tienen los servicios sanitarios en estos casos, el estudio de Diéguez Méndez R. et al., detalla que la mayoría de los estudiantes universitarios de ciencias de la salud (enfermería y medicina) no habían cursado ningún temario obligatorio sobre la violencia de género. En cambio, sí que aumenta el porcentaje de estudiantes que han cursado el tema de forma obligatoria en carreras como criminología o derecho.
Como es evidente, la falta de estudio sobre el tema por parte del alumnado universitario conlleva que tenga creencias y actitudes erróneas hacia la violencia de género. Está comprobado, sin embargo, que estos errores se rectifican con una adecuada formación6. Todo esto refleja una necesidad de ofrecer más oportunidades educativas en este ámbito a los estudiantes del sistema de la salud, futuros profesionales sanitarios. Se debería procurar introducir programas con contenidos dirigidos a la capacitación para la detección precoz, la asistencia y la rehabilitación de las mujeres víctimas de violencia de género (como consta en la Ley Orgánica 1/2004)7 en las diplomaturas del ámbito sanitario.