Resulta muy oportuno y estimulante el trabajo de revisión realizado por Barbón Pérez et al.1 sobre la actividad científica estudiantil en la educación médica superior, por lo que, al leerlo, me sentí motivado a escribirle basado en mi experiencia como joven investigador, luego de participar en varios eventos científicos en los que he podido mostrar los principales resultados de investigaciones científicas.
La investigación constituye el primer paso para crear, comprobar e implementar los nuevos conocimientos. De ahí el interés creciente que muestran las autoridades sanitarias en el proceso de formación de las habilidades investigativas en los estudiantes de ciencias médicas.
El artículo en cuestión propone una clasificación de la actividad científica estudiantil en el contexto de la educación médica superior, como instrumento eficaz para la armonización de las actividades y procesos que engloba, dinamiza y define1. Por lo cual se debe agradecer el esfuerzo de sus creadores, ya que los criterios expresados podrían servir para una mejor estructuración de la actividad investigativa de los estudiantes y, en consecuencia, para la aplicación de estas etapas desde las propias instituciones docentes como guía para el desarrollo de las habilidades científicas de los estudiantes. La publicación del artículo en tan prestigiosa revista (Educación Médica) es sin dudas un reconocimiento a la calidad científica de las investigaciones estudiantiles; además, muestra el espíritu de colaboración, ya que, de contar con esta concepción en otros lugares, los resultados de la difusión científica de los estudiantes sería mucho mayor.
Si bien la actividad científica estudiantil en Cuba se orienta desde los propios centros formadores, y se cuenta además con toda una estructura organizativa que premia y estimula la creación de investigaciones científicas de los estudiantes y, además, vincula a los más prestigiosos profesionales a todo este proceso, los resultados palpables han demostrado que su difusión no está en consonancia con la propia producción científica. Tal es el caso que investigadores cubanos han demostrado que del total de artículos científicos publicados en revistas médicas cubanas desde 1995 hasta el 2014 solo el 2,26% tuvo participación estudiantil y, además, que no existía colaboración entre estudiantes de distintas universidades2.
Si Cuba cuenta con las instituciones que estimulan la producción científica estudiantil y existen instituciones y profesionales capacitados que se vinculan al proceso investigativo estudiantil en calidad de tutores, asesores e incluso de evaluadores, ¿por qué resulta casi nula la publicación de investigaciones científicas realizadas por estudiantes en revistas médicas cubanas?
Sin embargo, cuando se analizan los criterios clasificatorios del artículo citado se observa que este no define en su máxima expresión las funciones de la investigación estudiantil. Además, carece de claridad en los componentes que enuncia y resulta difícil entender cómo esta guía podría ayudar a solucionar la cuestión de que, aun cuando existe producción científica por parte de los estudiantes, esta no se da a conocer y, por tanto, a consideración del autor del presente artículo es insuficiente como instrumento que intenta globalizar la actividad científica estudiantil.
A pesar de ello, queda demostrado una vez más que el camino escogido por Barbón Pérez et al.1 resulta adecuado porque permite efectivamente contar con una clasificación que aproxima la investigación científica estudiantil a la realidad actual y dinamiza todo su proceso de conformación.
Conflicto de interesesEl autor declara no tener ningún conflicto de intereses.