La pandemia provocada por la COVID-19 supuso una gran crisis sanitaria en todo el mundo [1]. En nuestro entorno, los hospitales y centros sanitarios tuvieron que dirigir todos los recursos humanos y materiales para atender al gran volumen de pacientes que sufrieron infección por el SARS-CoV-2, un virus muy poco conocido y estudiado hasta ese momento [2]. En nuestros hospitales, además de los médicos especialistas, también trabajan y se forman los especialistas en formación, los médicos internos residentes (MIR), quienes han sufrido también el impacto de la pandemia [3,4]. En primer lugar, muchos residentes tuvieron que trabajar en primera línea durante la pandemia, lo que aumentó su carga de trabajo asistencial y el estrés psicológico [5], por lo que la parte formativa se vio reducida. Después, la necesidad de limitar el contacto físico llevó a la cancelación o limitación de las rotaciones clínicas y la experiencia práctica en el hospital. Por último, la pandemia supuso la cancelación de cursos y congresos presenciales, y los residentes tuvieron que adaptarse a la modalidad virtual de esta parte formativa, lo que repercutió sobre todo en las actividades prácticas [6]. En nuestro hospital, como medida para la mejora continua de la calidad docente y formativa, se vienen realizando desde unos años antes de la pandemia, encuestas para conocer la satisfacción de los residentes sobre la formación que ofrece el hospital. Estas encuestas no fueron paralizadas por la pandemia. Por lo tanto, al disponer de datos antes y después de la pandemia, se ha podido analizar la evolución de la satisfacción de los residentes a lo largo de los últimos años.
Se realizó un estudio observacional de los residentes del Hospital General Universitario Gregorio Marañón sobre la satisfacción evaluada mediante encuestas voluntarias de 22 preguntas con puntuación de 1 a 4, que evalúan aspectos asistenciales, docentes, de investigación y éticos de su formación. Se midió la satisfacción en los años académicos 2018-2019, 2019-2020 y 2020-2021 y se comparó la puntuación según el año de evaluación. Se recibieron 408, 108 y 458 encuestas en los 3 años, respectivamente, con una puntuación media de 3,30 (desviación estándar [DE] 0,40), 3,21 (DE 0,43) y 3,26 (DE 0,41) globalmente (p = 0,099). El aspecto asistencial fue puntuado con una media de 3,79 (DE 0,43), 3,54 (DE 0,72) y 3,76 (DE 0,43), respectivamente (p = 0,068); el aspecto docente obtuvo una puntuación media de 3,45 (DE 0,65), 3,25 (DE 0,85) y 3,29 (DE 0,63), respectivamente (p = 0,171); la formación investigadora recibió una puntuación media de 3,21 (DE 0,71), 2,88 (DE 0,80) y 2,94 (DE 0,83), respectivamente (p = 0,31); el aspecto ético fue evaluado con una puntuación media de 3,62 (DE 0,53), 3,54 (DE 0,59) y 3,41 (DE 0,54), respectivamente (p = 0,184). Atendiendo a las preguntas individuales, las que obtuvieron una puntuación significativamente inferior en los últimos años con respecto al primero fueron el cumplimiento del programa formativo (p = 0,002), la planificación de las rotaciones (p = ,007), la tutorización (p = 0,016), las reuniones con tutores (p = 0,005), la progresión en la responsabilidad asistencial (p = 0,014), el soporte informático (p = 0,002) y la asistencia a congresos (p < 0,001).
En este estudio se documentó que, aunque la satisfacción global se haya mantenido igual, ciertos aspectos en la formación fueron impactados por el aumento de la tarea asistencial de los residentes y tutores y el acceso limitado a apoyos y actividades presenciales. En general, la puntuación en esta encuesta sufrió un descenso notable durante el primer año de la pandemia, pero en el segundo se vio una tendencia a la recuperación. Esto es concordante con el fuerte aumento de la tarea asistencial que sufrimos en el año 2020, pero posteriormente, con el progreso de la vacunación en la población en general y la aparición de cepas menos virulentas, se pudo volver progresivamente al programa formativo previo. De estos resultados, se identificaron los puntos débiles en la formación de los residentes en la era pospandémica. Es importante centrar el esfuerzo y los recursos para mejorar estos aspectos, con el objetivo de mejorar la formación sanitaria especializada y alcanzar a un nivel superior en la satisfacción de los residentes. El primer punto débil fue la organización de las rotaciones, ya que muchas de ellas tuvieron que suspenderse para dar prioridad a las tareas asistenciales. En este sentido, la pandemia ha demostrado la importancia de la flexibilidad en la organización de los servicios de salud. Por lo tanto, es importante ser flexible y adaptarse a las necesidades cambiantes de los residentes y del hospital. También es crucial evaluar regularmente la eficacia de la organización de las rotaciones y hacer cambios según sea necesario. Otro aspecto a mejorar es la comunicación fluida entre residentes y tutores. De esta manera, se podría ayudar a prevenir confusiones y retrasos en las rotaciones. El soporte a la investigación también es un punto a tener en cuenta, tanto la disponibilidad de herramientas técnicas, como la posibilidad de asistencia a congresos. El primero permite que los residentes aprendan métodos de investigación y que generen conocimiento y el segundo permite difundir el conocimiento y desarrollar habilidades comunicativas. Nuestro estudio presenta una limitación: se obtuvo un número inferior de encuestados durante los años 2019-2020 con respecto a los otros años. Este hecho podría deberse al propio impacto por la pandemia y los datos deben interpretarse con precaución.
En conclusión, la satisfacción de los residentes sufrió una caída durante el primer año de la pandemia, pero ya se encuentra en proceso de recuperación. Es importante seguir prestando atención a la formación de los residentes, sobre todo, en los aspectos que han sufrido un impacto más importante durante la pandemia.
Responsabilidades éticasPor las características del estudio, no fue necesaria la autorización del comité ético.
FinanciaciónNinguna.
Conflicto de interesesLos autores declaran no tener ningún conflicto de intereses.