La enseñanza de la medicina requiere profesionales de la enseñanza clínica que sean capaces de llevar a cabo la enseñanza clínica en un escenario favorable para el aprendizaje. Y eso requiere profesionales preparados para la enseñanza. El Centro de Educación Médica de la Universidad de Dundee ha identificado las habilidades que el profesor de clínica ha de tener; y las clasifica a tres niveles: a) tareas que el profesor debe de desempeñar, b) conocimiento sobre cómo debe de desempeñar la función docente, y c) capacitación profesional.
¿Qué es lo que el profesor debe de hacer?. En primer lugar debe buscar la eficiencia en la distribución del tiempo dedicado a la enseñanza mediante la planificación y asignación de tareas clínicas, incluidas las relativas a las responsabilidades docentes entre el equipo clínico. Habrá de seleccionar los métodos de enseñanza más adecuados a las necesidades, a partir de los casos clínicos disponibles, los problemas diagnósticos más frecuentes, del propio desempeño profesional que sirva de ejemplo y modelo.
El profesor clínico deberá realizar su enseñanza tanto en pacientes ingresados como en pacientes ambulatorios, siempre priorizando la enseñanza “al lado del enfermo”. Frecuentemente, la actividad clínica es difícilmente previsible. Esto condiciona cierta dificultad para establecer a priori los objetivos concretos. Y, además, otro buen número de factores pueden interferir el modelo de enseñanza: la gravedad de los pacientes, el número de personas alrededor de procedencia diversa y con niveles distintos (estudiantes, residentes, médicos de plantilla, enfermeras,…), la proporción alumno-paciente, la relación entre ellos, la inseguridad para adecuar lo hablado en presencia de un paciente (evitando posibles errores, incertidumbres diagnósticas, etc.).
Además, y sobre la base de observación de la conducta de los estudiantes, o de pruebas dirigidas y programadas, deberá evaluar el aprovechamiento del estudiante. La evaluación es un elemento básico en educación médica. Por consiguiente hay que cuidar muy bien la selección de los métodos de evaluación más adecuados en cada momento o en cada escenario, o la selección de los mismos ya sean entornos reales o simulados; siempre considerando que la observación directa de la actividad clínica y de la conducta del estudiante en el escenario clínico es el método más potente para evaluar la capacitación en competencias o habilidades clínicas. Finalmente, todo sistema evaluativo requiere una retroinformación sobre los resultados obtenidos, lo que puede permitir evaluar tanto al estudiante, como al proceso educativo en sí mismo.
¿Cómo debe de comportarse el profesor clínico? El punto de arranque es, siempre, la capacidad del profesor para transmitir entusiasmo al estudiante sobre lo que es objeto de su propio entusiasmo. Pero eso sería insuficiente, si no conoce los principios básicos de la enseñanza que han de ser aplicados a la enseñanza clínica: los modelos de enseñanza basada en competencias o en tareas clínicas, la importancia del trabajo en equipo, el carácter experiencial de la enseñanza clínica, la necesidad de una práctica clínica reflexiva o el estímulo para el autoaprendizaje del alumno.
Cada persona tiene una forma distinta de aprender; y esto lo debe de comprender el profesor clínico. Hay estudiantes más activos (se involucran más en las actividades) y otros más reflexivos (aprenden más de su experiencia). Hay estudiantes más teóricos (aprenden desarrollando la teoría) y otros son más pragmáticos (aprenden directamente de la experiencia). En cualquier caso es preciso orientar la enseñanza hacia la adquisición de conocimientos profundos de aspectos nucleares de la profesión. En la enseñanza clínica hay que desterrar el aprendizaje superficial basado en numerosos conocimientos o en la memoria.
El profesorado clínico debe adaptarse a los niveles formativos (pre o postgrado, formación de especialistas o desarrollo profesional continuo). En este sentido, conocer el “punto de partida” evitará una enseñanza insuficiente o –por el contrario- ineficaz por resultar inapropiada para el nivel de conocimientos o preparación previa.
Finalmente, ¿cómo debe de ser el profesor clínico? El concepto de maestro, de ejemplo a seguir, es consustancial con la enseñanza clínica. Como lo es su capacitación profesional en la especialidad o área clínica de que se trate. Esto le permitirá un desarrollo desde el punto de vista profesional. Pero su desarrollo en el desempeño de la función docente sólo será posible si tiene –además- capacitación como docente, y acredita competencias y habilidades para enseñar. En caso contrario, es imposible que ofrezca funciones de asesoramiento, orientación y consejo al estudiante. El profesor clínico no sólo ha de ser ejemplo, modelo, sino –también- mentor, guía, y fuente de experiencia para guiar a los demás.
El profesor clínico se convierte, así, en un modelo de profesional de la medicina y de la enseñanza de la misma. La pasión por la medicina debe de ir paralela a la pasión por enseñar; las habilidades clínicas deben ser paralelas a las habilidades docentes; y la reflexión clínica debe de acompañarse de autoevaluación como docente.