Hemos analizado atentamente el artículo sobre los sentimientos del estudiante1. El trabajo de investigación es pertinente con el contexto actual porque desarrolla la capacidad empática del futuro profesional con el propósito de atender en mejores condiciones a sus pacientes, y de esa manera apoyar en la mejora de su salud.
Los sentimientos o emociones están reconocidos en las normas que regulan o protegen su desarrollo dentro de la sociedad; de manera específica están insertados en los derechos fundamentales: el derecho a sentir o expresar los sentimientos que son reconocidos jurídicamente según la normativa y jurisprudencia internacional2; con base a esto, el sistema universitario debe fortalecerlos y desarrollarlos en sus programas curriculares porque es un derecho que le asiste al estudiante.
Asimismo, se debe enfocar el desarrollo de las emociones dentro de la inteligencia emocional, que permite a la persona relacionarse mejor con los demás, comprender su entorno y dotarle de las competencias necesarias para enfrentar diversas situaciones3. En este caso el trato de los profesionales de la salud debe ser empática, comprender los sentimientos y emociones de sus pacientes con el fin mejorar su salud, su calidad de vida.
Como han argumentado los autores1, la formación del profesional de la salud, sobre la parte afectiva (emocional), está distanciada del tratamiento curricular; en este sentido se requiere de una educación integral que incluya la formación de las competencias emocionales que involucra un conjunto de conocimientos, capacidades, habilidades y actitudes para tomar conciencia, comprender, expresar y regular de forma apropiada los fenómenos emocionales4; en este contexto se requiere formar un estudiante y futuro profesional que comprenda, reconozca y controle sus emociones, sentimientos y luego tener la misma capacidad de reconocerlos en los demás. Al respecto otros estudiosos, en los últimos años, enfatizan en el fomento de las competencias emocionales5, o su desarrollo a través de programas con base en la inteligencia emocional6.
En suma, se requiere de un profesional, que desarrolle sus competencias emocionales, que deben insertarse en el currículo, en los siguientes bloques: conciencia emocional, regulación emocional, autonomía personal, competencia social, habilidades de la vida para el bienestar4 desde su formación universitaria y luego se refleje en su actuación profesional con un trato empático a su paciente para mejorar sus condiciones de vida de este; no solo implica mejorar su bienestar biológico o físico, sino también psicológico, emocional ya que el ser humano es un ser biopsicosocial y cultural.